Crítica Netflix: "El juego del calamar 2": De regreso al calvario con una digna continuación
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Emiliano Basile
La segunda temporada de "El juego del calamar / Squid Game / Ojing-eo geim" encuentra nuevas formas de expandir su perturbadora premisa, llevando a los protagonistas de vuelta al calvario.
La saga de juegos letales regresa con una segunda temporada que, lejos de repetirse, logra darle continuidad y sentido a una historia que parecía haber llegado a su fin. El desafío era grande: hacer una continuación que no desentone del mega éxito logrado con la primera termporada cuya historia cerraba casi por completo. Aprovechando las pocas líneas narrativas abiertas en esa primera parte, esta entrega reintroduce a los personajes en el juego mortal.
El protagonista, Seong Gi-hun (Lee Jung-jae), vuelve al centro del escenario. Endurecido por las cicatrices de su pasado, su misión ahora es exponer la oscura verdad detrás de la competencia. Sin embargo, su cruzada encuentra resistencia tanto en los organizadores como en sus propios compañeros, quienes cuestionan sus intenciones. Por otro lado, el misterioso líder (Lee Byung-hun) sigue manteniendo sus verdaderos motivos en las sombras, mientras el detective Hwang Jun-ho (Wi Ha-jun) continúa su investigación.
La segunda temporada no escatima en recursos: con un presupuesto mayor, la producción amplía su despliegue escénico con escenarios que van desde parques de diversiones y discotecas hasta frenéticas persecuciones por las calles de Seúl. Curiosamente, incluso en estos espacios abiertos, la ciudad adquiere una sensación tan claustrofóbica como los laberintos de los juegos.
Durante los dos primeros episodios, se desarrolla y justifica el regreso de los personajes al juego, logrando un equilibrio entre la descripción de situaciones -con un primer episodio arrollador- y el suspenso necesario para volver a sumergirnos en la historia. La esencia de la serie permanece intacta: un mundo gobernado por el dinero, la desesperación y la corrupción moral, donde los más vulnerables, atrapados por sus deudas y la promesa de una ilusión de salvación, aceptan voluntariamente las reglas mortales del juego.
La temporada incorpora una reflexión interesante al compararse con "Matrix" (1999): mientras que en la película los ciudadanos desconocen su engaño, aquí los participantes aceptan conscientemente su destino, lo que añade una capa de tragedia y desesperación. Sin embargo, es la venganza el motor que impulsa gran parte de esta temporada, justificando el regreso de Gi-hun al calvario. En este contexto, los icónicos trajes y la colorida puesta en escena vuelven a estar en función de un relato ágil, dinámico y sumamente intenso.
Aunque no hay grandes sorpresas, la serie creada por Hwang Dong-hyuk logra una continuación digna y a la altura de su predecesora, consolidándose como un relato tan entretenido como socialmente perturbador.
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La segunda temporada de "El juego del calamar / Squid Game / Ojing-eo geim" encuentra nuevas formas de expandir su perturbadora premisa, llevando a los protagonistas de vuelta al calvario.
La saga de juegos letales regresa con una segunda temporada que, lejos de repetirse, logra darle continuidad y sentido a una historia que parecía haber llegado a su fin. El desafío era grande: hacer una continuación que no desentone del mega éxito logrado con la primera termporada cuya historia cerraba casi por completo. Aprovechando las pocas líneas narrativas abiertas en esa primera parte, esta entrega reintroduce a los personajes en el juego mortal.
El protagonista, Seong Gi-hun (Lee Jung-jae), vuelve al centro del escenario. Endurecido por las cicatrices de su pasado, su misión ahora es exponer la oscura verdad detrás de la competencia. Sin embargo, su cruzada encuentra resistencia tanto en los organizadores como en sus propios compañeros, quienes cuestionan sus intenciones. Por otro lado, el misterioso líder (Lee Byung-hun) sigue manteniendo sus verdaderos motivos en las sombras, mientras el detective Hwang Jun-ho (Wi Ha-jun) continúa su investigación.
La segunda temporada no escatima en recursos: con un presupuesto mayor, la producción amplía su despliegue escénico con escenarios que van desde parques de diversiones y discotecas hasta frenéticas persecuciones por las calles de Seúl. Curiosamente, incluso en estos espacios abiertos, la ciudad adquiere una sensación tan claustrofóbica como los laberintos de los juegos.
Durante los dos primeros episodios, se desarrolla y justifica el regreso de los personajes al juego, logrando un equilibrio entre la descripción de situaciones -con un primer episodio arrollador- y el suspenso necesario para volver a sumergirnos en la historia. La esencia de la serie permanece intacta: un mundo gobernado por el dinero, la desesperación y la corrupción moral, donde los más vulnerables, atrapados por sus deudas y la promesa de una ilusión de salvación, aceptan voluntariamente las reglas mortales del juego.
La temporada incorpora una reflexión interesante al compararse con "Matrix" (1999): mientras que en la película los ciudadanos desconocen su engaño, aquí los participantes aceptan conscientemente su destino, lo que añade una capa de tragedia y desesperación. Sin embargo, es la venganza el motor que impulsa gran parte de esta temporada, justificando el regreso de Gi-hun al calvario. En este contexto, los icónicos trajes y la colorida puesta en escena vuelven a estar en función de un relato ágil, dinámico y sumamente intenso.
Aunque no hay grandes sorpresas, la serie creada por Hwang Dong-hyuk logra una continuación digna y a la altura de su predecesora, consolidándose como un relato tan entretenido como socialmente perturbador.
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