Lucrecia Martel critica a Netflix y llama a reflejar realidades inéditas sin necesidad de respaldos gubernamentales
- por © Corresponsal (Colombia)-NOTICINE.com

La cineasta argentina Lucrecia Martel dejará algunos de los recuerdos más señalados de la edición 2025 del Bogotá Audiovisual Market (BAM), que se cerraba este viernes. La autora de "La Ciénaga" y "Zama", considerada una de las directoras contemporáneas más importantes de América Latina, compartió sus ideas sobre una amplia gama de temáticas en su clase magistral, del cambio climático a las plataformas, pasando por lo que hay que contar en el cine y cómo hacerlo, la Inteligencia Artificial y la dependencia de los fondos públicos a la hora de producir.
Martel destacó la apuesta colombiana por la formación en producción y la reflexión crítica sobre el sector audiovisual. "En Argentina no lo hicimos a tiempo, y ahora estamos intentando recuperar terreno. Hay algo incómodo cuando hablamos de 'industria', porque implica políticas públicas, empleo, estructuras", señaló. Con un cuaderno de notas en la mano, abordó cuestiones que reconoció no invitan al optimismo o la esperanza: "El planeta está al borde del colapso. Esta primera parte de la charla es deprimente, lo siento. La segunda hora, llena de alegría, está programada para el año que viene", dijo con ironía. Habló de procesos irreversibles, como la acidificación de los océanos y el deshielo del permafrost. "Es como si los mamuts atrapados en el hielo estuvieran a punto de reaparecer. Y en las fosas marinas más profundas ya hay criaturas con microplásticos en sus cuerpos. Ni siquiera las conocíamos, pero ellas ya llevaban nuestro rastro".
Sobre el propósito del cine, Martel fue contundente: "¿Para qué sirve la cultura? En cuanto hablamos de ella, todos adoptan un tono solemne, como si fuera algo sagrado. Pero mi teoría es que la cultura es una forma de guerra ecológica". Recordó cómo Hollywood creció durante las guerras mundiales, desplazando al cine europeo. "Las películas transmitían valores heroicos, construyeron la narrativa de que Occidente —y dentro de él, EEUU— era el 'lado correcto'. Y lo lograron con cintas brillantes, como 'Casablanca'".
Advirtió contra la idealización de la cultura: "No somos automáticamente los buenos. La cultura no es inherentemente positiva. Si busca imponer cualquier valor —tradicional o progresista— como hegemónico, termina en el mismo lugar: cucarachas transparentes en el fondo del mar con plástico en el cerebro".
En lo que fue el núcleo de su intervención en el Bogotá Audiovisual Market, la reconocida directora argentina hizo un llamado contundente a las nuevas generaciones de cineastas: abandonar los referentes gastados y atreverse a mirar la realidad latinoamericana con ojos nuevos. "El cine que necesitamos hoy no puede seguir replicando fórmulas ya agotadas", afirmó Martel ante un auditorio repleto de jóvenes realizadores. Su crítica apuntaba a esas narrativas predecibles que, según ella, han terminado por convertirse en una especie de "manual de instrucciones" para hacer películas en la región.
Lo revolucionario, planteó, estaría en aprender a observar lo que siempre ha estado ahí pero que el cine ha ignorado sistemáticamente. "¿Cuántas historias ocurren cada día en los barrios que nunca llegan a las pantallas? ¿Cuántos gestos, voces y ritmos cotidianos hemos dejado fuera por pensar que no eran 'cinematográficos'?", cuestionó.
Martel propuso un ejercicio radical de atención al entorno inmediato. "Hay que desaprender lo que nos han enseñado que debe ser el cine. Los referentes clásicos ya dieron lo que tenían que dar. Ahora toca inventar desde lo que somos y lo que vemos cada día al salir a la calle".
Sobre el panorama actual, Martel criticó la concentración del poder audiovisual en unas pocas empresas. "Antes nos quejábamos de que seis o siete majors controlaban la distribución mundial. Ahora hay solo uno o dos países dominantes, con plataformas que preservan —y deciden— qué se produce". Puso en duda el papel de Netflix en América Latina: "Es una empresa estadounidense. ¿Realmente responde a nuestros intereses? Que de vez en cuando estrene una 'Roma' en blanco y negro no cambia nada. Es como soltar a un prisionero de vez en cuando". Sin embargo, esa visión sobre la popular plataforma no le impidió vender los derechos de "Zama" para ser incluida en su catálogo.
Sobre la inteligencia artificial, mencionó la "ansiedad por la obsolescencia" que genera en países como Argentina. "Acelera el tiempo de forma brutal. Y aquí la pobreza no es una excepción, es la condición. Hay que hacer cine desde ahí, sin fantasear con presupuestos imposibles". Mencionó, con escepticismo, la adaptación de "Cien años de soledad" en Colombia: "A ver cuándo vuelve a pasar. Quizá dentro de otro siglo".
En un cierre provocador, Martel llamó a construir alternativas: "Inventemos el futuro con cine, literatura, teatro o hasta con microhistorias en redes. Pero sin depender de subsidios estatales ni llorar por lo que no tenemos". Rechazó la cultura como imposición: "Si solo sirve para dominar, es guerra edulcorada. Pero si de verdad queremos cambiar algo, tenemos esa posibilidad".
