Dos historias particulares para retratar dos paises, cierran la Mostra
- por © E.E. (Venecia)-NOTICINE.com-Fotos: AP/Reuters
7-IX-07
Dos veteranos y reconocidos cineastas, el ruso Nikita Mijalkov, y el egipcio Youssef Chahine, se dieron cita este viernes en la última jornada competitiva de la 64 Mostra de Venecia para, a partir de sendas historias personales, dibujar la realidad y los conflictos de sus respectivas naciones. Sin llegar a cambiar los pronósticos previos, "12", de Mijalkov, y "Heya Fawda", de Chahine, han cerrado dignamente el concurso, cuyo veredicto conoceremos este sábado. Suenan para premio la tunecino-francesa "La graine et le mulet" d'Abdellatif Kechiche, y las norteamericanas "Redacted" y "The Valley of Elah".
Si ambas cintas hablan del actual conflicto bélico en el que están enfrascados los invasores norteamericanos en Irak, también lo hace sobre la suya, la de Chechenia, Nikita Mijalkov, el cineasta más reconocido de la última etapa soviética, con films como "Ojos negros", "Sin testigos" o "Algunos días en la vida de Oblomov", luego convertido en personaje clave del cine postcomunista, como director del Festival de Moscú, e incluso con veleidades políticas, mientras ha seguido haciendo cine, siendo muy recordadas "Urga", "El barbero de Siberia" (un exitazo en Rusia) y sobre todo "Quemado por el sol", que le hizo ganar un Oscar.
Quizás a falta de otra inspiración, decidió nada menos que hacer un "remake" de aquella "Doce hombres sin piedad" de Lumet, la claustrofóbica historia de 11 jurados que están dispuestos a condenar a un reo a la pena de muerte, pero no sin antes verse obligados a convencer al número 12, quien tiene serias dudas sobre su culpabilidad y acaba volviendo la situación del revés.
Hay que reconocer que "12" es una cinta valiente, porque el cineasta y actor, una de las personalidades más cautivadoras que uno conoce en este mundillo del cine, capaz de seducir a toda una banda de periodistas internacionales gracias a su sentido del humor, y a esas anecdotas mezcladas con argumentos filosóficos fáciles de compartir, aprovecha las diversas personalidades de esos jurados para ilustrar a los diferentes sectores que conviven en su país, aquí reunidos para decidir sobre la suerte de un chico checheno acusado de haber apuñalado a su suegro, oficial del ejército ruso.
Estamos pues ante una clarísima adaptación a la actual Rusia de lo que hace medio siglo escribió Reginald Rose para su obra teatral "Twelve angry men", llevada al cine en 1957 por el entoces debutante Sidney Lumet. Y adaptar implica en este caso redibujar, "rusificar", para como en la obra original ofrecer un completo esbozo de una sociedad como la norteamericana de entonce.
Al igual que en la pieza primigenia y la película, Mijalkov ubica a sus personajes en la sala de deliberaciones, un gimnasio, aunque para subrayar lo que se dice del conflicto checheno no duda en mostrarnos imágenes de la desolación y la muerte. Quizás se le pueda achacar al cineasta ruso el excesivo metraje, mucho monólogo, y cierto tono trascendentalista, aunque ello no evita que "12" resulte interesante como reflejo de los males que aquejan a su país, la corrupción, la ambición, la miseria intelectual y humana. Curiosamente, al final es precisamente el telón de fondo, esa guerra de Chechenia de la que tan poca información nos llega, la que sea lo menos claro, especialmente para el espectador extranjero que desconoce sus orígenes y motivaciones.
También el octogenario Chahine, uno de los pocos cineastas árabes reconocidos en Occidente, toma un círculo limitado, en este caso un trío de dos hombres y una mujer, como semilla de una historia que se ramifica hasta mostrar el rico paisaje humano de un barrio residencial de El Cairo. Sus tres personajes son un policía corrupto que controla despóticamente a la ciudadanía, una mujer por la que se siente atraído, pero que lo rechaza y es la única que se atreve a hacerle frente, y el hombre al que ella ama, un funcionario virtuoso.
"Heya Fawda" (Caos), codirigida por Jaled Yousef, revela las injusticias del Egipto dividido entre las ancestrales y conservadoras creencias islámicas y la convivencia con una sociedad moderna, occidental, consumista y liberal que tiene demasiado cerca. No disimulan sus directores la denuncia del machismo y de la ausencia de derechos de unas mujeres que -han dicho aquí- están como mínimo medio siglo por detrás de Europa. Pero, además, Chahine va más allá criticando a un poder político que hace oidos sordos cuando no promueve claramente la corrupción, una enfermedad que ha dicho "viene y va constantemente en mi país".
En esta última jornada sabatina, aparte de la entrega de los premios del jurado internacional, el italiano Bernardo Bertolucci tiene asegurado su León de Oro, que recibirá como reconocimiento a toda su carrera. Otros receptores podrían ser quizás Cate Blanchett, por su interpretación insólita de Bob Dylan ("I'm not there"), o la tierna en casa y despiadada con sus empleados Kierston Wareing, la de la cinta de Loach "It's a free world". Por parte masculina, se habla de Michael Caine y Jude Law, los nuevos protagonistas de "La huella", y del norteamericano Tommy Lee Jones, inconmensurable en "The Valley of Elah". La solución, en unas horas en un Lido este año no muy favorecido por la climatología la mayor parte de estos días de la Mostra.
