Colaboración: "Ciudad en rojo", el más reciente estreno cubano

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'Ciudad en rojo'
'Ciudad en rojo'

Por Frank Padrón

Pareciera que todo estaba dicho respecto a las luchas urbanas que desembocaron en el triunfo revolucionario de 1959, o que tras aquella conmovedora cinta de Fernando Pérez, "Clandestinos", no había mucho que agregar al tema, sin embargo la hasta entonces documentalista Rebeca Chávez ("Con todo mi amor, Rita") lo usó nada menos que para saltar al complejo mundo de la ficción.

Ella y la guionista Xenia Rivery bebieron de un verdadero clásico literario: "Bertillón 166", del santiaguero José Soler Puig, y he aquí que tenemos en las pantallas el más reciente estreno del cine cubano: "Ciudad en rojo".

Allí, en la considerada hospitalaria, rebelde, heroína ciudad del oriente se desarrollan los hechos que narra esta cinta en los días finales de Batista y su cruenta dictadura, que literalmente tiñó de ese color las calles de Santiago de Cuba ultimando rebeldes, silenciando sospechosos, respondiendo con los más atroces crímenes el ambiente de angustia e inconformidad que tal desgobierno regaló a todo el país.

Ese clima se respira a plenitud en el film, y es uno de sus méritos iniciales; la experiencia en el documental que la aplicada discípula de Santiago Alvarez ha desarrollado en sus años tras la cámara han resultado a la larga provechosos para su primera experiencia en el largo del otro género; la discutida "objetividad" de aquel confiere a "Ciudad en rojo" un clima de realismo y autenticidad inobjetable, lo cual abarca la esmerada reconstrucción epocal que "disfraza" de la ciudad cuna de la Revolución locaciones bien distantes (y distintas) de la misma. Virtud atribuible en no poca medida a la exquisita dirección de arte (Lesbia Van Dumois, Erick Grass) y a la no menos profesional fotografía (Angel Alderete).

La narración es otro rubro que ha salido ileso: como en todo buen thriller (y este, que legítimamente puede apellidarse "político", lo es) nos atrapa el suspense, el interés por saber el próximo asesinato o el siguiente "ajusticiamiento", de modo que en los 90 minutos del film no hay instante para la mínima distracción, que el buen oficio de Rebeca complementa con una eficaz planimetría, un sentido riguroso del encuadre y un indudable amarre del montaje (Manuel Iglesias).

¿Dónde falla la película?: en el pobre diseño de personajes y su dramaturgia. Las motivaciones de esos jóvenes para la lucha, los conflictos entre maduros comunistas y aficionados bisoños pero sinceros (para citar una línea temática que se insinúa y no se desarrolla) son apenas trazos que las realizadoras descuidaron. Y de que podían, ampliamente, lo demuestra digamos el conseguido pasaje del sastre y el chivato: la cohesión dramática y psicológica (desde su exposición a su solución) que  éste revela nos deja con la miel en los labios el resto de caracteres y circunstancias.

Tengo otra reserva y es la música: X Alfonso, como se sabe uno de nuestros más talentosos valores puestos al servicio de las bandas sonoras ha realizado una labor encomiable logrando que este decisivo elemento se convierta desde principio en lo que debe ser: un elocuente correlato, mas era preferible con idéntica efectividad dramatúrgica el trabajo sobre motivos más tradicionales que se sumaran al realismo que los otros elementos consiguen. Tampoco la presencia del músico en las escenas finales era necesaria, actúa más bien como un elemento distanciador.

Por último (y claro que no por ello menos importante) están las actuaciones. Desempeño coral al fin, no porque muchos de esos roles requieran de escasos minutos en la pantalla impide admirar labores como las de Emán Xor Oña, Carlos Enrique Almirante y muy en especial Mario Guerra (el sastre), o Alberto Pujol, René de la Cruz, Fernando Hechavarría, Fátima Patterson, Jorge Félix Alí, Raúl Lora y Annia Bú.  

Lección de historia resuelta con dignidad, no cabe dudas que invita a seguir muy de cerca la incipiente carrera fictiva de Rebeca Chávez.