Crítica: "Adiós a Las Lilas", Hugo Curletto contra Hugo Curletto

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"Adiós a Las Lilas"
"Adiós a Las Lilas"
Por Juan Pablo Russo       

En "Adiós a Las Lilas", Hugo Curletto ficcionaliza su propia vida, contrata a Jorge Marrale para que interprete a su padre y convierte el cine en una trampa de espejos: una comedia existencial, tragicómica e irreverente, que desarma el artificio del séptimo arte mientras se burla de sí misma.

Hay directores que se inspiran en su historia personal, y después está Hugo Curletto, que decidió directamente encarnar la suya. En "Adiós a Las Lilas" (2025), se autoproyecta como un cineasta neurótico que arrastra al icónico Jorge Marrale a interpretar a su padre, un comerciante ludópata que, en un acto de demencia geográfica y vital, muere (o no) cayendo por un acantilado del Gran Cañón del Colorado. En ojotas, claro.

La premisa, que podría haber quedado en el chiste interno, funciona como disparador de una autoficción metacinematográfica. Lo que parece una parodia del mundo del cine se convierte, escena tras escena, en una reconstrucción afectiva del vínculo con el padre. Lo que arranca como comedia con tono introspectivo —y algo de neurocinema— deriva en una reflexión sobre el duelo y la dificultad de cerrar historias que siguen abiertas.



Curletto no solo dirige: también actúa, escribe y produce. No se ubica fuera del plano, sino que se lanza a la escena con todo el caos que eso implica. La película no muestra solo el rodaje, sino sus márgenes: los ensayos, las discusiones, los desajustes, los momentos en que el proyecto parece desbordar a todos los involucrados. Una especie de making-of cruzado con diario íntimo.

Jorge Marrale suma un contrapeso necesario. Su presencia permite que la relación padre-hijo tome forma. El personaje que interpreta, con sus gestos y silencios, sostiene el eje emocional del relato y marca el paso en un terreno donde las fronteras entre ficción y experiencia personal se cruzan sin previo aviso.

"Adiós a Las Lilas" propone un cruce entre cine dentro del cine y reconstrucción biográfica. Pero más que por su historia, se impone por su forma: una narración que avanza en fragmentos, en capas que dialogan entre sí, y que apuesta por el humor como forma de procesar lo que no se termina de entender. Curletto desmonta su propio pasado, lo expone y lo reelabora sin solemnidad, sin respuestas, con el cine como excusa para no dejar de mirar.

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