Crítica Locarno: "Espíritu sagrado", la magia de la sencillez

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"Espíritu sagrado"
"Espíritu sagrado"
Por Alfonso Rivera    

Con su primera película -"Espíritu sagrado"- tras magnéticos cortometrajes, el español Chema García Ibarra continúa demostrando que es un excelente creador de atmósferas, historias y sensaciones únicas partiendo de lo cotidiano.

¿Ha visto usted algún OVNI procedente del espacio exterior? ¿Se le ha aparecido la virgen en una cantera? ¿Cree en las leyendas urbanas y la venta de órganos? Si es así, quizás se identifique con el grupo protagonista de "Espíritu sagrado", la opera prima de Chema García Ibarra, que compite en la sección oficial del Festival de Cine de Locarno, y que, sin duda, destaca en la programación del certamen por su difícil catalogación, algo que ya sucedía con aplaudidos cortometrajes suyos anteriores como "Misterio", "La disco resplandece", "Uranes" y "Protopartículas", entre otros, seleccionados por certámenes como San Sebastián, Berlinale, Sundance y la Quincena de los Realizadores de Cannes.

Con la colaboración de su habitual director de fotografía Ion de Sosa (con quien codirigió el corto "Leyenda dorada", en 2019), que ha utilizado los 16mm (y en ocasiones 35 mm) para dar más fisicidad a los colores y cierto halo fantasmagórico a la luz, García Ibarra ha filmado en espacios domésticos y urbanos de su localidad natal, convirtiéndola en un lugar más que particular donde cinco personas, de lo más variado en cuanto a edades, profesiones y caracteres, se reúne ensambladas por su fe en el avistamiento de platillos volantes, lo esotérico y otros fenómenos paranormales.

Inspirado ligeramente en hechos reales acaecidos en su localidad, con una armónica simbiosis entre la ciencia-ficción y el documental recorriendo sus fotogramas, el cineasta ha reclutado a actores no profesionales que, sin pretender la perfección en la interpretación, logran –con sus expresiones ligeramente ausentes y un recitado de los diálogos nada habitual en el cine comercial- ese desconcierto en el público que García Ibarra busca desesperadamente: ellos trasmiten desde la pantalla una mezcla de virginidad, naturalidad, amateurismo y comicidad (entre negra y tierna, extraña y misteriosa), emparentada con el cine de Aki Kaurismäki.

Centrándose en el personaje del dueño de un bar que se convierte en líder de esta extraña secta, encarnado por Nacho Fernández, el director / guionista muestra cómo es el carácter y la vida cotidiana de quienes sucumben a ideologías, parapsicologías y creencias marcianas, con una mezcla sabia e imperturbable de humor y espeluzne, sin caer nunca en el drama y descolocando al espectador, que no sabe si está contemplando una tragedia terrible, una comedia involuntaria o una gran broma cósmica.

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