Crítica: "Linda", poder, deseo y lucha de clases con Eugenia Suárez
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Juan Pablo Russo
La argentina "Linda" (2024), opera prima de Mariana Wainstein, guionista de "División Palermo", "Planners" y "Barrabrava", protagonizada por Eugenia Suárez, explora el deseo, las dinámicas de poder y las tensiones de clase en una trama cargada de seducción y manipulación.
Linda (Eugenia Suárez), una joven sanjuanina de innegable belleza, llega a Buenos Aires para trabajar temporalmente como empleada doméstica en una familia de clase alta. Desde su llegada al hogar de Camilo (Rafael Spregelburd), Luisa (Julieta Cardinali) y sus dos hijos, Matilda (Minerva Casero) y Ceferino (Felipe Otaño), la película adquiere una carga de tensión sexual que atraviesa cada escena.
Eugenia Suárez, en su interpretación como Linda, irradia una magnetismo cautivador. Su personaje, consciente de su poder sobre los demás, manipula sutilmente las relaciones familiares, despertando deseos y pulsiones que permanecían latentes. Rafael Spregelburd, en el rol del patriarca Camilo, encarna con precisión a un hombre que sucumbe rápidamente al influjo de la joven, mientras que Julieta Cardinali, como Luisa, enriquece la trama con una interpretación que muestra la complejidad emocional de su personaje, atrapada también en la fascinación por Linda.
Aunque la película despliega una tensión sexual constante, va más allá de lo obvio. Mariana Wainstein aprovecha estas interacciones para hacer un incisivo retrato de las tensiones de clase que atraviesan la sociedad argentina. A través de la mirada de Linda, se revela cómo las diferencias sociales impactan la relación entre empleada y empleadores, subrayando el contraste entre la atracción que sienten hacia ella y su posición subordinada dentro del hogar.
El guion subraya esta brecha de poder a través de diálogos sutiles y situaciones cargadas de ambigüedad. Linda, a pesar de controlar los deseos de quienes la rodean, sigue siendo una figura periférica en términos de poder real, lo que refuerza las tensiones sociales en el relato. La película evita caer en clichés y utiliza la seducción como un medio para explorar cuestiones más profundas sobre las relaciones de clase y el estatus.
El trabajo visual de Wainstein es un complemento esencial para esta narrativa dual. Las escenas de la vida cómoda y lujosa de la familia contrastan con los momentos en que Linda es recordada de su lugar en la jerarquía social. Estos contrastes no solo intensifican el drama, sino que también hacen eco de las desigualdades estructurales que la película aborda con sutileza.
Uno de los mayores aciertos del film es la elección de Eugenia Suárez como Linda. Su actuación va mucho más allá de la seducción física; cada gesto y cada mirada están llenos de una ambigüedad emocional que convierte a su personaje en un enigma seductor y peligroso. Suárez captura la complejidad de una joven que, atrapada entre el deseo y la manipulación, desafía el control de los demás sin perder su condición vulnerable.
A medida que avanza la trama, Linda se convierte en el catalizador que expone las fracturas internas de una familia que aparenta tenerlo todo. Su mera presencia desencadena una serie de deseos incontrolables y tensiones de poder que, finalmente, desmoronan la fachada de perfección que la familia había construido.
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La argentina "Linda" (2024), opera prima de Mariana Wainstein, guionista de "División Palermo", "Planners" y "Barrabrava", protagonizada por Eugenia Suárez, explora el deseo, las dinámicas de poder y las tensiones de clase en una trama cargada de seducción y manipulación.
Linda (Eugenia Suárez), una joven sanjuanina de innegable belleza, llega a Buenos Aires para trabajar temporalmente como empleada doméstica en una familia de clase alta. Desde su llegada al hogar de Camilo (Rafael Spregelburd), Luisa (Julieta Cardinali) y sus dos hijos, Matilda (Minerva Casero) y Ceferino (Felipe Otaño), la película adquiere una carga de tensión sexual que atraviesa cada escena.
Eugenia Suárez, en su interpretación como Linda, irradia una magnetismo cautivador. Su personaje, consciente de su poder sobre los demás, manipula sutilmente las relaciones familiares, despertando deseos y pulsiones que permanecían latentes. Rafael Spregelburd, en el rol del patriarca Camilo, encarna con precisión a un hombre que sucumbe rápidamente al influjo de la joven, mientras que Julieta Cardinali, como Luisa, enriquece la trama con una interpretación que muestra la complejidad emocional de su personaje, atrapada también en la fascinación por Linda.
Aunque la película despliega una tensión sexual constante, va más allá de lo obvio. Mariana Wainstein aprovecha estas interacciones para hacer un incisivo retrato de las tensiones de clase que atraviesan la sociedad argentina. A través de la mirada de Linda, se revela cómo las diferencias sociales impactan la relación entre empleada y empleadores, subrayando el contraste entre la atracción que sienten hacia ella y su posición subordinada dentro del hogar.
El guion subraya esta brecha de poder a través de diálogos sutiles y situaciones cargadas de ambigüedad. Linda, a pesar de controlar los deseos de quienes la rodean, sigue siendo una figura periférica en términos de poder real, lo que refuerza las tensiones sociales en el relato. La película evita caer en clichés y utiliza la seducción como un medio para explorar cuestiones más profundas sobre las relaciones de clase y el estatus.
El trabajo visual de Wainstein es un complemento esencial para esta narrativa dual. Las escenas de la vida cómoda y lujosa de la familia contrastan con los momentos en que Linda es recordada de su lugar en la jerarquía social. Estos contrastes no solo intensifican el drama, sino que también hacen eco de las desigualdades estructurales que la película aborda con sutileza.
Uno de los mayores aciertos del film es la elección de Eugenia Suárez como Linda. Su actuación va mucho más allá de la seducción física; cada gesto y cada mirada están llenos de una ambigüedad emocional que convierte a su personaje en un enigma seductor y peligroso. Suárez captura la complejidad de una joven que, atrapada entre el deseo y la manipulación, desafía el control de los demás sin perder su condición vulnerable.
A medida que avanza la trama, Linda se convierte en el catalizador que expone las fracturas internas de una familia que aparenta tenerlo todo. Su mera presencia desencadena una serie de deseos incontrolables y tensiones de poder que, finalmente, desmoronan la fachada de perfección que la familia había construido.
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