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La cineasta uruguaya Beatriz Flores Silva, reconocida por películas como "En la puta vida" y "Pepita la pistolera", presenta una retrospectiva de su obra cinematográfica en la sala Félix Oliver de +Cinemateca, un evento gratuito en la capital uruguaya que estará abierto al público desde este lunes al 2 de abril. "Hay cosas que hacía muchísimo tiempo que no veía, sobre todo los cortometrajes, que fueron hechos con mucho sacrificio", contó Flores.

En sus películas, la esencia del cine de Flores Silva puede captarse en escenas tan emblemáticas como la de una madre enfrentando el caos de la ciudad en medio de una lucha con su paraguas y el asa de su cartera. O la de una mujer tocando una melodía en un piano sumergido en objetos abandonados mientras fuera, el fuego lo consume todo.

En una entrevista con La Diaria Cultura, Flores Silva comparte cómo compagina su trabajo como docente en dirección de actores con la escritura de un guion y la subtitulación al francés de su corto "Las lagartijas" (1989). Para ella, el ritmo de trabajo nunca ha cambiado, incluso en sus primeros años, cuando regresó a Uruguay para filmar "La historia casi verdadera de Pepita la Pistolera" (1993) tras completar sus estudios de dirección en Bélgica. "Cuando yo estudié en Bélgica, fui la única estudiante que, en 60 años de escuela, hizo los estudios completos de realización cinematográfica teniendo hijos. Los que me tomaron el examen de ingreso me dijeron que era imposible que lo lograra por la dedicación que suponía. Mis hijos tenían uno y tres años. Entonces aprendí a no dormir", bromeaba la cineasta en declaraciones a La Diaria.



Durante la década de 1990, continuó dirigiendo, buscando financiamiento para sus proyectos y consolidándose como una figura clave en la enseñanza cinematográfica. Así, se convirtió en una de las fundadoras de la Escuela de Cine del Uruguay (ECU). Además, fue presidenta de la Asociación de Productores de Cine y Video del Uruguay. En 2001 le llegó el éxito con "En la puta vida", que, además de ser su primera incursión en el largometraje, se convirtió en la película más taquillera del cine uruguayo recibiendo 145 000 espectadores.

En cuanto a su visión del cine en su país, Beatriz defiende la pluralidad de voces y estéticas que caracteriza a la cinematografía nacional, desafiando la idea de que el cine uruguayo es monótono o gris. "Para mí no existe un cine uruguayo. Lo que logramos los de mi generación fue una pluralidad de voces y de estéticas", aseguraba.

"Hay distintas etapas en la vida de una persona y hay que dejarles el lugar a los otros. También hubo algunas decepciones. A mí nunca me importó brillar, aunque está bueno cuando muchas personas van a ver tu película al cine. Ahora sigo trabajando en diferentes proyectos, con la esperanza de que en algún momento se concrete alguno, pero también escribo por encargo", agregaba.

A veces parece que me hubiera alejado del cine, pero en realidad de lo que me alejé fue de las asociaciones. Fueron muchos años de trabajo y de que a veces alguien se molestara porque me tocaba viajar a mí para pelear por fondos".

Finalmente, sobre su alejamiento de la Escuela de Cine del Uruguay, Beatriz señalaba su enfoque práctico del cine, basado en la experimentación y el trabajo real de autor, como la razón principal de su salida: "No podés ser director de cine sólo mirando lo que hacen otros", decía la realizadora.

Ahora, entre el 24 de marzo y el 2 de abril, la sala Félix Oliver de la plataforma de streaming +Cinemateca, en Montevideo, ofrece una retrospectiva de su obra dentro del ciclo Realizadoras, donde se exhibirán no solo "En la puta vida" y "Pepita la pistolera", sino también "Polvo nuestro que estás en los cielos" (2008) y los cortometrajes "La honestidad" (1992) y "El pozo" (1988).

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