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Por Galia Bogolasky

Una de las cosas que han marcado la carrera cinematográfica de Pablo Larraín es que sus películas parten de la premisa de tratar temas de interés nacional en Chile, con mucho potencial y que generan reacciones en el público. La primera película de Larraín fue "Fuga" (2006), sobre un director de orquesta que se vuelve loco y termina en un hospital psiquiátrico. Luego vino la elogiada "Tony Manero" (2008), sobre un imitador de John Travolta en "Fiebre de sábado noche" (Saturday Night Fever, 1977), que participa en el famoso programa de televisión chileno de los 80: "El Festival de la Una" y después vino, lo que sería una secuela de Tony Manero, "Post mortem" (2010).

Este film contaba con un trascendental tema como era la autopsia de Salvador Allende después de su muerte en el Palacio de la Moneda, durante el Golpe Militar del 11 de Septiembre de 1973. Algunos consideran que se desperdició un gran asunto, tratando de copiar la fórmula de "Tony Manero". Se repitieron los mismos actores, pero además los mismos personajes, los mismos "leit motiv", los mismos tonos, por lo que parecía una especie de segunda parte de la anterior. En ese contexto, donde Larraín tiende a ocupar una "fórmula" para contar sus historias, que son repetitivas y muy ambiciosas, "No" (2012) viene a romper el patrón y se destaca con una historia bien contada gracias al guión de un maestro de la narración, Pedro Peirano.

Debido a que Peirano trabaja en México, en la productora Canana de Gael García Bernal, se pudo contar con una mega estrella del cine Latino y mundial en esta historia tan propiamente chilena, protagonizándola como el director creativo de la campaña del plebiscito de 1988 en Chile, que buscaba derrocar a través de una elección democrática, una dictadura que llevaba más de 15 años en ese momento. Un personaje ficticio protagonizando una historia real. La gran pregunta que el público mundial se hace es: ¿cómo una dictadura permite hacer elecciones democráticas poniendo en riesgo su propio gobierno? La respuesta es que nunca se imaginaron que iban a perder, porque tenían un ego enorme y no miraban más allá de sus narices. Esa campaña que se pensó que era tan sencilla e inocente se convirtió en algo memorable, y fue llevada por políticos y creativos que acá son liderados por un personaje ficticio interpretado por García Bernal, como la representación del exiliado que en el fondo se siente muy chileno, y entiende la realidad de una manera que puede lograr interpretarlo con una campaña tan exitosa como esta que finalmente logró derrocar a un dictador civilizadamente. Era impensable, pero se logró. Esta película logra mezclar la ficción con una realidad conocida por todos los chilenos pero no por el mundo entero y que gracias a "No" se difunde ahora.

Una de las grandes sorpresas de la película es que, debido a la tendencia ya manifestada en las otras películas de Larraín de terminar las historias en el clímax, sin contar con un tercer acto y desenlace, podría haber terminado antes de que se supiera el resultado de las elecciones, pero por primera vez se sale de su patrón, para que el público que no conoce esta historia sepa quién ganó la consulta y cómo se logró algo tan importante. Otro de los puntos altos de la película es que toma las imágenes de archivo de la campaña y las une con imágenes actuales de los mismos protagonistas, y esta conexión entre realidad y ficción, y conexión entre una imagen histórica y una escena cinematográfica, se logra de una manera muy emotiva.

A fin de cuentas "No", de Pablo Larraín, ha logrado, gracias a ganar la Quincena de los Realizadores en Cannes este año, y a sus otros logros internacionales, situar la historia chilena reciente en la audiencia mundial, que no tenían claro como se derrocó a un dictador pacífica y democráticamente. Era la historia de un Chile con buenas ideas que acabaron con el dictador, y esa historia bien contada podía lograr mucho. Larraín, al elegir contar esta trama de origen histórico, y además hacerlo bien, consigue la que es su mejor película, la cual es capaz de conmover y generar reacciones en el espectador.