Crítica: "El Buen Pedro" y "Coliseo", novedades nacionales en la cartelera peruana
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Por José Romero Carrillo
Ya se ha vuelto costumbre, ante de la imposibilidad de estrenar en otras temporadas, que los meses de septiembre, octubre y noviembre sean –mayoritariamente- quienes alberguen los estrenos nacionales de cada año. Es así que ahora podemos ver en pantalla grande, con una diferencia de dos semanas, "El buen Pedro" y "Coliseo", dos nuevas películas peruanas.
"El buen Pedro", segundo trabajo del director Sandro Ventura pretende ser un "thriller" y de paso satisfacer (y seducir) al espectador asiduo al cine de género que frecuentemente transita por nuestra cartelera. No logra ni lo uno ni lo otro, lo que sí encontramos son dos historias distantes que con el transcurrir de los minutos derivan en el tedio o -al menos- en el desinterés.
El personaje del título es un asesino de prostitutas, retraído y metódico en su rutina diaria y en la otra línea argumental, el policía inactivo y atormentado por su infeliz vida al lado, cómo no, de otra prostituta. Lo que se supone, debiera conducir a un clímax resolutorio en el que ambos personajes tengan al menos un encuentro, queda solamente en la expectativa.
Ventura no está interesado en la pesquisa policiaca ni mucho menos en honrar o seguir aplicadamente las reglas del "thriller". Podríamos, en cambio, referirnos a una traición del clásico suspense que tanto disfrute nos ha brindado. No estamos frente a un desmontaje del género, si previamente no se ha demostrado un dominio o al menos una coherencia interna, que pueda dar espacio para la experimentación.
En cambio, lo que sí es preocupante es la ausencia del crescendo en el tempo que todo "thriller" debe tener y lo que sí abunda durante todo el metraje es una sucesión de movimientos de cámara, ángulos rebuscados y una banda sonora estridente que solo buscan teñir de una falsa autoría, una cinta que indudablemente pasará al olvido en nuestra cinematografía.
"Coliseo – Los Campeones" pareciera ser, por el contrario, una película sin mayor objetivo que el de entretener. Digo pareciera, puesto que en la sola consecución de este logro muchas cintas nacionales naufragan. Partamos de que su director Alejandro Rossi sí lo consigue; pues la fábula sobre la competencia del baile folklórico llamado huaylarsh y la consecuente historia de amor de dos jóvenes de raíces andinas fluye ante nuestros ojos.
Luego aparecen otros temas (o los verdaderos objetivos centrales del cineasta) como son la reivindicación del migrante andino ya radicado en la capital y la aceptación de las tradiciones ancestrales (en la figura del baile del huaylarsh) como parte de la peruanidad que muchas veces es desplazada por la modernidad y la avalancha de costumbres foráneas que se respira en la ciudad de Lima.
Es verdad que el debut en el cine de ficción de Rossi peca en exceso de inocencia, de simpleza en la construcción de sus personajes pero, sin embargo, destila cariño y respeto por sus personajes, al evitar en todo momento la tentación de ofrecernos un retrato más cercano a la caricatura o al estereotipo mediático. Eso ya de por sí es un logro.
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