Gustavo Fontán, director de "La madre": "En la relación materno-filial hay un conjunto de emociones universales que nos tocan a todos"
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
A propósito del estreno en su país, la Argentina, de "La madre" (2009) este jueves, dialogamos con Gustavo Fontán, realizador del film. Aquí nos cuenta sobre la génesis de la película y algunas zonas temáticas abordadas en este singular y enigmático relato, sobre una madre, Sonia (45) y su hijo Jonatan (18), quienes comparten una casa sin marido ni padre. Ella refugia su angustia ante el próximo abandono del hogar por parte de su muchacho en la bebida y la locura, y él intenta cuidarla.
- ¿Cómo fue el proceso de escritura de "La madre"?
Empezamos el proceso de ensayo con los actores con un puñado de páginas, una idea general y algunas escenas. Desde el principio estaba la escena del incendio del colchón, por ejemplo. Con Gloria, Federico y Marisol, ensayamos tres meses, fundamentalmente para definir a los personajes y sus conflictos. Una vez que terminamos este proceso teníamos unas veinte páginas, con escenas y con notas. Con eso empezamos a rodar. Para nosotros, a partir de la experiencia de "El árbol" (2006), el guión es la definición precisa, el marco si se quiere, de aquello que se buscará durante el rodaje.
- Pensando en "El árbol" y "La orilla que se abisma" (2008), su cine trabaja sobre el minimalismo de la imagen, pero costaría pensar que tu cine “minimaliza” a la imagen. En "La madre" hay imágenes de grietas, pequeñas zanjas, espacios ínfimos que aparecen con gran protagonismo. ¿Cómo se relaciona con esas imágenes en las distintas fases de la realización de sus films?
Eso es parte de lo que hay que descubrir durante el rodaje, esas imágenes únicas para nosotros, por ejemplo por el modo como la luz natural incide sobre un rostro o una mosca camina sobre una mesada. Claro, la definición de las intenciones y la poética es fundamental para que la búsqueda esté direccionada. Por otro lado, hablas de grietas, elementos físicos, concretos en la imagen. Podemos hablar también de intersticios, eso que se juega entre plano y plano, esa otra zanja del sentido que se vuelve pura actividad para el espectador.
- La película nos muestra una relación fundamental en la vida de cualquier persona, pero atravesada por la locura de una de las partes. ¿Cómo concibe la locura dentro del universo de La madre? Pareciera que el personaje más desconectado con el mundo cotidiano, es a la vez el que más lo vivencia.
La relación es circular, laberíntica. Hay una mirada, la de la madre, que está donde debería ausentarse. Y hay una mirada, la del hijo, que teme ausentarse por el riesgo que esto implica. La mirada de la madre, el cuerpo de la madre todo, habla de la vulnerabilidad, parece decir todo el tiempo: si te vas me desmorono. Y el hijo, que tiene ganas de irse, volver la mirada plena hacia la novia, está atrapado porque se siente responsable de ella.
- En la película hay una gran ausencia y es la del padre. ¿Se conversó sobre este punto con los actores? ¿Cuál es su mirada?
Claro, el padre es el único que podría romper ese laberinto. Por eso su ausencia está presentizada en los tres viajes, los dos de ella y el hijo. Viajes hacia la nada, para encontrar siempre una ausencia.
- Si bien su cine tiene vinculaciones con el cine de Sokurov antes de "La madre", con esta nueva obra pareciera (y tal vez es un simplismo crítico) guiñarle un ojo al realizador ruso. ¿Qué le produce su cine, más allá de las comparaciones?
Me emociona el cine de Sokurov. Pero también el de Kiarostami y el de Erice. Y el de Bresson. Y mucho el de Olmi.
- El ambiente del film es suburbano, aparece el llamado “tren cartonero”, calles de tierra, casas bajas. ¿Cómo trabajó con ese espacio? ¿Lo conocía antes de terminar el guión?
No es exactamente el “tren cartonero”, aunque lo parece. Es el tren que va a La Plata, el que toma la gente todos los días para ir a su trabajo o a estudiar o simplemente para movilizarse. Ese espacio de casas bajas, de los suburbios, me pertenece de alguna manera. Es donde vivo desde que nací.