Dos veteranos y reconocidos cineastas, el ruso Nikita Mijalkov, y el egipcio Youssef Chahine, se dieron cita este viernes en la última jornada competitiva de la 64 Mostra de Venecia para, a partir de sendas historias personales, dibujar la realidad y los conflictos de sus respectivas naciones. Sin llegar a cambiar los pronósticos previos, "12", de Mijalkov, y "Heya Fawda", de Chahine, han cerrado dignamente el concurso, cuyo veredicto conoceremos este sábado. Suenan para premio la tunecino-francesa "La graine et le mulet" d'Abdellatif Kechiche, y las norteamericanas "Redacted" y "The Valley of Elah".
Si ambas cintas hablan del actual conflicto bélico en el que están enfrascados los invasores norteamericanos en Irak, también lo hace sobre la suya, la de Chechenia, Nikita Mijalkov, el cineasta más reconocido de la última etapa soviética, con films como "Ojos negros", "Sin testigos" o "Algunos días en la vida de Oblomov", luego convertido en personaje clave del cine postcomunista, como director del Festival de Moscú, e incluso con veleidades políticas, mientras ha seguido haciendo cine, siendo muy recordadas "Urga", "El barbero de Siberia" (un exitazo en Rusia) y sobre todo "Quemado por el sol", que le hizo ganar un Oscar.
Quizás a falta de otra inspiración, decidió nada menos que hacer un "remake" de aquella "Doce hombres sin piedad" de Lumet, la claustrofóbica historia de 11 jurados que están dispuestos a condenar a un reo a la pena de muerte, pero no sin antes verse obligados a convencer al número 12, quien tiene serias dudas sobre su culpabilidad y acaba volviendo la situación del revés.
Hay que reconocer que "12" es una cinta valiente, porque el cineasta y actor, una de las personalidades más cautivadoras que uno conoce en este mundillo del cine, capaz de seducir a toda una banda de periodistas internacionales gracias a su sentido del humor, y a esas anecdotas mezcladas con argumentos filosóficos fáciles de compartir, aprovecha las diversas personalidades de esos jurados para ilustrar a los diferentes sectores que conviven en su país, aquí reunidos para decidir sobre la suerte de un chico checheno acusado de haber apuñalado a su suegro, oficial del ejército ruso.
Estamos pues ante una clarísima adaptación a la actual Rusia de lo que hace medio siglo escribió Reginald Rose para su obra teatral "Twelve angry men", llevada al cine en 1957 por el entoces debutante Sidney Lumet. Y adaptar implica en este caso redibujar, "rusificar", para como en la obra original ofrecer un completo esbozo de una sociedad como la norteamericana de entonce.
Al igual que en la pieza primigenia y la película, Mijalkov ubica a sus personajes en la sala de deliberaciones, un gimnasio, aunque para subrayar lo que se dice del conflicto checheno no duda en mostrarnos imágenes de la desolación y la muerte. Quizás se le pueda achacar al cineasta ruso el excesivo metraje, mucho monólogo, y cierto tono trascendentalista, aunque ello no evita que "12" resulte interesante como reflejo de los males que aquejan a su país, la corrupción, la ambición, la miseria intelectual y humana. Curiosamente, al final es precisamente el telón de fondo, esa guerra de Chechenia de la que tan poca información nos llega, la que sea lo menos claro, especialmente para el espectador extranjero que desconoce sus orígenes y motivaciones.
También el octogenario Chahine, uno de los pocos cineastas árabes reconocidos en Occidente, toma un círculo limitado, en este caso un trío de dos hombres y una mujer, como semilla de una historia que se ramifica hasta mostrar el rico paisaje humano de un barrio residencial de El Cairo. Sus tres personajes son un policía corrupto que controla despóticamente a la ciudadanía, una mujer por la que se siente atraído, pero que lo rechaza y es la única que se atreve a hacerle frente, y el hombre al que ella ama, un funcionario virtuoso.
"Heya Fawda" (Caos), codirigida por Jaled Yousef, revela las injusticias del Egipto dividido entre las ancestrales y conservadoras creencias islámicas y la convivencia con una sociedad moderna, occidental, consumista y liberal que tiene demasiado cerca. No disimulan sus directores la denuncia del machismo y de la ausencia de derechos de unas mujeres que -han dicho aquí- están como mínimo medio siglo por detrás de Europa. Pero, además, Chahine va más allá criticando a un poder político que hace oidos sordos cuando no promueve claramente la corrupción, una enfermedad que ha dicho "viene y va constantemente en mi país".
En esta última jornada sabatina, aparte de la entrega de los premios del jurado internacional, el italiano Bernardo Bertolucci tiene asegurado su León de Oro, que recibirá como reconocimiento a toda su carrera. Otros receptores podrían ser quizás Cate Blanchett, por su interpretación insólita de Bob Dylan ("I'm not there"), o la tierna en casa y despiadada con sus empleados Kierston Wareing, la de la cinta de Loach "It's a free world". Por parte masculina, se habla de Michael Caine y Jude Law, los nuevos protagonistas de "La huella", y del norteamericano Tommy Lee Jones, inconmensurable en "The Valley of Elah". La solución, en unas horas en un Lido este año no muy favorecido por la climatología la mayor parte de estos días de la Mostra.