William Vega escribe sobre "La sirga"
- por © Contravía Films-NOTICINE.com
Por William Vega *
Entre Junio de 2005 y Marzo de 2006, recorrí la mitad del país como realizador de "Juan Mochilas", un programa de la franja de agro, medio ambiente y naturaleza de Señal Colombia. Gracias a ese recorrido hice mi propia lectura del país en que vivo. Mi lectura, mi versión, no la de otros. Fue en Agosto de 2005 que llegué en medio de la bruma al encanto de La Cocha, una laguna que se levanta en medio de Los Andes. Su nombre ya de por sí es una historia y como es natural, las historias llaman a otras historias.
En medio de la neblina conocí a personas tan enormes como sencillas. La misma neblina va permitiendo que uno conozca poco a poco la majestuosidad del lugar. Poco a poco, sin prisa. De repente sobre la laguna soplan vientos que despejan las montañas que la circundan y es así, como también van apareciendo las historias. Es en este lugar sagrado que se cultiva la fábula de Alicia, una niñita vulnerable que lo pierde todo y queda desprotegida en medio de tanto frío.
Alicia escapa del desastre y después de un viaje en medio del páramo de Quisinmayaco queda impactada por el espejo de agua de la Laguna. Ahí, como los viejos pescadores, echará la red, una sirga para ver qué atrapa. Eso es "La sirga", la historia de Alicia. La historia de una niña que se convierte en mujer y que en ese doloroso proceso entiende que los ciclos consisten en el ensayo error. "La sirga" es entonces la historia de una mujer que busca reconstruirse y levantarse de sus cenizas. En su aprendizaje, tanto en su viaje interno como externo, entenderá que nunca somos del todo desgraciados, así como tampoco somos del todo felices. La desaparecida madre de Alicia diría que siempre faltan cinco centavos pa’l peso, y sí, vaya a ver y es cierto.
La historia de esta maniobra, de esta sirga, se enclava entonces alrededor de La Cocha, de sus mitos, de sus habitantes, sus creencias e idiosincrasia. Es por eso que su narración va a la velocidad de la neblina cuando baja, pero también da giros en espiral y se despeja rápidamente por ráfagas de viento que lo descubren todo por momentos.
Aventurarme a escribir y a dirigir esta historia, nace de la necesidad por redescubrir la tradición narrativa a la que pertenezco. Mi primera pregunta como creador busca responder a qué historias me debo, cuáles me cautivan y logran invadirme. Es así como recuerdo con complacencia los mitos y leyendas que hablan de pueblos, dioses, semidioses, héroes y mártires indígenas que actúan alrededor de las grandes lagunas.
Estos lugares enclavados en la cordillera de Los Andes han sido por siglos el epicentro de la sabiduría, que gracias a la tradición oral permite la durabilidad de las fabulas que ahí han ocurrido y que también se inventan. Esta fascinación por las lagunas encantadas de Latinoamérica es el punto de partida para crear mi propia leyenda.
La escritura de la sirga tiene su origen en la seducción por un lugar geográfico periférico y desconocido por Colombia y el mundo. Más allá del espacio, es la manifestación de asombro por la gente del lugar. Campesinos con un legado indígena que hoy resisten ideológicamente para que sus tradiciones existan y sigan existiendo, para que la relación con la tierra y con el hermano sea limpia, pura y se extienda así por todos los tiempos y todos los espacios. Familias y vecinos construyen una vida admirable en medio de un país en conflicto, entre un país con hambre, desigualdad y guerra. Una comunidad con una propuesta de transformación del pensamiento y las relaciones, que otros hermanos desconocen. Hermanos que hieren la tierra y la desangran.
(*): El caleño William Vega, comunicador social y cineasta, debuta como director de largometrajes con "La sirga", producida por Oscar Ruiz Navia ("El vuelco del cangrejo"), del que fue ayudante de dirección. Lanzada mundialmente en Cannes, acaba de llegar este fin de semana a 22 salas de cine en 7 ciudades colombianas después de una experiencia novedosa: preestrenarla en internet. Más de 50 000 computadores se conectaron para verla en "stream" el pasado jueves.
