OPINIÓN: Por una unión en el cine argentino
- por © J.C. Campanella / DAC-NOTICINE.com
26-VI-03
Ponemos con este artículo el punto final a la serie de opiniones y comentarios que inició el realizador Bebe Kamin sobre el supuesto cisma argentino entre los nuevos cineastas independientes del país y los ya consagrados, al que siguieron luego Juan Carlos Campanella, Rodrigo Moscoso y Héctor Olivera. Algunas de sus opiniones derivaron luego en una crítica a la crítica, dirigida fundamentalmente al responsable de la revista El Amante y director del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, Quintín Antín, y en peticiones de unidad entre todos, tal vez orientadas a la creación de una Academia del cine nacional, similar a las existentes en Estados Unidos, México y paises europeos como Gran Bretaña, Francia y España, apuntada por el director Campanella. Precisamente el autor de "El hijo de la novia" es quien firma este último texto que reproducimos en el párrafo siguiente. En contacto con Antín, éste dijo amablemente a NOTICINE.com que prefería no participar en el debate.
Leo sin sorpresa los extractos de la nota de Quintín en el Cahiers du Cinema sobre el nuevo cine argentino. Después de todo es la misma persona que se pasó un año y medio paseando por los Festivales del mundo con dinero de los ciudadanos tratando de convencer a los directores de Festivales que programen las películas de sus amigos y no las “simples comedietas” como la mía (la programaron igual). El mismo que ruega a sus lectores que no vayan a ver las películas que no le rinden pleitesía (van igual), y que vayan a ver las que él prefiere (no van). Por favor, hagamos con él lo mismo que sus lectores y los otros directores de Festivales: ignorémoslo. Como crítico o analista sigue siendo tan inofensivo como cuando era lineman de primera B, su trabajo anterior en el que también miraba el partido desde afuera de la cancha.
No perdamos el foco. Busquemos la unión entre todos los que hacemos cine, los “nuevos” y los “viejos”. Esta es una discusión absolutamente estéril. Fue apenas ayer que “Los chicos de la guerra” o “Mirta, de Liniers a Estambul” conmovían a una generación, marcando el enésimo nacimiento de otro “Nuevo Cine Argentino”. Me causa gracia cuando para algunos, en lo que me pareció ser sólo un abrir y cerrar de ojos, estos directores son considerados “viejos”. Y pienso que mañana nomás alguien se va a referir a Lucrecia Martel o Martín Rejtman como “dinosaurios”. Y ratifico que el cine argentino nos dio una muestra de ingenio tan brillante como “Los Muchachos de Antes No Usaban Arsénico”, y todos debemos sacarnos el sombrero ante la eterna “La Tregua”.
“Viejos” o “Nuevos”. Qué discusión tan pequeña. Dejemoselá a un pequeño. Que se entretenga con ella, como un perrito buscando carne en un hueso de goma. Como cineastas, tenemos la obligación de aprender de lo mejor de todos los que nos precedieron, de enriquecernos con el trabajo de nuestros contemporáneos, y de renovarnos con las obras de los que nos siguen. En el cine, como en todas las artes, hay espacio para el clasicismo y la vanguardia. Para el drama más intenso y la comedia más procaz.
Recuerdo una tarde de 1977, salir conmocionado del Cosmos luego de ver “Pasaron Las Grullas” y meterme en el Sarmiento a ver “Las Turistas Quieren Guerra”, en una tarde de cine gloriosa. No dejemos que un envenenado que responde quién sabe a qué intereses (seguramente los propios, ya que la “boutade” es su única manera de hacerse notar) nos dicte el camino.
Somos todos partes de lo mismo, en constante renovación y permanente crecimiento. Formemos una Academia que una a todos, y juntos, democráticamente, encaremos las grandes cuestiones transversales de nuestro cine. Y como decía un poster que leí hace un tiempo: “Nunca te pelees con un chancho. Se ensucian los dos, y al chancho le gusta".
Ponemos con este artículo el punto final a la serie de opiniones y comentarios que inició el realizador Bebe Kamin sobre el supuesto cisma argentino entre los nuevos cineastas independientes del país y los ya consagrados, al que siguieron luego Juan Carlos Campanella, Rodrigo Moscoso y Héctor Olivera. Algunas de sus opiniones derivaron luego en una crítica a la crítica, dirigida fundamentalmente al responsable de la revista El Amante y director del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, Quintín Antín, y en peticiones de unidad entre todos, tal vez orientadas a la creación de una Academia del cine nacional, similar a las existentes en Estados Unidos, México y paises europeos como Gran Bretaña, Francia y España, apuntada por el director Campanella. Precisamente el autor de "El hijo de la novia" es quien firma este último texto que reproducimos en el párrafo siguiente. En contacto con Antín, éste dijo amablemente a NOTICINE.com que prefería no participar en el debate.
Leo sin sorpresa los extractos de la nota de Quintín en el Cahiers du Cinema sobre el nuevo cine argentino. Después de todo es la misma persona que se pasó un año y medio paseando por los Festivales del mundo con dinero de los ciudadanos tratando de convencer a los directores de Festivales que programen las películas de sus amigos y no las “simples comedietas” como la mía (la programaron igual). El mismo que ruega a sus lectores que no vayan a ver las películas que no le rinden pleitesía (van igual), y que vayan a ver las que él prefiere (no van). Por favor, hagamos con él lo mismo que sus lectores y los otros directores de Festivales: ignorémoslo. Como crítico o analista sigue siendo tan inofensivo como cuando era lineman de primera B, su trabajo anterior en el que también miraba el partido desde afuera de la cancha.
No perdamos el foco. Busquemos la unión entre todos los que hacemos cine, los “nuevos” y los “viejos”. Esta es una discusión absolutamente estéril. Fue apenas ayer que “Los chicos de la guerra” o “Mirta, de Liniers a Estambul” conmovían a una generación, marcando el enésimo nacimiento de otro “Nuevo Cine Argentino”. Me causa gracia cuando para algunos, en lo que me pareció ser sólo un abrir y cerrar de ojos, estos directores son considerados “viejos”. Y pienso que mañana nomás alguien se va a referir a Lucrecia Martel o Martín Rejtman como “dinosaurios”. Y ratifico que el cine argentino nos dio una muestra de ingenio tan brillante como “Los Muchachos de Antes No Usaban Arsénico”, y todos debemos sacarnos el sombrero ante la eterna “La Tregua”.
“Viejos” o “Nuevos”. Qué discusión tan pequeña. Dejemoselá a un pequeño. Que se entretenga con ella, como un perrito buscando carne en un hueso de goma. Como cineastas, tenemos la obligación de aprender de lo mejor de todos los que nos precedieron, de enriquecernos con el trabajo de nuestros contemporáneos, y de renovarnos con las obras de los que nos siguen. En el cine, como en todas las artes, hay espacio para el clasicismo y la vanguardia. Para el drama más intenso y la comedia más procaz.
Recuerdo una tarde de 1977, salir conmocionado del Cosmos luego de ver “Pasaron Las Grullas” y meterme en el Sarmiento a ver “Las Turistas Quieren Guerra”, en una tarde de cine gloriosa. No dejemos que un envenenado que responde quién sabe a qué intereses (seguramente los propios, ya que la “boutade” es su única manera de hacerse notar) nos dicte el camino.
Somos todos partes de lo mismo, en constante renovación y permanente crecimiento. Formemos una Academia que una a todos, y juntos, democráticamente, encaremos las grandes cuestiones transversales de nuestro cine. Y como decía un poster que leí hace un tiempo: “Nunca te pelees con un chancho. Se ensucian los dos, y al chancho le gusta".