Crítica: "¡Ave, César! / Hail, Caesar!", un homenaje al Hollywood más clásico
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Por Borja Garrido
Tras la sobriedad y el drama más intuitivo mostrado en sus dos últimas creaciones ("Valor de ley / Temple de acero / True Grit" en el 2010 y "A propósito de Llewyn Davis / Balada de un hombre común / Inside Llewyn Davis" en 2013), no era de extrañar que en esta ocasión Joel y Ethan Coen pretendiesen alumbrar la gran pantalla con otra de sus ya clásicas y extravagantes comedias absurdas, dejando entrever nuevamente la facilidad con la que los afamados directores se mueven en esa bicefalía temática que ya en alguna que otra ocasión ha llegado a mezclarse en genialidades como "Barton Fink" (1991) o "El gran Lebowski / The Big Lebowski" (1998).
Acostumbrados de manera permanente a revolucionar los géneros y expresar su esencia a un nuevo nivel en prácticamente toda su filmografía, Joel y Ethan vuelven a mostrar en "¡Ave, César! / Salve César / Hail, Caesar!" (2016) sus señas de identidad más clásicas, con un lenguaje de realización muy personal y distintivo.
En este caso, la cinta supone un nuevo intento por parte de los hermanos Coen de acercarse al éxito cosechado por algunas de sus comedias más alabadas como "Arizona Baby / Educando a Arizona" (1987), "O Brother / ¿Dónde estás, hermano?" (2000) o "Ladykillers / El quinteto de la muerte" (2004) haciendo uso de la sátira y de un homenaje cómico y mordaz a partes iguales al género cinematográfico.
En "¡Ave, César!", los Coen invitan a los espectadores a viajar hasta el Hollywood más clásico de los años 50, la época dorada de la Meca del cine, a manos de Eddie Manix (Josh Brolin, "Sicario / Borderline"), un mediador que trabaja para la productora Capital Pictures y que ha de enfrentarse a todo tipo de dificultades: mantener a flote una imparable y poderosa cadena de producción de películas entre las que destaca una superproducción bíblica, la desaparición durante el rodaje de la estrella de esa misma película, proteger la vida y la intimidad de los otros actores y actrices, la amenaza de la televisión y de la Guerra Fría... Todo ello mientras baila con problemas tan comunes como dejar de fumar.
"¡Ave, César / Salve César / Hail, Caesar!" posee algunos momentos realmente brillantes y que alcanzan cotas de un surrealismo disparatado y caótico que rozan la genialidad. Sin embargo, la cruz de la moneda frente a esa cara hilarante la representa la irregularidad con que se muestran ciertos elementos de la película, y es que aunque los gags visuales son maravillosos, incluso recordando a algunos como los que propios y ajenos alaban en clásicos de la televisión como Mr. Bean (Rowan Atkinson), el film pronto acostumbra de mala manera a que estos golpes de humor serán suministrados con cuentagotas, cayendo ya en el pecado máximo de la comedia moderna; grandes picos de atención que luego se apagan debido a que la película no se mantiene en un nivel de calidad continuo.
Además del gran papel desempeñado por el ya mencionado Josh Brolin, la cinta está protagonizada por un amplio y envidiable elenco de actores entre los que destacan George Clooney ("Monuments men / Operación Monumento") en el rol de súper estrella secuestrada durante el rodaje de un film bíblico, Alden Ehrenreich ("Running Wild) como el afamado y guapo protagonista de Westerns que fracasa una y otra vez en el intento de formar parte de un drama romántico, Scarlett Johansson ("Los Vengadores / The Avengers") interpretando a una actriz embarazarada maniática y malhumorada que va a ser madre soltera o Tilda Swinton ("El gran hotel Budapest / The Grand Budapest Hotel") en un papel doble absolutamente desaprovechado en el que encarna a dos hermanas gemelas periodistas que intentan publicar cotilleos y hundir a la productora difamando contra ella.
Con todo ello, los hermanos Coen parece que han alcanzado con "¡Ave, César!" un paradójico equilibrio entre un fracaso que puede ser fácilmente olvidado y una buena obra para recordar que represente el efímero, escapista y vacío entretenimiento al que está sometida la sociedad moderna. Por tanto, buena parte de los espectadores verán en ella un film divertido y amable para pasar el rato con amigos y familiares, otros se verán abrumados por la lentitud con que transcurren los acontecimientos ajenos a los picos humorísticos y, finalmente, unos pocos, verán en ella algo más, probablemente en el reflejo de esas referencias metacinéfilas. Sin embargo, lo que queda claro es que se aleja del altísimo nivel mostrado por Joel y Ethan Coen en obras pasadas, y reafirma la postura de los que sostienen que la mejor versión de los Coen se encuentra exclusivamente en el cine negro y en el drama ácido.
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