Crítica: "Fue solo un accidente", el drama de Panahi que empieza con premios su carrera al Oscar

por Super User 2
"Fue solo un accidente"
"Fue solo un accidente"
Por Santiago Echeverría      

La nueva obra de Jafar Panahi, "Fue solo un accidente / It Was Just an Accident" (2025), trasciende la etiqueta de simple thriller moral para establecerse como una reflexión cinematográfica profunda y mordaz sobre la justicia, el trauma y la complejidad de la acción colectiva. La película, Palma de Oro en Cannes y esta semana premiada en los Gotham y los premios de la crítica neoyorquina, cuya existencia en sí misma es un acto de audacia política, extrae su urgencia y autenticidad directamente de las experiencias vividas por el propio cineasta y por los presos políticos iraníes, aunque Panahi utiliza la ficción para abordar estas heridas sin caer en el documentalismo obvio.

La trama se pone en marcha a partir de un evento fortuito que, como muchos incidentes cruciales en la vida, desata una cadena de consecuencias inesperadas y graves. Un mecánico, Vahid, se convence impulsivamente de haber encontrado al hombre que fue su brutal torturador en prisión, conocido como "Pata de Palo", al escuchar el sonido de su voz y el peculiar chirrido de su pierna protésica tras un accidente menor. Este arrebato inicial de venganza lleva a Vahid a secuestrar al presunto verdugo. Sin embargo, este acto violento da paso rápidamente a una espiral de duda y debate ético, el verdadero motor de la película.

La incertidumbre es el tema central que Panahi explora con habilidad: ¿es el hombre cautivo realmente el torturador? Vahid, quien tuvo sus ojos vendados durante los abusos, no puede estar seguro. Esta ambigüedad obliga al espectador, junto con los personajes, a navegar por el turbio terreno de la "presunción de inocencia" en un contexto donde la justicia formal ha fallado estrepitosamente.



El secuestro se transforma en una tensa road movie donde Vahid recluta a otros antiguos prisioneros que también sufrieron bajo "Pata de Palo". A medida que este variopinto grupo de extraños se reúne en la furgoneta —todos ellos víctimas con historias compartidas—, el enfoque del film se desplaza de la acción individual a la dinámica del grupo. Las discusiones que surgen en el confinamiento del vehículo y en paradas en carreteras y desiertos son el corazón del drama. Los personajes se enfrentan a un dilema crucial: si este hombre es, en efecto, su verdugo, ¿deben rebajarse a cometer los mismos actos de inhumanidad que condenan? El debate sobre la posibilidad y la moralidad de la retribución se vuelve más apremiante a medida que descubren la vida familiar del prisionero.

Panahi emplea una mezcla tonal distintiva, manteniendo un precario equilibrio entre el suspense asfixiante y un humor negro, casi absurdo. Hay momentos de una comedia incómoda que surge de la exasperación y lo inesperado de la situación, una técnica que evita que la cinta se convierta en un mero ejercicio de miseria. Esta inestabilidad tonal se siente profundamente personal y política, reflejando quizás la única forma de encarar el trauma y la opresión.

La dirección de Panahi es meticulosa y sobria. Utilizando con frecuencia tomas largas y encuadres amplios, el cineasta obliga al público a vivir la tensión con los personajes, mientras que la banda sonora se compone a menudo de ruidos amplificados —pasos, el crujido de la prótesis—, que funcionan como fantasmas auditivos de la memoria traumática.

En "Fue solo un accidente", predominan las actuaciones con una textura de realidad que las hace auténticas. Los actores, muchos de ellos no profesionales, aportan una humanidad cruda a sus roles, discutiendo, dudando y mostrando una fragilidad que impide que su rabia consuma el mensaje humanista del director.

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