"Habitación en Roma", de Julio Medem: pros y contras
- por © Elio Castro / Damián Bulet-NOTICINE.com
El "remake" español de la cinta chilena de Matías Bize "En la cama", llega este viernes a los cines ibéricos tras un estreno mundial con homenaje incluído a su director, Julio Medem, en el Festival de Málaga. "Habitación en Roma" (o "Room in Rome", en su versión original en inglés) es un breve pero apasionado encuentro de dos mujeres en la Ciudad Eterna, que ha merecido comentarios diversos, incluso en nuestra propia redacción. He aquí las opiniones en pro y en contra, respectivamente, de Elio Castro y de Damián Bulet.
MAS BIEN A FAVOR (Elio Castro)
El morbo que pueda tener a priori "Room in Rome", la última película de Julio Medem, desaparece a los pocos minutos de comenzada la proyección, cuando el espectador comprueba que los dos bellos y espléndidos cuerpos de Elena Anaya y Natasha Yarovenko no están del todo desnudos sino que, poco a poco, se van recubriendo de un fino ropaje formado primero por el deseo, luego por la pasión y finalmente por el nacimiento y el término de un amor imposible, un amor que solo dura una noche. Es entonces cuando ya nada importa si los personajes van con o sin ropa. Es lo de menos. El espectador descubre a los seres humanos que hay detrás de esos preciosos cuerpos. Y se identifica con ellos. Piensa, desea y sueña que ojalá pudiera pasarle alguna vez en la vida algo parecido a lo que ve en la pantalla.
En esta nueva película de Julio Medem se concentra, como si fuera en una pequeña píldora, todo lo mejor y también lo menos bueno de su cine, sus mayores aciertos como cineasta y alguno de sus eternos defectos. "Room in Rome" está maravillosa y cuidadosamente rodada. La cámara se acerca a los cuerpos de las amantes sin ningún pudor. Te enreda en ellos, casi sientes su calor y las gotas de su sudor. Pero también, cuando corresponde, les da aire, sabe separarse, les deja respirar. Medem mueve la cámara con una cadencia majestuosa, elegante y respetuosa desde el primer minuto como si coreografiara un bello ballet entre dos bailarinas. Un ballet magníficamente fotografiado por Alex Catalán y arropado por la dirección artística de Montse Sanz.
El otro pilar que sostiene y realza la película es la interpretación de las dos protagonistas. A lo largo del metraje vemos a Elena Anaya consumirse literalmente por amor. Desear, llorar, reír, gozar, desgastarse tanto física como emocionalmente. Natasha Yarovenko no le va a la zaga. El trabajo de las dos actrices es como el de esos tenistas que golpean la bola sin descanso, apurando las líneas, buscando los ángulos, devolviendo golpes que parecen imposibles.
Y hay sin embargo en "Room in Rome" algo fundamental que no esta a la altura de lo anteriormente dicho y es, a mi entender, el guión que debe sostener todo este casi perfecto andamiaje. Un guión que carece de la curva dramática suficiente y hace que una historia tan intensa se desplome a ratos; parezca repetitiva; tenga vacíos y contenga alguna escena superflua e innecesaria. El espectador descubre muy pronto el misterio anterior y posterior que hay en la vida de estos dos personajes y lo que es peor, lo oye por boca de las dos protagonistas. No lo intuye nunca, apenas lo ve. Además, como le ha ocurrido en otras películas, Medem se pierde en una intensidad discursiva que aporta poco o nada a toda la historia e introduce alguna imagen (la de la flecha, por ejemplo) quizá bastante relamida. Son cosas que hay en todas sus películas. Es su sello. Sin ellas quizá no serían películas de Medem.
Pero "Room in Rome" se ve y sobre todo se disfruta y no por la carga sexual que tiene, que es lo de menos, sino por la sensualidad e intensidad que rezuma. Una bella historia de amor loco, un amor imposible o un amor verdadero. Dejemos que sea el espectador quien lo descubra en los cines y quien finalmente lo juzgue. Como dice el verso de Lope de Vega: "Esto es amor. Quien lo probó lo sabe".
