Crítica: "La pelea de mi vida", rutinarios puñetazos televisivos
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Por Lucia Roitbarg
Con la película argentina "La pelea de mi vida" (2012), el director Jorge Nisco reproduce las fórmulas del medio que más conoce: la televisión. El guión por su parte es flojo y las escenas monótonas y obvias. Sólo aquellas dedicadas a las peleas parecen adquirir algo de ritmo y se lucen un poco más, pues el resto deja mucho que desear. La línea melodramática es cursi y moralista, y cuando busca la comicidad lo hace sin gracia alguna. En cuanto a la incorporación del 3D no sólo que no se justifica sino que podría haberse evitado.
Alejandro Ferraro (Mariano Martínez) es un boxeador que vuelve a Argentina luego de diez años. Al parecer, decide irse del país sólo y en secreto, tras una pelea deshonrosa para su carrera. Al regresar comprende que muchas cosas cambiaron, pero su mayor sorpresa será descubrir que tiene un hijo de diez años, y que la madre del niño, su antigua novia, falleció hace cinco. Se lleva una gran desilusión cuando se entera que el padrastro del pequeño es Bruno Molina (Federico Amador), su enemigo número uno en el ring y el campeón mundial de Boxeo. La pelea de su vida será entonces recuperar su honor y conseguir el amor del niño.
La película de Jorge Nisco debería comenzar con una leyenda que dijese “cualquier coincidencia con hechos televisivos no es pura coincidencia”, porque claro está que desde el personaje de Martínez hasta el mismo argumento del film mantienen obvias similitudes con algunas tiras de ficción de Polka, como “Campeones de la vida” y la actual “Sos mi hombre”. Las similitudes no son malas per se, pero si se hacen deberían lograr alguna innovación que las aleje de sus originales. Se entiende que el film apunta a un público televisivo, cuyas expectativas no sean amplias y deseen ver un producto sin demasiadas pretensiones argumentales (e incluso con los famosos e inapropiados “chivos”). Aunque esto signifique muchas veces una clara subestimación al espectador.
Las frases donde el boxeo y la vida se comparan se suceden una tras otra como si nadie entendiese que se trata de un film de segundas oportunidades (“el boxeo es como la vida: muchas veces te deja contra las cuerdas pero hay que seguir peleando” aconseja Rolo- Emilio Disi-, entrenador de Alex a su protegido). Las escenas “sentimentales” o con moraleja llegan a un punto exasperante. La emoción que se intenta mostrar a través de la historia del padre y del hijo no está mal, pero como no se buscan nuevas maneras de conmover, o imágenes que hablen más que las palabras, todo resulta conocido, previsible, sin vuelo.
EL ansiado final del film podría ser lo que más ayude a la película, pero el clímax que debería lograrse ni siquiera es tal y se diluyen las intenciones. En pocas palabras digamos que, en el boxeo como en el cine, hay que buscar el K.O.
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