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Entre Junio de 2005 y Marzo de 2006, recorrí la mitad del país como realizador de "Juan Mochilas", un programa de la franja de agro, medio ambiente y naturaleza de Señal Colombia. Gracias a ese recorrido hice mi propia lectura del país en que vivo. Mi lectura, mi versión, no la de otros. Fue en Agosto de 2005 que llegué en medio de la bruma al encanto de La Cocha, una laguna que se levanta en medio de Los Andes. Su nombre ya de por sí es una historia y como es natural, las historias llaman a otras historias.
En medio de la neblina conocí a personas tan enormes como sencillas. La misma neblina va permitiendo que uno conozca poco a poco la majestuosidad del lugar. Poco a poco, sin prisa. De repente sobre la laguna soplan vientos que despejan las montañas que la circundan y es así, como también van apareciendo las historias. Es en este lugar sagrado que se cultiva la fábula de Alicia, una niñita vulnerable que lo pierde todo y queda desprotegida en medio de tanto frío.
Alicia escapa del desastre y después de un viaje en medio del páramo de Quisinmayaco queda impactada por el espejo de agua de la Laguna. Ahí, como los viejos pescadores, echará la red, una sirga para ver qué atrapa. Eso es "La sirga", la historia de Alicia. La historia de una niña que se convierte en mujer y que en ese doloroso proceso entiende que los ciclos consisten en el ensayo error. "La sirga" es entonces la historia de una mujer que busca reconstruirse y levantarse de sus cenizas. En su aprendizaje, tanto en su viaje interno como externo, entenderá que nunca somos del todo desgraciados, así como tampoco somos del todo felices. La desaparecida madre de Alicia diría que siempre faltan cinco centavos pa’l peso, y sí, vaya a ver y es cierto.
La historia de esta maniobra, de esta sirga, se enclava entonces alrededor de La Cocha, de sus mitos, de sus habitantes, sus creencias e idiosincrasia. Es por eso que su narración va a la velocidad de la neblina cuando baja, pero también da giros en espiral y se despeja rápidamente por ráfagas de viento que lo descubren todo por momentos.
Aventurarme a escribir y a dirigir esta historia, nace de la necesidad por redescubrir la tradición narrativa a la que pertenezco. Mi primera pregunta como creador busca responder a qué historias me debo, cuáles me cautivan y logran invadirme. Es así como recuerdo con complacencia los mitos y leyendas que hablan de pueblos, dioses, semidioses, héroes y mártires indígenas que actúan alrededor de las grandes lagunas.
Estos lugares enclavados en la cordillera de Los Andes han sido por siglos el epicentro de la sabiduría, que gracias a la tradición oral permite la durabilidad de las fabulas que ahí han ocurrido y que también se inventan. Esta fascinación por las lagunas encantadas de Latinoamérica es el punto de partida para crear mi propia leyenda.
La escritura de la sirga tiene su origen en la seducción por un lugar geográfico periférico y desconocido por Colombia y el mundo. Más allá del espacio, es la manifestación de asombro por la gente del lugar. Campesinos con un legado indígena que hoy resisten ideológicamente para que sus tradiciones existan y sigan existiendo, para que la relación con la tierra y con el hermano sea limpia, pura y se extienda así por todos los tiempos y todos los espacios. Familias y vecinos construyen una vida admirable en medio de un país en conflicto, entre un país con hambre, desigualdad y guerra. Una comunidad con una propuesta de transformación del pensamiento y las relaciones, que otros hermanos desconocen. Hermanos que hieren la tierra y la desangran.
(*): El caleño William Vega, comunicador social y cineasta, debuta como director de largometrajes con "La sirga", producida por Oscar Ruiz Navia ("El vuelco del cangrejo"), del que fue ayudante de dirección. Lanzada mundialmente en Cannes, acaba de llegar este fin de semana a 22 salas de cine en 7 ciudades colombianas después de una experiencia novedosa: preestrenarla en internet. Más de 50 000 computadores se conectaron para verla en "stream" el pasado jueves.
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