MÁS BIEN EN CONTRA (DAmián Bulet)
Empecemos con la última película (y van ocho) de Julio Medem, "Habitación en Roma", donde desarrolla una historia lésbica con una gran concreción de medios: dos actrices (Elena Anaya y Natasha Yarovenko), un lugar (habitación de hotel), un tiempo (la noche de San Juan).
La propuesta es muy atractiva, sobre todo viendo el arranque de la película con un hermoso plano secuencia que encuentra a las desconocidas (una rusa, una española) al fondo de una calle, las recoge frente al hotel, y subiendo la cámara, las vuelve a encontrar ya dentro de esa habitación que no abandonarán hasta la mañana siguiente.
Pero a la media hora, cuando terminan el primer polvo, la película se empieza a cuartear, como los frescos renacentistas que decoran la habitación y tanto parecen inspirar a sus huéspedes en conversaciones insulsas. Concluido el coito, empieza el baile de máscaras, donde crean sus respectivos "doppelgängers" para resguardarse del otro, porque sólo han follado con el cuerpo, pero ahora empiezan a penetrarse el alma.
El problema es que su pasión, sus dudas, sus miedos son exhibidos desde el abuso, y en cuanto quieren expresarlo, los diálogos se alambican, se pierden en un pasado que más que explicar, estorba, agudizado por dos temas musicales reiterativos (una balada de Russian Red, un aria...) según sea un momento en que haya que alegrarse o entristecerse, como si fuésemos el perro de Pavlov mirando las escenas de sexo explícito desde una celosía.
Esto hace que, a pesar de que sus preciosas y estupendas protagonistas se pasen desnudas casi la totalidad de los 109 minutos, uno se aburra, y agradezca los planos que dan respiro a los personajes, enfocando angelotes o detalles del cuerpo, para que pueda apreciar la muy trabajada y esmeradísima fotografía de un Alex Catalán que considero lo mejor, y con diferencia, de la película.
Medem quiere hacernos partícipes del enamoramiento de dos personas del mismo sexo, aunque una de ellas haya sido hasta el momento heterosexual, pero lo que hace es dejarnos fríos, invadidos por el tedio, y con la sensación de que una vez más se ha desperdiciado a una gran actriz como Elena Anaya.
Me quedo con las ganas de ver cómo funciona en el mercado internacional, al cual va claramente dirigido, tanto por su título ("Room in Rome", mucho más acorde al toque elegíaco que busca Medem) como por el lenguaje usado, el inglés, a pesar de que la ucraniana Natasha Yarovenko desarrolla su carrera en España.
Puede ser que en el extranjero consideren estos defectos, virtudes.
MAS BIEN A FAVOR (Elio Castro)
El morbo que pueda tener a priori "Room in Rome", la última película de Julio Medem, desaparece a los pocos minutos de comenzada la proyección, cuando el espectador comprueba que los dos bellos y espléndidos cuerpos de Elena Anaya y Natasha Yarovenko no están del todo desnudos sino que, poco a poco, se van recubriendo de un fino ropaje formado primero por el deseo, luego por la pasión y finalmente por el nacimiento y el término de un amor imposible, un amor que solo dura una noche. Es entonces cuando ya nada importa si los personajes van con o sin ropa. Es lo de menos. El espectador descubre a los seres humanos que hay detrás de esos preciosos cuerpos. Y se identifica con ellos. Piensa, desea y sueña que ojalá pudiera pasarle alguna vez en la vida algo parecido a lo que ve en la pantalla.
En esta nueva película de Julio Medem se concentra, como si fuera en una pequeña píldora, todo lo mejor y también lo menos bueno de su cine, sus mayores aciertos como cineasta y alguno de sus eternos defectos. "Room in Rome" está maravillosa y cuidadosamente rodada. La cámara se acerca a los cuerpos de las amantes sin ningún pudor. Te enreda en ellos, casi sientes su calor y las gotas de su sudor. Pero también, cuando corresponde, les da aire, sabe separarse, les deja respirar. Medem mueve la cámara con una cadencia majestuosa, elegante y respetuosa desde el primer minuto como si coreografiara un bello ballet entre dos bailarinas. Un ballet magníficamente fotografiado por Alex Catalán y arropado por la dirección artística de Montse Sanz.
