Crítica: "Topos", la danza de la muerte
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Por José Carlos Donayre
"Topos" (2012), dirigida por Emiliano Romero y última ganadora del New York City International Film Festival 2012, es una película atípica y poco común para el cine argentino por lo arriesgado en cuanto a estética y argumento. Sin embargo, tiene fuerza visual, tanto en la puesta de cámara como en las actuaciones, además de una progresión dramática atrayente.
Los topos viven en las cloacas de una ciudad ambientada en el pasado, que también podría ser el futuro, pero es un tiempo indeterminado (apocalíptico) donde la sociedad se divide entre los de arriba y los de abajo. Comandados por un padre y su hijo, los topos se arrastran por túneles subterráneos que los mantienen encorvados sin estar nunca de pie. Ahí se alimentan de la basura y de todo lo que consigan. Siempre reunidos cerca del paso del tren, visten ropajes rotos y están armados como si se preparasen para una guerra futura. El hijo, el topo protagonista, se dedica a espiar, y por una ranura asoma a un internado de danza. Y con el tiempo, se siente tan atraído por el ballet que decide escapar. Entonces ayudado por su hermana secuestra a Amadeo -pues espiando se ha enterado de la llegada de un alumno nuevo (precisamente llamado Amadeo)- y se hace pasar por él. Así el topo, tendrá que aprender a bailar, a caminar derecho, al mismo tiempo que irá descubriendo el mundo hostil que se vive en el internado, sobre todo porque algunos parecen saber que está suplantando al verdadero Amadeo.
Construida como una tragedia clásica, la película tiene aires de expresionismo. Al inicio parece un mundo extraído de una película fiel al estilo de Terry Gilliam, pero después hace más hincapié en una iluminación llena de claroscuros, posiciones de cámara extrañas y actuaciones propias del cine mudo, precisamente del expresionismo alemán. Aún más plantea una estética cerca de lo grotesco, refinada por la idea del ballet, y por la manera como el topo tendrá que adiestrar su cuerpo para el baile y para no dejarse superar por los compañeros.
La actuación de Lautaro Delgado, en el papel principal, es destacada por su nivel de transformación. También las de Leonor Manso y Gabriel Goity ambos encargados del internado que se asemeja a un internado militar donde el “guardián” y “portero” está encarado por Pompeyo Audivert cuyo personaje oculta misterios para la resolución. En sí, el nivel actoral de Topos es de gran valor, y no sólo bastaría con los ya mencionados también puede incluirse al resto de los demás alumnos de ballet, pues logran la abstracción necesaria para esta historia marcada de imágenes surrealistas y muchos momentos de tensión. Sin duda, una película que hay que ver por su originalidad, y altamente recomendable.
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