Crítica: "Ruleta rusa", un disparo al azar

por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
"Ruleta rusa"
Por Emiliano Basile    

El director y actor de la argentina "Román" (2018) se juntan nuevamente en "Ruleta rusa" (2018), una suerte de western urbano en el que el protagonista debe huir del capo mafia del pueblo. Como en la anterior película el resultado es dispar.

Rudy (Gabriel Peralta) regresa a su pueblo después un tiempo con el fin de vengar a su padre. Su contrincante es el terrateniente Parra (Enrique Liporace) que tratará de detenerlo con los matones que interpretan Lautaro Delgado Tymruk y Pablo Pinto. Pero las cosas se complican cuando, sin saberlo, se enreda con Maru (Abril Sánchez), la hija de Parra.

El guion de Luis Saez, con asesoría de Dieguillo Fernández ("Puerta de Hierro, el exilio de Perón"), sigue la forma de un western: un personaje solitario que llega de tierras lejanas para reestablecer el orden en el pueblo comandado por bandidos. Un outsider que debe proteger a la chica y acabar con los villanos pero no será en el lejano oeste sino en un pueblo olvidado. Bajo esa estructura el bar / parador adquiere una funcionalidad que centra la acción del relato con prostitutas y juego clandestino. Allí entra a trabajar de barman Rudy y queda atrapado en el peligroso juego ilegal: la ruleta rusa.

En su segunda película, Eduardo Meneghelli busca la acción directa, evita detenerse en situaciones melodramáticas –aunque las hay- en una trama que avance por la acción y no por el conflicto dramático. Para eso utiliza el exceso como una forma de entretener y llevar el realismo a un paradójico descenso a los infiernos. La pregunta es ¿Lo logra?

"Ruleta rusa" tiene tantos problemas como "Román", porque su actor principal carece de matices, y aunque la construcción de los villanos es deliciosa, el registro indefinido de la película no acompañaba. El personaje que "conduce" las rondas de ruleta rusa parece el anfitrión de "Cabaret" (Bob Fosse, 1972), mientras que el dueño del negocio es un perverso sádico. Ambos personajes chocan en vez de sumar, como el de Enrique Liporace y Lautaro Delgado Tymruk (el mejor de todos). Personajes atractivos para la trama pero cuyas virtudes se debilitan por la variedad de tono y registro en el film, por momentos realista, algunas veces onírico y otras satírico.

Otro de los inconvenientes de la película es la fluidez narrativa. La película no avanza por más que sucedan infinidad de situaciones, porque la tensión lejos de ir creciendo se diluye minuto a minuto perdiendo eficacia en sus mejores momentos (la escena del bar, de la ruleta rusa), en un film que tiene todos los condimentos para funcionar –elenco, fórmula probada, producción- pero así y todo, no termina de elaborar una propuesta sólida.

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