Almodóvar escribe sobre las drogas en su cine
- por © Pedro Almodóvar-NOTICINE.com
28-V-03
El realizador manchego Pedro Almodóvar se indignó al leer el pasado fin de semana un estudio realizado por la Facultad de Psicología de la Universitat Ramon Llull de Barcelona, que asegura que en su cine "se alude continuamente a drogas y adicciones", tras analizar 13 largometrajes dirigidos por él, desde "Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón" (1980) hasta "Todo sobre mi madre" (1999). En ellos, el tiempo dedicado a las sustancias adictivas -legales como el alcohol e ilegales- es de 3 horas, 5 minutos y 39 segundos y oscila entre los 26 minutos de "Entre tinieblas" a los 3 de "Matador". Su reacción fue escribir el artículo que reproducimos a continuación:
Leo con estupor en elmundo.es del domingo pasado un "estudio de la Universidad Ramón Llull" cuya conclusión es que el consumo de drogas ocupa el 14 por ciento de mis películas. Esto me recuerda otra conclusión a la que llegaron en Berlín dos feministas rabiosas (soy feminista convencido, pero me aterra el nazismo cuando se disfraza de feminismo) después de la proyección de "Átame!". En la rueda de prensa me preguntaron "Por qué en la película dos de las actrices iban al baño y las oíamos hacer pipí y por qué no hacían pipí también los hombres". Y que el hecho de mostrar a los personajes femeninos haciendo pipí era degradarlos...
Esto ocurría en el año 91, una época en la que lo "políticamente correcto" pasó de ser una moda a convertirse en una auténtica dictadura. Los efectos de esta misma corriente los sufrí con más violencia en Estados Unidos cuando intentaron estigmatizar la película con la clasificación X, que en términos de mercado la reducía a circuitos pornográficos. Libré con éxito aquella batalla, y recuerdo la alegría y el orgullo que sentía porque este tipo de manifestaciones no fueran posibles en España, porque en nuestro país no hubiera censura (se había abolido oficialmente en el año 77) y sobre todo autocensura. Aquí no había que luchar por la libertad de expresión porque todo el mundo parecía entender en qué consistía.
El estudio y las conclusiones de la Universidad Ramón Llull con respecto a mi cine y las drogas, legales o ilegales, que después se ha publicado en la revista Adicciones, me ha provocado la misma sensación kafkiana mezcla de miedo, asco, estupor, furia e indignación que cuando en el 91 la censura americana calificara "Átame!" de pornográfica, o las feministas alemanas se molestaran por ver a Victoria Abril haciendo pis en el baño. El hecho de que esto ocurra en la España del año 2003 no hace sino agravar la situación.
El "estudio" en cuestión es en sí mismo caótico y delirante y oculta un fantasma, la censura, que me obliga a reaccionar de inmediato. Entre lo que pude entender de sus conclusiones, además de un recuento meramente aritmético de situaciones donde aparece alguien fumando, bebiendo o drogándose, dicho estudio considera que la presencia de las drogas en las películas, en las mías desde luego, incitan al consumo y sirven como elemento publicitario de las mismas.
Es como si nos acercáramos a la obra de Scorsese y contabilizáramos que más del 60 por ciento de sus personajes son gansters, o delincuentes, poseen armas, y las utilizan con frecuencia. Por lo cual habría que denunciar al Sr. Scorsese como miembro del Crimen Organizado, ya que muestra a sus personajes como seres humanos y no como los monstruos que son.
La publicación del susodicho estudio en El Periódico de Cataluña es más explícita que en elmundo.es, el diario catalán añade que dicho estudio "denuncia" el exceso de drogas en las películas de Almodóvar.
Se me ocurren muchas preguntas evidentes, el "estudio" promovido por la Universidad Ramón Llull ¿denuncia el exceso de drogas, en la ficción? ¿Es posible y legítima esta denuncia? Las denuncias, y los estudios de la realidad (en este caso la adicción a las drogas) no habría que hacerlos en el terreno de la realidad y dejar a la ficción en paz! ¿Qué pretenden, que yo juzgue a mis personajes, del modo en que los juzgan los que hayan hecho este maldito estudio? Está claro que no conocen la naturaleza de la creación. El autor no debe juzgar a sus personajes sino entenderlos, por monstruosos que estos sean, y mostrar su humanidad y explicar su complejidad, y debe hacerlo con absoluta libertad. Lo que viene a decir el citado estudio es que el autor debe ser maniqueo, debe establecer desde el momento de la creación quiénes son los malos y quiénes los buenos, y sólo a los malos se les permitirá fumar, beber y drogarse, mientras que sólo los buenos pueden ser generosos, amables, simpáticos y entrañables.