- ¿Qué sensaciones desea que produzca su film en los espectadores?
Una buena pregunta... En principio creo que en el conflicto, en la relación madre-hijo, hay un conjunto de emociones universales, que de alguna manera nos tocan a todos. Ojalá que esas emociones nos den después montones de cosas para pensar y pensarnos.
- ¿Cómo fue el proceso de escritura de "La madre"?
Empezamos el proceso de ensayo con los actores con un puñado de páginas, una idea general y algunas escenas. Desde el principio estaba la escena del incendio del colchón, por ejemplo. Con Gloria, Federico y Marisol, ensayamos tres meses, fundamentalmente para definir a los personajes y sus conflictos. Una vez que terminamos este proceso teníamos unas veinte páginas, con escenas y con notas. Con eso empezamos a rodar. Para nosotros, a partir de la experiencia de "El árbol" (2006), el guión es la definición precisa, el marco si se quiere, de aquello que se buscará durante el rodaje.
- Pensando en "El árbol" y "La orilla que se abisma" (2008), su cine trabaja sobre el minimalismo de la imagen, pero costaría pensar que tu cine “minimaliza” a la imagen. En "La madre" hay imágenes de grietas, pequeñas zanjas, espacios ínfimos que aparecen con gran protagonismo. ¿Cómo se relaciona con esas imágenes en las distintas fases de la realización de sus films?
Eso es parte de lo que hay que descubrir durante el rodaje, esas imágenes únicas para nosotros, por ejemplo por el modo como la luz natural incide sobre un rostro o una mosca camina sobre una mesada. Claro, la definición de las intenciones y la poética es fundamental para que la búsqueda esté direccionada. Por otro lado, hablas de grietas, elementos físicos, concretos en la imagen. Podemos hablar también de intersticios, eso que se juega entre plano y plano, esa otra zanja del sentido que se vuelve pura actividad para el espectador.
- La película nos muestra una relación fundamental en la vida de cualquier persona, pero atravesada por la locura de una de las partes. ¿Cómo concibe la locura dentro del universo de La madre? Pareciera que el personaje más desconectado con el mundo cotidiano, es a la vez el que más lo vivencia.
La relación es circular, laberíntica. Hay una mirada, la de la madre, que está donde debería ausentarse. Y hay una mirada, la del hijo, que teme ausentarse por el riesgo que esto implica. La mirada de la madre, el cuerpo de la madre todo, habla de la vulnerabilidad, parece decir todo el tiempo: si te vas me desmorono. Y el hijo, que tiene ganas de irse, volver la mirada plena hacia la novia, está atrapado porque se siente responsable de ella.
- En la película hay una gran ausencia y es la del padre. ¿Se conversó sobre este punto con los actores? ¿Cuál es su mirada?
Claro, el padre es el único que podría romper ese laberinto. Por eso su ausencia está presentizada en los tres viajes, los dos de ella y el hijo. Viajes hacia la nada, para encontrar siempre una ausencia.
- Si bien su cine tiene vinculaciones con el cine de Sokurov antes de "La madre", con esta nueva obra pareciera (y tal vez es un simplismo crítico) guiñarle un ojo al realizador ruso. ¿Qué le produce su cine, más allá de las comparaciones?
Me emociona el cine de Sokurov. Pero también el de Kiarostami y el de Erice. Y el de Bresson. Y mucho el de Olmi.
- El ambiente del film es suburbano, aparece el llamado “tren cartonero”, calles de tierra, casas bajas. ¿Cómo trabajó con ese espacio? ¿Lo conocía antes de terminar el guión?
No es exactamente el “tren cartonero”, aunque lo parece. Es el tren que va a La Plata, el que toma la gente todos los días para ir a su trabajo o a estudiar o simplemente para movilizarse. Ese espacio de casas bajas, de los suburbios, me pertenece de alguna manera. Es donde vivo desde que nací.
- ¿Qué sensaciones desea que produzca su film en los espectadores?
Una buena pregunta... En principio creo que en el conflicto, en la relación madre-hijo, hay un conjunto de emociones universales, que de alguna manera nos tocan a todos. Ojalá que esas emociones nos den después montones de cosas para pensar y pensarnos.