Opinión: Festival de cine francés en Cuba, una medianía no dorada
- por © NOTICINE.com
2-IV-07
Por Frank Padrón
Al décimo aniversario arribó en La Habana la gran fiesta de las imágenes procedentes de Francia, la cual, finalizada en su periplo capitalino, andará durante buena parte de abril por el resto de Cuba.
Es motivo de júbilo recibir durante varias semanas propuestas representativas de una cinematografía sólida, cimentada en una tradición respetable, a la vez renovada con nuevos cineastas y actores, pero, como todo hay que decirlo, debemos afirmar que la de este año, número redondo y todo, quedó bien por debajo de ediciones anteriores.
No se trata siquiera de aquella "aureas mediocritas" (dorada mediania) de que hablaban los latinos cuando se trataba de productos artísticos decorosos aunque nada sobresalientes, porque la realidad del festival francés este año significa, en no pocos casos, una medianía nada dorada, incluso rozando la mediocridad.
Empezando por ese "Paris, je t´aime" (París, te amo) de la premiére, una ensalada donde realizadores foráneos de las más diversas latitudes y poéticas (de Gus Van Sant y los Hermanos Coen hasta Isabel Coixet y Walter Salles) dan su testimonio en breves minutos sobre esa mítica "ciudad luz" que lo es también, y tanto, del amor variopinto e intenso; pero así no es el film, que cojea no sólo por la buena cantidad de ralatos deslucidos y endebles, sino por la falta de cohesión y organicidad que grita prácticamente desde sus inicios.
Esa diversidad que anunciaba el inicio realmente no quebró las expectativas: hubo, realmente, de todo: "thrillers", abundantes comedias, suspense, melodrama y hasta algo de terror, pero no es menos cierto que poco de altura.
Se encontraba, por ejemplo, un tipo de comedia galante que insistía en determinados efectos, y que, pudiendo elevarse desde sus coordenadas narrativas, terminaba abrumando por el alarde o el abuso de la pirotecnia ("Tú y yo", "La ciencia de los sueños"...) o policíacos que, con notables ingredientes fílmicos, fallaban ora por la inconsistencia del guión ("Cara a Cara") , ora por las torpezas de la apuesta ("El pequeño teniente").
Entre las que encontraron cierto eco en amplio público estuvo la "gótica" "Cena con el diablo", del bisoño Kim Chapiron; pero que realmente no trascendió una indigestión de los clásicos del terror demasiado ambiciosa y poco convincente por las reiteraciones, las inconsecuencias del guión y los lugares comunes que no aparecen como cita o pastiche, sino como meros catalizadores de un desenlace desconcertante, que le hace a uno pensar: ¿tanto para esto?.
Más convincentes resultaron algunos títulos, sin embargo, menos pretenciosos: la minimalista "La pequeña Jerusalem", de Karin Albou, desde el acertado contraste que establece entre educación religiosa judaísta y secular-filosófica en medio de desencuentros eróticos y familiares que enrumba la trama por senderos motivadores o la muy bien ambientada, aunque finalmente excesiva "La resurrección de los muertos",de Michel Gondry, aceptable mezcla de ciencia-ficción, metafísica y suspense.
A medio camino quedaron otros, como "Me ha dicho un pajarito", de Pascal Thomas, basada en una obra (poco conocida entre nosotros) de Agatha Crhistie, de notable arranque sin embargo enturbiado, en el desarrollo, por demasiadas e inncesarias complicaciones argumentales que el director no resuelve muy bien, o "Una víbora en el puño", de Philippe de Broca (El hombre de Río), basada en el betseller autobiográfico de Hervé Bazin, seguida con el buen pulso narrativo a que nos tiene acostumbrados el veterano director aunque excesiva en detalles y anecdotismo.
LO MEJOR
Claro que, como en todo maratón cinematográfico, se apreciaron varios momentos altos: "Backstage", de Emmanuelle Bercot, eficaz periplo sobre la obsesiva persecusión de una adolescente por una cantante que idolatra; los contrastes entre vida provinciana y capitalina, entre deslumbramiento erótico y proyección sexual, entre sueños y realidades, se encauza con excelente pulso narrativo y brillantes actuaciones.