Lucrecia Martel seguirá presente en Bogotá más allá del BAM que finaliza, ya que la Cinemateca colombiana le dedica una retrospectiva (del 18 al 27 de julio).
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Martel destacó la apuesta colombiana por la formación en producción y la reflexión crítica sobre el sector audiovisual. "En Argentina no lo hicimos a tiempo, y ahora estamos intentando recuperar terreno. Hay algo incómodo cuando hablamos de 'industria', porque implica políticas públicas, empleo, estructuras", señaló. Con un cuaderno de notas en la mano, abordó cuestiones que reconoció no invitan al optimismo o la esperanza: "El planeta está al borde del colapso. Esta primera parte de la charla es deprimente, lo siento. La segunda hora, llena de alegría, está programada para el año que viene", dijo con ironía. Habló de procesos irreversibles, como la acidificación de los océanos y el deshielo del permafrost. "Es como si los mamuts atrapados en el hielo estuvieran a punto de reaparecer. Y en las fosas marinas más profundas ya hay criaturas con microplásticos en sus cuerpos. Ni siquiera las conocíamos, pero ellas ya llevaban nuestro rastro".
Sobre el propósito del cine, Martel fue contundente: "¿Para qué sirve la cultura? En cuanto hablamos de ella, todos adoptan un tono solemne, como si fuera algo sagrado. Pero mi teoría es que la cultura es una forma de guerra ecológica". Recordó cómo Hollywood creció durante las guerras mundiales, desplazando al cine europeo. "Las películas transmitían valores heroicos, construyeron la narrativa de que Occidente —y dentro de él, EEUU— era el 'lado correcto'. Y lo lograron con cintas brillantes, como 'Casablanca'".
Advirtió contra la idealización de la cultura: "No somos automáticamente los buenos. La cultura no es inherentemente positiva. Si busca imponer cualquier valor —tradicional o progresista— como hegemónico, termina en el mismo lugar: cucarachas transparentes en el fondo del mar con plástico en el cerebro".
En lo que fue el núcleo de su intervención en el Bogotá Audiovisual Market, la reconocida directora argentina hizo un llamado contundente a las nuevas generaciones de cineastas: abandonar los referentes gastados y atreverse a mirar la realidad latinoamericana con ojos nuevos. "El cine que necesitamos hoy no puede seguir replicando fórmulas ya agotadas", afirmó Martel ante un auditorio repleto de jóvenes realizadores. Su crítica apuntaba a esas narrativas predecibles que, según ella, han terminado por convertirse en una especie de "manual de instrucciones" para hacer películas en la región.
Lo revolucionario, planteó, estaría en aprender a observar lo que siempre ha estado ahí pero que el cine ha ignorado sistemáticamente. "¿Cuántas historias ocurren cada día en los barrios que nunca llegan a las pantallas? ¿Cuántos gestos, voces y ritmos cotidianos hemos dejado fuera por pensar que no eran 'cinematográficos'?", cuestionó.
Martel propuso un ejercicio radical de atención al entorno inmediato. "Hay que desaprender lo que nos han enseñado que debe ser el cine. Los referentes clásicos ya dieron lo que tenían que dar. Ahora toca inventar desde lo que somos y lo que vemos cada día al salir a la calle".
Sobre el panorama actual, Martel criticó la concentración del poder audiovisual en unas pocas empresas. "Antes nos quejábamos de que seis o siete majors controlaban la distribución mundial. Ahora hay solo uno o dos países dominantes, con plataformas que preservan —y deciden— qué se produce". Puso en duda el papel de Netflix en América Latina: "Es una empresa estadounidense. ¿Realmente responde a nuestros intereses? Que de vez en cuando estrene una 'Roma' en blanco y negro no cambia nada. Es como soltar a un prisionero de vez en cuando". Sin embargo, esa visión sobre la popular plataforma no le impidió vender los derechos de "Zama" para ser incluida en su catálogo.
Sobre la inteligencia artificial, mencionó la "ansiedad por la obsolescencia" que genera en países como Argentina. "Acelera el tiempo de forma brutal. Y aquí la pobreza no es una excepción, es la condición. Hay que hacer cine desde ahí, sin fantasear con presupuestos imposibles". Mencionó, con escepticismo, la adaptación de "Cien años de soledad" en Colombia: "A ver cuándo vuelve a pasar. Quizá dentro de otro siglo".
En un cierre provocador, Martel llamó a construir alternativas: "Inventemos el futuro con cine, literatura, teatro o hasta con microhistorias en redes. Pero sin depender de subsidios estatales ni llorar por lo que no tenemos". Rechazó la cultura como imposición: "Si solo sirve para dominar, es guerra edulcorada. Pero si de verdad queremos cambiar algo, tenemos esa posibilidad".
Lucrecia Martel seguirá presente en Bogotá más allá del BAM que finaliza, ya que la Cinemateca colombiana le dedica una retrospectiva (del 18 al 27 de julio).
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