OPINION: Los problemas de comercialización del cine argentino
- por © InfoDAC/Redacción-NOTICINE.com
10-VI-04
Pese a la vitalidad y el reconocimiento internacional del que goza el creciente cine argentino, las películas nacionales continúan teniendo problemas para manternerse en cartelera y tener un buen desempeño en la taquilla, ante el avance de las superproducciones de Hollywood, que en este momento del año abarrotan las salas. En el boletín de la asociación de Directores Argentinos Cinematográficos se publicó un editorial sobre este tema, que reproducimos a continuación.
Otras veces se ha dicho, pero hoy más que nunca conviene repetirlo: producir una película es sin duda una tarea difícil, pero ubicarla en el mercado resulta un desafío mucho más difícil aún, particularmente cuando nos referimos a la casi totalidad de las pequeñas y medianas empresas argentinas (directores / productores) aquellas que ofertan cerca del 90% de la producción nacional, carentes de sistemas adecuados de promoción, publicidad, mercadeo y comercialización.
Es sabido que mientras los grandes "tanques" hollywoodenses, que costaron 100 o 200 millones de dólares son promovidos por todos los medios locales desde mucho antes de su llegada al país (basta observar su presencia multitudinaria en la televisión, la radio y la prensa) y que disponen además de más de cien copias para su lanzamiento en otras tantas pantallas, las películas argentinas soportan enormes desventajas, obligadas a competir en las escasas salas que les quedan, en las fechas que los exhibidores determinan y en los horarios de rezago que les imponen.
Ello explica, entre otras cosas, que los films argentinos del último período, tanto los producidos por los nuevos realizadores jóvenes como por los no tan nuevos, encuentren cada vez más dificultades para acceder a su destinatario directo e inmediato, que es el público argentino y que sólo algunas raras excepciones puedan encontrar cabida en circuitos probadamente comerciales de otros países. Un ejemplo reciente afectó a películas de muy distinto tipo, como fueron "Luna de Avellaneda", de Juan José Campanella y "Los guantes mágicos", de Martín Rejtman, obligadas a reducir el número de sus funciones, para dar paso a superproducciones norteamericanas que, además, tienen un lanzamiento simultáneo y multimillonario a escala mundial.
Esta situación pone en crisis la comercialización de películas nacionales (y obviamente, a la propia producción), afectando particularmente a los títulos que no cuentan con poderosos recursos de lanzamiento y promoción (que conforman la absoluta mayoría de los films producidos) y obliga a "convencer" a quienes dominan los circuitos de comercialización -en su mayor parte manejados por los multicines y las majors- a dedicar un número determinado de salas para el cine argentino con todos los horarios de proyección posibles, o a aplicar de manera irrestricta la cuota de pantalla obligatoria que prevé la Ley de Cine, según la reglamentación que se establezca (en Brasil son 90 días al año los que deben dedicarse a la exhibición de películas de dicho país).
Pueden agregarse, y será necesario, otras medidas y también cabe debatir o reconsiderar alguna de las planteadas. Pero no hay duda que productores, directores y distribuidores y exhibidores deberán celebrar acuerdos, respetuosos de las partes, pero destinados a incrementar y mejorar la calidad de la producción cinematográfica nacional y posicionar adecuadamente ésta en todas las salas del país.
Pese a la vitalidad y el reconocimiento internacional del que goza el creciente cine argentino, las películas nacionales continúan teniendo problemas para manternerse en cartelera y tener un buen desempeño en la taquilla, ante el avance de las superproducciones de Hollywood, que en este momento del año abarrotan las salas. En el boletín de la asociación de Directores Argentinos Cinematográficos se publicó un editorial sobre este tema, que reproducimos a continuación.
Otras veces se ha dicho, pero hoy más que nunca conviene repetirlo: producir una película es sin duda una tarea difícil, pero ubicarla en el mercado resulta un desafío mucho más difícil aún, particularmente cuando nos referimos a la casi totalidad de las pequeñas y medianas empresas argentinas (directores / productores) aquellas que ofertan cerca del 90% de la producción nacional, carentes de sistemas adecuados de promoción, publicidad, mercadeo y comercialización.
Es sabido que mientras los grandes "tanques" hollywoodenses, que costaron 100 o 200 millones de dólares son promovidos por todos los medios locales desde mucho antes de su llegada al país (basta observar su presencia multitudinaria en la televisión, la radio y la prensa) y que disponen además de más de cien copias para su lanzamiento en otras tantas pantallas, las películas argentinas soportan enormes desventajas, obligadas a competir en las escasas salas que les quedan, en las fechas que los exhibidores determinan y en los horarios de rezago que les imponen.
Ello explica, entre otras cosas, que los films argentinos del último período, tanto los producidos por los nuevos realizadores jóvenes como por los no tan nuevos, encuentren cada vez más dificultades para acceder a su destinatario directo e inmediato, que es el público argentino y que sólo algunas raras excepciones puedan encontrar cabida en circuitos probadamente comerciales de otros países. Un ejemplo reciente afectó a películas de muy distinto tipo, como fueron "Luna de Avellaneda", de Juan José Campanella y "Los guantes mágicos", de Martín Rejtman, obligadas a reducir el número de sus funciones, para dar paso a superproducciones norteamericanas que, además, tienen un lanzamiento simultáneo y multimillonario a escala mundial.
Esta situación pone en crisis la comercialización de películas nacionales (y obviamente, a la propia producción), afectando particularmente a los títulos que no cuentan con poderosos recursos de lanzamiento y promoción (que conforman la absoluta mayoría de los films producidos) y obliga a "convencer" a quienes dominan los circuitos de comercialización -en su mayor parte manejados por los multicines y las majors- a dedicar un número determinado de salas para el cine argentino con todos los horarios de proyección posibles, o a aplicar de manera irrestricta la cuota de pantalla obligatoria que prevé la Ley de Cine, según la reglamentación que se establezca (en Brasil son 90 días al año los que deben dedicarse a la exhibición de películas de dicho país).
Pueden agregarse, y será necesario, otras medidas y también cabe debatir o reconsiderar alguna de las planteadas. Pero no hay duda que productores, directores y distribuidores y exhibidores deberán celebrar acuerdos, respetuosos de las partes, pero destinados a incrementar y mejorar la calidad de la producción cinematográfica nacional y posicionar adecuadamente ésta en todas las salas del país.