La violencia y la energía que diseñan "Les mauvais Joueurs" (Los malos jugadores), de Fréderic Balekdjian, sobre la vida de los chinos en París, conforma uno de los títulos más certeramente narrados, con personajes mejor construídos y con una historia llena de paratextos y subtextos bien motivadores.
Mientras la apenas perceptible ironía y el sabio encadenamiento de acciones en "Habla, no más!", de Jeanne Labrune, aportó una comedia sutil, minimalista y bien orientada. Si de mezcla de tonos se hablara, los dos registros (trági-cómico) confluyen admirablemente en "El papel de su vida", de Steve Suissa: ciertamente, el equilibrio dramático es lo más elogiable en un film donde las relaciones entre el arte escénico y el área afectiva se entremezclan con profusión de matices, y al que, por ello, hay que perdonar ciertos coqueteos molestos con el melodrama más ramplón.
Dentro de una elogiable programación infantil a base sobre todo de cortos animados, sobresalió el largo "La profecía de las ranas", de Jacques-Remy Girerd, que con sentido del humor, ingenio y certeros trazos ofrece una versión hermosa y sensible sobre el diluvio bíblico, que disfrutan tanto adultos como pequeños.
En tanto actuaciones (esa escuela ancestral en Francia) destaquemos los siempre brillantes Daniel Auteuil y Gérard Depardieu (Cara a Cara), Stéphane Freiss (El papel de su vida), Gael García Bernal (La ciencia de los sueños) y todo el elenco de "Malos jugadores", así como las féminas Catherine Frot, la "estrella" de este año (Una víbora en el puño, Me lo ha dicho un pajarito), Sylvie Testud y Victoria Abril (Habla, no más), Isild Le Besco y Noémi Lvovski (Backstage), Charlotte Rampling y Karel Young (Hacia el sur) y Nathalie Baye (El pequeño teniente).
De modo que, como vemos, el Festival de cine francés, si bien no dio mucho motivo de fiesta con respecto a las películas por sí mismas, sí lo fue, en buena medida, de brillantes desempeños actorales.
Por Frank Padrón
Al décimo aniversario arribó en La Habana la gran fiesta de las imágenes procedentes de Francia, la cual, finalizada en su periplo capitalino, andará durante buena parte de abril por el resto de Cuba.
Es motivo de júbilo recibir durante varias semanas propuestas representativas de una cinematografía sólida, cimentada en una tradición respetable, a la vez renovada con nuevos cineastas y actores, pero, como todo hay que decirlo, debemos afirmar que la de este año, número redondo y todo, quedó bien por debajo de ediciones anteriores.
No se trata siquiera de aquella "aureas mediocritas" (dorada mediania) de que hablaban los latinos cuando se trataba de productos artísticos decorosos aunque nada sobresalientes, porque la realidad del festival francés este año significa, en no pocos casos, una medianía nada dorada, incluso rozando la mediocridad.
Empezando por ese "Paris, je t´aime" (París, te amo) de la premiére, una ensalada donde realizadores foráneos de las más diversas latitudes y poéticas (de Gus Van Sant y los Hermanos Coen hasta Isabel Coixet y Walter Salles) dan su testimonio en breves minutos sobre esa mítica "ciudad luz" que lo es también, y tanto, del amor variopinto e intenso; pero así no es el film, que cojea no sólo por la buena cantidad de ralatos deslucidos y endebles, sino por la falta de cohesión y organicidad que grita prácticamente desde sus inicios.
Esa diversidad que anunciaba el inicio realmente no quebró las expectativas: hubo, realmente, de todo: "thrillers", abundantes comedias, suspense, melodrama y hasta algo de terror, pero no es menos cierto que poco de altura.
Se encontraba, por ejemplo, un tipo de comedia galante que insistía en determinados efectos, y que, pudiendo elevarse desde sus coordenadas narrativas, terminaba abrumando por el alarde o el abuso de la pirotecnia ("Tú y yo", "La ciencia de los sueños"...) o policíacos que, con notables ingredientes fílmicos, fallaban ora por la inconsistencia del guión ("Cara a Cara") , ora por las torpezas de la apuesta ("El pequeño teniente").
