Crítica: "Julia y el zorro", simbolismo espeso

por © NOTICINE.com
"Julia y el zorro"
Por Edurne Sarriegui   

La argentina Inés María Barrionuevo presenta en salas comerciales de su país su segundo opus, "Julia y el zorro", que previamente se presentó en los festivales de San Sebastián y Mar del Plata. La autora de "Atlántida" (2014) lleva a la pantalla un drama centrado en el duelo de una viuda y su hija preadolescente.

Julia (Umbra Colombo), actriz convaleciente de una operación en una pierna, llega junto a su hija Emma (Victoria Castelo Arzubialde) a una casa en las sierras cordobesas. La casa, que parece hacer sido escenario de tiempos más felices, ha sido vandalizada y se encuentra en un estado deplorable, prácticamente inhabitable. Sin embargo Julia se instala en ella con la intención de venderla. Ese escenario pasará a ser protagonista junto con la actriz pues la realizadora y guionista traza un claro paralelismo entre el estado de ánimo de Julia y el aspecto de la casa. La protagonista expresa su deseo de deshacerse de ella y dejar atrás el duelo, pero su voluntad por sobreponerse y llevar a cabo las reparaciones necesarias para la venta, son nulas. El duelo mezclado con ira de Julia dificulta la relación con su hija y en algunas ocasiones le impide actuar con responsabilidad frente a las necesidades de su hija.  Emma muestra más madurez que la madre en muchos momentos y una actitud más positiva frente a la adversidad.

En medio de ese panorama, Julia se reencuentra con Gaspar (Pablo Limarzi), un compañero de trabajo que le ofrece la posibilidad de retomar su actividad artística. Suena tentadora la posibilidad de continuar con su vida y dejar atrás el dolor.

La cinta de Barrionuevo se centra Julia y, en un segundo plano, en la relación madre-hija. Plagada de metáforas y simbolismos, la figura del zorro aparece como protagonista de una fábula que trata de reflejar las actitudes de ambas. Invernal y oscura, la fotografía da cuenta de la tristeza y de la desolación de la protagonista.

"Julia y el zorro" es un film al que no se le pueden negar méritos cinematográficos en su realización. Umbra Colombo se luce interpretando a la atormentada Julia mientras que todo el tratamiento visual y sonoro de la película acompaña su situación. La pregunta que queda en el aire es para qué. Demasiadas alegorías y símbolos la convierten en una película densa que parece no llevar a ninguna parte ni generar la más mínima empatía con lo que en ella se narra.

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