Crítica: "Las fiestas", el drama familiar de Cecilia Roth, Daniel Hendler y Dolores Fonzi
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Juan Pablo Russo
"Las fiestas" (2022), segunda película tras las cámaras del también actor Ignacio Rogers ("El diablo blanco", 2019) aborda la tortuosa relación entre una madre y sus tres hijos adultos durante las fiestas de fin de año.
Luego de una enfermedad que la enfrentó con la muerte, María Paz (Cecilia Roth), la matriarca de una familia venida a menos, organiza una reunión en la casa de campo que habita para celebrar su regreso a la vida y las fiestas de fin de año. Sus tres hijos (Dolores Fonzi, Daniel Hendler y Ezequiel Díaz) muestran cierta reticencia ante la iniciativa. Finalmente terminan aceptando. La mujer dominante y manipuladora que fue parece haber quedado atrás y el reencuentro familiar servirá para que pueda demostrarlo. Pero, ¿es real o solo una fachada para poner a prueba una vez más todo su poderío?
Con guion del propio Rogers junto a Julieta Zylberberg, Esteban Lamothe, Ezequiel Díaz y Alberto Rojas Apel, "Las fiestas", que tuvo su estreno en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, resulta un mordaz ensayo ficcional sobre las relaciones tóxicas. De esas que por más que se quiera resulta imposible escapar. Rogers construye a través de una puesta en escena seca, donde la sutileza aflora por sobre la explicites, un típico juego de secretos y mentiras. Y lo hace a través de miradas, gestos y actitudes corporales en donde fracasos y resentimientos de antaño se cruzan con la hipocresía y la manipulación de un presente siniestro.
"Las fiestas" es una película de personajes, y si esos personajes son creíbles es porque el cuarteto actoral le pone el cuerpo a cada una de las situaciones a las que debe enfrentarse, desplegando todo un abanico de matices a la hora de componer seres contradictorios, inmersos en una relación destructiva de la que no pueden (o no quieren) salirse. Rogers, dueño de una gran madurez a la hora de componer universos corales incómodos, huye de los golpes de efecto y lugares comunes, siempre tentadores en este tipo de relatos, apostando por una narrativa amarga y desesperanzadora sobre los vínculos, la sangre y la familia que a cada uno en suerte le tocó.
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"Las fiestas" (2022), segunda película tras las cámaras del también actor Ignacio Rogers ("El diablo blanco", 2019) aborda la tortuosa relación entre una madre y sus tres hijos adultos durante las fiestas de fin de año.
Luego de una enfermedad que la enfrentó con la muerte, María Paz (Cecilia Roth), la matriarca de una familia venida a menos, organiza una reunión en la casa de campo que habita para celebrar su regreso a la vida y las fiestas de fin de año. Sus tres hijos (Dolores Fonzi, Daniel Hendler y Ezequiel Díaz) muestran cierta reticencia ante la iniciativa. Finalmente terminan aceptando. La mujer dominante y manipuladora que fue parece haber quedado atrás y el reencuentro familiar servirá para que pueda demostrarlo. Pero, ¿es real o solo una fachada para poner a prueba una vez más todo su poderío?
Con guion del propio Rogers junto a Julieta Zylberberg, Esteban Lamothe, Ezequiel Díaz y Alberto Rojas Apel, "Las fiestas", que tuvo su estreno en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, resulta un mordaz ensayo ficcional sobre las relaciones tóxicas. De esas que por más que se quiera resulta imposible escapar. Rogers construye a través de una puesta en escena seca, donde la sutileza aflora por sobre la explicites, un típico juego de secretos y mentiras. Y lo hace a través de miradas, gestos y actitudes corporales en donde fracasos y resentimientos de antaño se cruzan con la hipocresía y la manipulación de un presente siniestro.
"Las fiestas" es una película de personajes, y si esos personajes son creíbles es porque el cuarteto actoral le pone el cuerpo a cada una de las situaciones a las que debe enfrentarse, desplegando todo un abanico de matices a la hora de componer seres contradictorios, inmersos en una relación destructiva de la que no pueden (o no quieren) salirse. Rogers, dueño de una gran madurez a la hora de componer universos corales incómodos, huye de los golpes de efecto y lugares comunes, siempre tentadores en este tipo de relatos, apostando por una narrativa amarga y desesperanzadora sobre los vínculos, la sangre y la familia que a cada uno en suerte le tocó.
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