Entre las que encontraron cierto eco en amplio público estuvo la "gótica" "Cena con el diablo", del bisoño Kim Chapiron; pero que realmente no trascendió una indigestión de los clásicos del terror demasiado ambiciosa y poco convincente por las reiteraciones, las inconsecuencias del guión y los lugares comunes que no aparecen como cita o pastiche, sino como meros catalizadores de un desenlace desconcertante, que le hace a uno pensar: ¿tanto para esto?.
Más convincentes resultaron algunos títulos, sin embargo, menos pretenciosos: la minimalista "La pequeña Jerusalem", de Karin Albou, desde el acertado contraste que establece entre educación religiosa judaísta y secular-filosófica en medio de desencuentros eróticos y familiares que enrumba la trama por senderos motivadores o la muy bien ambientada, aunque finalmente excesiva "La resurrección de los muertos",de Michel Gondry, aceptable mezcla de ciencia-ficción, metafísica y suspense.
A medio camino quedaron otros, como "Me ha dicho un pajarito", de Pascal Thomas, basada en una obra (poco conocida entre nosotros) de Agatha Crhistie, de notable arranque sin embargo enturbiado, en el desarrollo, por demasiadas e inncesarias complicaciones argumentales que el director no resuelve muy bien, o "Una víbora en el puño", de Philippe de Broca (El hombre de Río), basada en el betseller autobiográfico de Hervé Bazin, seguida con el buen pulso narrativo a que nos tiene acostumbrados el veterano director aunque excesiva en detalles y anecdotismo.
LO MEJOR
Claro que, como en todo maratón cinematográfico, se apreciaron varios momentos altos: "Backstage", de Emmanuelle Bercot, eficaz periplo sobre la obsesiva persecusión de una adolescente por una cantante que idolatra; los contrastes entre vida provinciana y capitalina, entre deslumbramiento erótico y proyección sexual, entre sueños y realidades, se encauza con excelente pulso narrativo y brillantes actuaciones.
La violencia y la energía que diseñan "Les mauvais Joueurs" (Los malos jugadores), de Fréderic Balekdjian, sobre la vida de los chinos en París, conforma uno de los títulos más certeramente narrados, con personajes mejor construídos y con una historia llena de paratextos y subtextos bien motivadores.
Mientras la apenas perceptible ironía y el sabio encadenamiento de acciones en "Habla, no más!", de Jeanne Labrune, aportó una comedia sutil, minimalista y bien orientada. Si de mezcla de tonos se hablara, los dos registros (trági-cómico) confluyen admirablemente en "El papel de su vida", de Steve Suissa: ciertamente, el equilibrio dramático es lo más elogiable en un film donde las relaciones entre el arte escénico y el área afectiva se entremezclan con profusión de matices, y al que, por ello, hay que perdonar ciertos coqueteos molestos con el melodrama más ramplón.
Dentro de una elogiable programación infantil a base sobre todo de cortos animados, sobresalió el largo "La profecía de las ranas", de Jacques-Remy Girerd, que con sentido del humor, ingenio y certeros trazos ofrece una versión hermosa y sensible sobre el diluvio bíblico, que disfrutan tanto adultos como pequeños.
En tanto actuaciones (esa escuela ancestral en Francia) destaquemos los siempre brillantes Daniel Auteuil y Gérard Depardieu (Cara a Cara), Stéphane Freiss (El papel de su vida), Gael García Bernal (La ciencia de los sueños) y todo el elenco de "Malos jugadores", así como las féminas Catherine Frot, la "estrella" de este año (Una víbora en el puño, Me lo ha dicho un pajarito), Sylvie Testud y Victoria Abril (Habla, no más), Isild Le Besco y Noémi Lvovski (Backstage), Charlotte Rampling y Karel Young (Hacia el sur) y Nathalie Baye (El pequeño teniente).
De modo que, como vemos, el Festival de cine francés, si bien no dio mucho motivo de fiesta con respecto a las películas por sí mismas, sí lo fue, en buena medida, de brillantes desempeños actorales.