Crítica Seminci: "La madre"... menos mal que sólo hay una
- por Super User
Por Edurne Sarriegui
El vallisoletano Alberto Morais trata de ser profeta en su tierra (o en el Festival de su tierra) con "La madre", su último largometraje. Esta coproducción hispano-rumano-francesa lleva a la pantalla la historia de un adolescente desvalido, victima de la falta de idoneidad de su madre para asumir su rol materno. Coescrita por el realizador junto a Ignacio Gutiérrez-Solana y Verónica García se trata de un drama en el que un adolescente, casi un niño, trata de escapar a un destino implacable que le conduce inexorablemente a ingresar en un Centro de Menores.
Miguel (Javier Mendo) tiene catorce años y ya vivió uno bajo la tutela del juez de menores. Su madre, Carmen (Laia Marull), de la que no sabemos casi nada, es incapaz de ordenar su vida y proporcionar a su hijo la estabilidad y cuidados necesarios. Él se hace cargo de las labores domésticas cotidianas y sobrevive vendiendo pañuelos en los semáforos, mediante pequeños hurtos en el supermercado y con la ayuda de algún amigo que le proporciona comida. Todo ello mientras trata de eludir la atenta mirada de los profesores del intituto. Ante la inminente intervención del juzgado de menores, Carmen envía a su hijo a vivir a un pueblo cercano con un rumano, Bogdan (Alexandru Stanciu), que parece fue su amante en el pasado. Allí Miguel no es bien recibido pero permanece oculto y trabajando clandestinamente con el rumano y su hijo, mientras mantiene con este último una fuerte rivalidad.
A pesar del título de la película -que pudiera presuponer el protagonismo de la madre- Morais pone el foco de la historia en el hijo. En su afán por huir de aquello que le alejará de su progenitora y en su búsqueda constante de esa madre esquiva de la cual sabemos muy poco.
"La madre" es la crónica de una derrota anunciada. Las fuerzas de un niño resultan escasas para resolver problemas con los que los adultos no pueden lidiar. Es un film que deja demasiadas cosas a consideración del espectador y como resultado pierde potencia. Deja gusto a poco y la sensación de que la historia hubiera podido ser más redonda si hubiéramos contado con un poco más de información.
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El vallisoletano Alberto Morais trata de ser profeta en su tierra (o en el Festival de su tierra) con "La madre", su último largometraje. Esta coproducción hispano-rumano-francesa lleva a la pantalla la historia de un adolescente desvalido, victima de la falta de idoneidad de su madre para asumir su rol materno. Coescrita por el realizador junto a Ignacio Gutiérrez-Solana y Verónica García se trata de un drama en el que un adolescente, casi un niño, trata de escapar a un destino implacable que le conduce inexorablemente a ingresar en un Centro de Menores.
Miguel (Javier Mendo) tiene catorce años y ya vivió uno bajo la tutela del juez de menores. Su madre, Carmen (Laia Marull), de la que no sabemos casi nada, es incapaz de ordenar su vida y proporcionar a su hijo la estabilidad y cuidados necesarios. Él se hace cargo de las labores domésticas cotidianas y sobrevive vendiendo pañuelos en los semáforos, mediante pequeños hurtos en el supermercado y con la ayuda de algún amigo que le proporciona comida. Todo ello mientras trata de eludir la atenta mirada de los profesores del intituto. Ante la inminente intervención del juzgado de menores, Carmen envía a su hijo a vivir a un pueblo cercano con un rumano, Bogdan (Alexandru Stanciu), que parece fue su amante en el pasado. Allí Miguel no es bien recibido pero permanece oculto y trabajando clandestinamente con el rumano y su hijo, mientras mantiene con este último una fuerte rivalidad.
A pesar del título de la película -que pudiera presuponer el protagonismo de la madre- Morais pone el foco de la historia en el hijo. En su afán por huir de aquello que le alejará de su progenitora y en su búsqueda constante de esa madre esquiva de la cual sabemos muy poco.
"La madre" es la crónica de una derrota anunciada. Las fuerzas de un niño resultan escasas para resolver problemas con los que los adultos no pueden lidiar. Es un film que deja demasiadas cosas a consideración del espectador y como resultado pierde potencia. Deja gusto a poco y la sensación de que la historia hubiera podido ser más redonda si hubiéramos contado con un poco más de información.
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