El otro pilar que sostiene y realza la película es la interpretación de las dos protagonistas. A lo largo del metraje vemos a Elena Anaya consumirse literalmente por amor. Desear, llorar, reír, gozar, desgastarse tanto física como emocionalmente. Natasha Yarovenko no le va a la zaga. El trabajo de las dos actrices es como el de esos tenistas que golpean la bola sin descanso, apurando las líneas, buscando los ángulos, devolviendo golpes que parecen imposibles.
Y hay sin embargo en "Room in Rome" algo fundamental que no esta a la altura de lo anteriormente dicho y es, a mi entender, el guión que debe sostener todo este casi perfecto andamiaje. Un guión que carece de la curva dramática suficiente y hace que una historia tan intensa se desplome a ratos; parezca repetitiva; tenga vacíos y contenga alguna escena superflua e innecesaria. El espectador descubre muy pronto el misterio anterior y posterior que hay en la vida de estos dos personajes y lo que es peor, lo oye por boca de las dos protagonistas. No lo intuye nunca, apenas lo ve. Además, como le ha ocurrido en otras películas, Medem se pierde en una intensidad discursiva que aporta poco o nada a toda la historia e introduce alguna imagen (la de la flecha, por ejemplo) quizá bastante relamida. Son cosas que hay en todas sus películas. Es su sello. Sin ellas quizá no serían películas de Medem.
Pero "Room in Rome" se ve y sobre todo se disfruta y no por la carga sexual que tiene, que es lo de menos, sino por la sensualidad e intensidad que rezuma. Una bella historia de amor loco, un amor imposible o un amor verdadero. Dejemos que sea el espectador quien lo descubra en los cines y quien finalmente lo juzgue. Como dice el verso de Lope de Vega: "Esto es amor. Quien lo probó lo sabe".
MÁS BIEN EN CONTRA (DAmián Bulet)
Empecemos con la última película (y van ocho) de Julio Medem, "Habitación en Roma", donde desarrolla una historia lésbica con una gran concreción de medios: dos actrices (Elena Anaya y Natasha Yarovenko), un lugar (habitación de hotel), un tiempo (la noche de San Juan).
La propuesta es muy atractiva, sobre todo viendo el arranque de la película con un hermoso plano secuencia que encuentra a las desconocidas (una rusa, una española) al fondo de una calle, las recoge frente al hotel, y subiendo la cámara, las vuelve a encontrar ya dentro de esa habitación que no abandonarán hasta la mañana siguiente.
Pero a la media hora, cuando terminan el primer polvo, la película se empieza a cuartear, como los frescos renacentistas que decoran la habitación y tanto parecen inspirar a sus huéspedes en conversaciones insulsas. Concluido el coito, empieza el baile de máscaras, donde crean sus respectivos "doppelgängers" para resguardarse del otro, porque sólo han follado con el cuerpo, pero ahora empiezan a penetrarse el alma.
El problema es que su pasión, sus dudas, sus miedos son exhibidos desde el abuso, y en cuanto quieren expresarlo, los diálogos se alambican, se pierden en un pasado que más que explicar, estorba, agudizado por dos temas musicales reiterativos (una balada de Russian Red, un aria...) según sea un momento en que haya que alegrarse o entristecerse, como si fuésemos el perro de Pavlov mirando las escenas de sexo explícito desde una celosía.
Esto hace que, a pesar de que sus preciosas y estupendas protagonistas se pasen desnudas casi la totalidad de los 109 minutos, uno se aburra, y agradezca los planos que dan respiro a los personajes, enfocando angelotes o detalles del cuerpo, para que pueda apreciar la muy trabajada y esmeradísima fotografía de un Alex Catalán que considero lo mejor, y con diferencia, de la película.
Medem quiere hacernos partícipes del enamoramiento de dos personas del mismo sexo, aunque una de ellas haya sido hasta el momento heterosexual, pero lo que hace es dejarnos fríos, invadidos por el tedio, y con la sensación de que una vez más se ha desperdiciado a una gran actriz como Elena Anaya.
Me quedo con las ganas de ver cómo funciona en el mercado internacional, al cual va claramente dirigido, tanto por su título ("Room in Rome", mucho más acorde al toque elegíaco que busca Medem) como por el lenguaje usado, el inglés, a pesar de que la ucraniana Natasha Yarovenko desarrolla su carrera en España.
Puede ser que en el extranjero consideren estos defectos, virtudes.