Crítica: "Horizonte", el duro camino de la muerte que no cesa

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"Horizonte"
"Horizonte"
Por Santiago Echeverría      

En "Horizonte", el segundo largometraje del colombiano César Augusto Acevedo, que este jueves llega salas nacionales, la permanente guerra civil del país no se muestra con enfrentamientos épicos, sino a través de la niebla densa que deja a su paso. La película sitúa al espectador en un territorio indeterminado, un purgatorio donde dos almas, una madre y su hijo, deambulan entre los escombros de un conflicto que les arrebató todo, incluso la certeza de haber muerto.

La historia sigue a Inés, interpretada por Paulina García, y a su hijo Basilio, a cargo de Claudio Cataño, en un viaje que es todo menos un simple road movie. Ellos no se desplazan entre los vivos. Su travesía es un peregrinaje espiritual a través de un paisaje devastado, tanto en lo físico como en lo emocional, en busca de una redención que se antoja lejana. El hijo, convertido en soldado, carga con el peso de actos atroces, mientras la madre se convierte en la testigo póstumo de los crímenes que él cometió.

El enfoque de Acevedo es lo más alejado de un relato bélico convencional. En lugar de balas y trincheras, la película construye su universo a partir de silencios elocuentes, de paisajes envueltos en una bruma perpetua y de una iluminación que dibuja más que muestra. La fotografía de Mateo Guzmán teje un tapiz visual donde la desolación se siente palpable. Este mundo es complementado por una banda sonora, compuesta por Harry Allouche, que sumerge al espectador en un estado de trance reflexivo, evocando un trauma colectivo que no cicatriza.



La narrativa se estructura de manera fragmentada, intercalando recuerdos y temporalidades con una lógica onírica que refleja la naturaleza quebrada de la memoria y el duelo. Este enfoque exige del espectador una entrega total; el ritmo es deliberadamente pausado, a veces exasperante, con momentos de una profunda desolación. No es una película que ofrezca respuestas fáciles. Su densidad narrativa y su cadencia pueden resultar agotadoras, pues la película se niega a ser complaciente.

Las actuaciones se mantienen en una línea de contención absoluta. Paulina García, con un maquillaje que acentúa los estragos de la guerra en su rostro, abandona su castellano nativo para adoptar con notable espontaneidad el acento colombiano de su personaje. Su interpretación es un faro de cordura y bondad en medio de la penumbra. Claudio Cataño, por su parte, transita con intensidad entre la vulnerabilidad de un niño perdido y la dureza de un adulto transformado por la violencia castrense. Los diálogos, meditativos y tendidos, evitan caer en la teatralidad, fluyendo con una calidad naturalista que refuerza la austeridad de la puesta en escena.

"Horizonte" se articula como una experiencia sensorial y metafísica. Es una pesadilla poética que prefiere plantear preguntas incómodas a través de metáforas visuales, antes que avanzar mediante una trama convencional. La película posa su mirada en aquellos que, aunque fallecidos, no encuentran descanso, ofreciendo un punto de vista tan valioso como desgarrador sobre las heridas indelebles de una nación. No es un viaje fácil, pero su mirada se clava en el espectador con la fuerza de lo ineludible.

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