Crítica: "Un otoño sin Berlín", reencuentros convertidos en despedidas

por © NOTICINE.com
''Un otoño sin Berlín''


Por Sonia R. Castellanos

Un otoño no es del todo otoño si uno no está en Berlín con alguien especial. Quizá algo así es lo que se planteó la protagonista creada por la directora vasca Lara Izagirre para su primer largometraje, "Un otoño sin Berlín" (2015), que se estrena este viernes en las salas de cine de España y no en Berlín, como casi se podría esperar. Y aunque Berlín no aparece físicamente en el drama romántico protagonizado por June y Diego, sí planea constantemente sobre la trama como una metáfora de lo que iba a ser y no fue, de historias pasadas retomadas, de una vuelta a casa un tanto abrupta. En definitiva, Berlín es como el personaje omnipresente que a pesar de no estar, guía las acciones de la protagonista. Berlín no es el camino hacia el futuro, sino una excusa para volver y estar en paz con el pasado.

Una larga vuelta a casa desde Canadá es el punto de partida de la historia de June, una chica de edad indeterminada entre los veinte y los treinta que huyó de su pueblo natal intentando dejar atrás el dolor de la pérdida, buscando nuevas oportunidades o quizá incluso buscándose a sí misma. Lo valiente de sus decisiones es comparable a la ingenuidad de sus esperanzas cuando a su regreso pretende que todo vuelva a ser como antes. El problema es que todo ha cambiado y parece que el punto de inflexión fue su partida inicial: su padre, un médico reacio al perdón inmediato, y su amor de juventud, un escritor con problemas para relacionarse, ya no son los mismos. Incluso la mejor amiga de la infancia es diferente ante la perspectiva de su inminente maternidad, algo que lleva a ambas chicas a protagonizar una de las escenas más polifacéticas de la película, aglutinando la emoción, la diversión y también la tristeza y el dolor en una clase de preparación para el parto. June ha vuelto para revolucionarlo todo y, aunque ella lo camufla en que ha vuelto para estar con Diego, no deja de intentar estar en paz con el pasado para poder cerrar esa etapa de su vida.

Ya desde el primer acercamiento de June a Diego a través del telefonillo se percibe que la interpretación de Irene Escolar es soberbia y emocional, que la película trata sobre personajes pero también emociones, y que los silencios aportan en ocasiones mucha más fuerza que las palabras. Las escenas de Escolar y Tamar Novas, actor que interpreta a Diego, son tan naturales que uno puede llegar a pensar que se ha colado de forma furtiva en la vida de una pareja que tiene aún cosas por solucionar, aunque la relación de June y Diego no es nada convencional. Ella, empeñada en no aceptarle como es; él, reacio al reencuentro pero en cierto modo aliviado de volver a ver a la única persona con la que su agorafobia y sus problemas para socializar mejoran. La sensación del espectador de estar viendo a personas reales más que a personajes aumenta, una sensación propiciada también por el formato cuadrado en vez del panorámico con el que la directora consigue que quien ve la película no tenga más remedio que estar con los protagonistas. El formato cuadrado no solo aumenta la cercanía con la historia, sino que también ayuda a evitar la impresión de vacío cuando algunas secuencias se alargan más de lo esperado y cuando el plano es demasiado fijo.

"Un otoño sin Berlín" es una historia de reencuentros convertidos en despedidas, una historia sobre la aceptación del entorno en vez del cambio obligado, algo que June descubre con el personaje de Nico, un niño al que tiene que enseñar francés para entrar en un colegio al que no quiere ir. Nico, a través de una interpretación inocente y adorable del recién descubierto Lier Quesada, es quien ayuda a June, sin pretenderlo, a entender que aceptar las circunstancias es un proceso clave de la vida. El libre albedrío con el que cuenta el espectador desde el comienzo de la cinta a la hora de completar aquello que no se dice hace que las motivaciones, sensaciones y decisiones de June sean diferente para cada uno. La historia de June y Diego, más dramática que romántica y más que de June y Diego, solo de June, mantiene la emoción hasta el final, esperando ver si finalmente Berlín se convierte en realidad o tan solo en el plan de un tiempo pasado que fue mejor.

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