El cine comparte protagonismo con la artesanía, la danza y la música en el Festival Présence Autochtone de Montreal
- por © María G. Bravo (Enviada especial)-NOTICINE.com
18-VI-07
Desde el centro de Montreal, el parque Émile-Gamelin se convierte en el espacio del intercambio, aunque en el trueque hoy día intervengan monedas y billetes. Los artesanos, refugiados del calor en sus tipis, muestran su trabajo con el orgullo de la experiencia, de la sabiduría que da un oficio transmitido a través de las generaciones. La belleza de un "atrapasueños" único salido de la cornamenta de un caribú, cestas que toman forma a partir de cortezas de arce; la piel que se tensa para la música en los tambores; los dientes de oso convertidos en colgantes protectores o el tronco de madera del que emerge la piragua hablan de un tradición única, la que se exhibe estos días en el Festival de la Présence Autochtone de Montreal.
El evento se convierte en algo más que la voz, la palabra o las imágenes de las obras que se proyectan en la NFB (National Film Board of Canada), en la Cinémateque québécoise o en el Café l'Utopik. Es una muestra que se vive en conjunto y que protagoniza la ciudad: en la muestra "Paths of Identity" que se exhibe en la Grande Bibliothéque, en la que acoge el Canadian Guild of Crafts: "Horizons", en los talleres de trabajo y en la muestra de artesanía, danza y música de Émile-Gamelin.
El corazón de la ciudad late con los ritmos, acentos y colores de las Primeras Naciones; se mueve al ritmo de los tambores, del quejido y de la danza de pueblos nativos venidos de todas las regiones de Canadá en una fiesta que este año tiene un invitado especial: los Borucas, uno de los 24 pueblos aborígenes de Costa Rica. La memoria ancestral de un pueblo con una lengua que ha sido protegida desde las escuelas, con una probada conexión con los Chibcha del norte de sur y centroamérica, se refleja aquí, en Montreal, de la mano de las tejedoras Marina y Margarita Lázaro y de José González, artesano de máscaras.
Entre todos conforman otra de las visiones del Festival, que acerca la cultura de los pueblos amerindios al público de una manera única: haciéndolo partícipe de su historia, de su arte, de su música y su danza pero también de su propia crítica, de sus expectativas, de sus progresos, de su idea de futuro, como muestran los fotogramas de las obras que se proyectan en la competición audiovisual.
La cita por excelencia del cine indígena cede el protagonismo a la muestra artesanal durante el fin de semana en el parque Émile-Gamelin.
Desde el centro de Montreal, el parque Émile-Gamelin se convierte en el espacio del intercambio, aunque en el trueque hoy día intervengan monedas y billetes. Los artesanos, refugiados del calor en sus tipis, muestran su trabajo con el orgullo de la experiencia, de la sabiduría que da un oficio transmitido a través de las generaciones. La belleza de un "atrapasueños" único salido de la cornamenta de un caribú, cestas que toman forma a partir de cortezas de arce; la piel que se tensa para la música en los tambores; los dientes de oso convertidos en colgantes protectores o el tronco de madera del que emerge la piragua hablan de un tradición única, la que se exhibe estos días en el Festival de la Présence Autochtone de Montreal.
El evento se convierte en algo más que la voz, la palabra o las imágenes de las obras que se proyectan en la NFB (National Film Board of Canada), en la Cinémateque québécoise o en el Café l'Utopik. Es una muestra que se vive en conjunto y que protagoniza la ciudad: en la muestra "Paths of Identity" que se exhibe en la Grande Bibliothéque, en la que acoge el Canadian Guild of Crafts: "Horizons", en los talleres de trabajo y en la muestra de artesanía, danza y música de Émile-Gamelin.
El corazón de la ciudad late con los ritmos, acentos y colores de las Primeras Naciones; se mueve al ritmo de los tambores, del quejido y de la danza de pueblos nativos venidos de todas las regiones de Canadá en una fiesta que este año tiene un invitado especial: los Borucas, uno de los 24 pueblos aborígenes de Costa Rica. La memoria ancestral de un pueblo con una lengua que ha sido protegida desde las escuelas, con una probada conexión con los Chibcha del norte de sur y centroamérica, se refleja aquí, en Montreal, de la mano de las tejedoras Marina y Margarita Lázaro y de José González, artesano de máscaras.
Entre todos conforman otra de las visiones del Festival, que acerca la cultura de los pueblos amerindios al público de una manera única: haciéndolo partícipe de su historia, de su arte, de su música y su danza pero también de su propia crítica, de sus expectativas, de sus progresos, de su idea de futuro, como muestran los fotogramas de las obras que se proyectan en la competición audiovisual.
La cita por excelencia del cine indígena cede el protagonismo a la muestra artesanal durante el fin de semana en el parque Émile-Gamelin.