Me pregunto por qué la facultad de Psicología de la Universidad Ramón Llull se esfuerza en contabilizar a lo largo de mis trece primeras películas cuánto tiempo emplean mis personajes en fumar, beber o drogarse (evitando cualquier consideración de la trama, el estilo, el género, las circunstancias que viven los personajes, etc.) cómo es que este singular e idiota estudio interesa y se publica en la Revista Adicciones, y por qué camino llega a Europa Press que lo ofrece a los medios de comunicación, y que El Periódico de Cataluña y elmundo.es lo difunden con categoría de noticia.
La denuncia de que unos personajes fumen, o se droguen en una película es el paso previo a prohibir que en las películas los personajes incurran en cualquiera de estas conductas.
Después vendrá el sexo, y la violencia. Y a personas como las que han escrito este estudio, en nombre de una universidad, será muy difícil convencerles de la diferencia entre realidad y ficción. De que Sam Peckinpah y Scorsese no son culpables de que la gente mate en Estados Unidos, y que "Lucía y el sexo" no es responsable del aumento de la prostitución en Rusia o en Cuba. Y que lo políticamente correcto sólo está a favor de la mentira, la hipocresía y las apariencias. Cuando un creador se pone delante de un lienzo, una página en blanco, una cámara o un instrumento musical, siempre habrá alguien a quien le ofenda su obra. La libertad de creación, sin complejos y sin prejuicios, son tan necesarias para la sociedad y sus creadores como el aire y el agua.
Me deprime y me aterra tener que escribir esto en la primavera del 2003 para defenderme del maldito estudio propiciado por la facultad de Psicología de la Universidad Ramón Llull de Barcelona."
El realizador manchego Pedro Almodóvar se indignó al leer el pasado fin de semana un estudio realizado por la Facultad de Psicología de la Universitat Ramon Llull de Barcelona, que asegura que en su cine "se alude continuamente a drogas y adicciones", tras analizar 13 largometrajes dirigidos por él, desde "Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón" (1980) hasta "Todo sobre mi madre" (1999). En ellos, el tiempo dedicado a las sustancias adictivas -legales como el alcohol e ilegales- es de 3 horas, 5 minutos y 39 segundos y oscila entre los 26 minutos de "Entre tinieblas" a los 3 de "Matador". Su reacción fue escribir el artículo que reproducimos a continuación:
Leo con estupor en elmundo.es del domingo pasado un "estudio de la Universidad Ramón Llull" cuya conclusión es que el consumo de drogas ocupa el 14 por ciento de mis películas. Esto me recuerda otra conclusión a la que llegaron en Berlín dos feministas rabiosas (soy feminista convencido, pero me aterra el nazismo cuando se disfraza de feminismo) después de la proyección de "Átame!". En la rueda de prensa me preguntaron "Por qué en la película dos de las actrices iban al baño y las oíamos hacer pipí y por qué no hacían pipí también los hombres". Y que el hecho de mostrar a los personajes femeninos haciendo pipí era degradarlos...
Esto ocurría en el año 91, una época en la que lo "políticamente correcto" pasó de ser una moda a convertirse en una auténtica dictadura. Los efectos de esta misma corriente los sufrí con más violencia en Estados Unidos cuando intentaron estigmatizar la película con la clasificación X, que en términos de mercado la reducía a circuitos pornográficos. Libré con éxito aquella batalla, y recuerdo la alegría y el orgullo que sentía porque este tipo de manifestaciones no fueran posibles en España, porque en nuestro país no hubiera censura (se había abolido oficialmente en el año 77) y sobre todo autocensura. Aquí no había que luchar por la libertad de expresión porque todo el mundo parecía entender en qué consistía.
El estudio y las conclusiones de la Universidad Ramón Llull con respecto a mi cine y las drogas, legales o ilegales, que después se ha publicado en la revista Adicciones, me ha provocado la misma sensación kafkiana mezcla de miedo, asco, estupor, furia e indignación que cuando en el 91 la censura americana calificara "Átame!" de pornográfica, o las feministas alemanas se molestaran por ver a Victoria Abril haciendo pis en el baño. El hecho de que esto ocurra en la España del año 2003 no hace sino agravar la situación.
El "estudio" en cuestión es en sí mismo caótico y delirante y oculta un fantasma, la censura, que me obliga a reaccionar de inmediato. Entre lo que pude entender de sus conclusiones, además de un recuento meramente aritmético de situaciones donde aparece alguien fumando, bebiendo o drogándose, dicho estudio considera que la presencia de las drogas en las películas, en las mías desde luego, incitan al consumo y sirven como elemento publicitario de las mismas.
Es como si nos acercáramos a la obra de Scorsese y contabilizáramos que más del 60 por ciento de sus personajes son gansters, o delincuentes, poseen armas, y las utilizan con frecuencia. Por lo cual habría que denunciar al Sr. Scorsese como miembro del Crimen Organizado, ya que muestra a sus personajes como seres humanos y no como los monstruos que son.
La publicación del susodicho estudio en El Periódico de Cataluña es más explícita que en elmundo.es, el diario catalán añade que dicho estudio "denuncia" el exceso de drogas en las películas de Almodóvar.
Se me ocurren muchas preguntas evidentes, el "estudio" promovido por la Universidad Ramón Llull ¿denuncia el exceso de drogas, en la ficción? ¿Es posible y legítima esta denuncia? Las denuncias, y los estudios de la realidad (en este caso la adicción a las drogas) no habría que hacerlos en el terreno de la realidad y dejar a la ficción en paz! ¿Qué pretenden, que yo juzgue a mis personajes, del modo en que los juzgan los que hayan hecho este maldito estudio? Está claro que no conocen la naturaleza de la creación. El autor no debe juzgar a sus personajes sino entenderlos, por monstruosos que estos sean, y mostrar su humanidad y explicar su complejidad, y debe hacerlo con absoluta libertad. Lo que viene a decir el citado estudio es que el autor debe ser maniqueo, debe establecer desde el momento de la creación quiénes son los malos y quiénes los buenos, y sólo a los malos se les permitirá fumar, beber y drogarse, mientras que sólo los buenos pueden ser generosos, amables, simpáticos y entrañables.
Me pregunto por qué la facultad de Psicología de la Universidad Ramón Llull se esfuerza en contabilizar a lo largo de mis trece primeras películas cuánto tiempo emplean mis personajes en fumar, beber o drogarse (evitando cualquier consideración de la trama, el estilo, el género, las circunstancias que viven los personajes, etc.) cómo es que este singular e idiota estudio interesa y se publica en la Revista Adicciones, y por qué camino llega a Europa Press que lo ofrece a los medios de comunicación, y que El Periódico de Cataluña y elmundo.es lo difunden con categoría de noticia.
La denuncia de que unos personajes fumen, o se droguen en una película es el paso previo a prohibir que en las películas los personajes incurran en cualquiera de estas conductas.
Después vendrá el sexo, y la violencia. Y a personas como las que han escrito este estudio, en nombre de una universidad, será muy difícil convencerles de la diferencia entre realidad y ficción. De que Sam Peckinpah y Scorsese no son culpables de que la gente mate en Estados Unidos, y que "Lucía y el sexo" no es responsable del aumento de la prostitución en Rusia o en Cuba. Y que lo políticamente correcto sólo está a favor de la mentira, la hipocresía y las apariencias. Cuando un creador se pone delante de un lienzo, una página en blanco, una cámara o un instrumento musical, siempre habrá alguien a quien le ofenda su obra. La libertad de creación, sin complejos y sin prejuicios, son tan necesarias para la sociedad y sus creadores como el aire y el agua.
Me deprime y me aterra tener que escribir esto en la primavera del 2003 para defenderme del maldito estudio propiciado por la facultad de Psicología de la Universidad Ramón Llull de Barcelona."