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Por Carolina G. Guerrero

Un mundo en blanco, un universo virgen, "esa nada que engancha"... Isabel Coixet inauguró la sección oficial de la pasada Berlinale con "Nadie quiere la noche / Nobody Wants the Night", y paradójicamente en este black, que no white friday, se ha estrenado en las salas comerciales españolas. En aquel febrero frió alemán, la directora tuvo que hacer frente a unas no muy favorables criticas de este film, pero ha realizado algunas cambios en la edición y nadie le quitará a esta tenaz mujer la satisfacción de abrir un festival tan relevante como el de Berlín.

"Nobody Wants the Night" esta inspirada en personajes reales. Miguel Barros ha sido el encargado de escribir el guión, que se centra en el  personaje que interpreta Juliette Binoche (Josephine Peary), quien llega  al Artico tras los pasos de su marido Robert Edwin Peary, el explorador estadounidense que aseguró haber sido el primer hombre en llegar al Polo Norte, el 6 de abril de 1909.

Isabel Coixet rodó en Noruega bajo unas durísimas condiciones, (muchos días la temperatura era  de mas de 26 grados bajo cero), en un rodaje complicado, que luego se traduce en la pantalla, en bellísimas tomas y fotogramas cargados de magia y poesía. La fotografía corrió a cargo de su colega Jean-Claude Larrieu.

Josephine lo tiene muy claro, y nada ni nadie impedirá a esta obstinada mujer conseguir su objetivo inicial, aunque se quede sola en el intento, ella seguirá en su idea, pero su apresto se ira ablandando conforme el viaje se desarrolla, y su dignidad evolucionará al comprender otra manera de ver la vida y a ella misma.

El mismo apresto de su vestuario al comienzo de la película, diseñado magistralmente por Clara Bilbao, trajes de terciopelo color sangre, o azul como la noche del Ártico, cubiertos por un pesadísimo abrigo de astracán y un cuello de zorro plateado, una rigidez que  irá tornando como ella, para volverse flexible, adaptable, para casi llegar a fundirse con la naturaleza, hecho de pieles, de frio, de esfuerzo, de sollozos...

Es un doble viaje, interno y externo, bajo condiciones inhumanas, un desierto helado sin estrenar, una irresponsable y desesperada huida  adelante hacia lo  desconocido...

Primero la acompañará en su periplo un guía blanco (Gabriel Byrne), más tarde su apoyo sera  la joven Allaka (Rinko Kikuchi), actriz protagonista de "Mapa de los sonidos de Tokio". Esta deliciosa actriz japonesa se pone en la piel de una mujer de raza inuit que está embarazada, y llevará a Josephine, una mujer que cree que lo sabe todo, a descubrir la vida de su mano.

El desierto helado, la aventura suicida, dos mujeres fuertes, el desarrollo de la fortaleza de estas dos mujeres, la búsqueda de un camino alternativo, inventarse ese camino en el más inhóspito de los escenarios, un escenario de subyugadora belleza, pero que puede llegar a matar.

A su protagonista le mueve el amor, el amor hacia su marido, ir tras una ilusión que no es la suya, por que de pronto siente que quizás nunca tuvo ilusiones realmente propias, y descubre a Allaka, que le brinda esa humildad, esa clase innata que solo poseen los seres puros y desinteresados. Y se abre así ante los ojos de esta mujer, en principio tan encorsetada, un universo desconocido hasta entonces para ella. La vida en su esencia en su comienzo y en su final.

La música del joven y talentoso compositor Lucas Vidal, termina de sumergir al espectador en esa mundo cegador de nieve, de frio, esperanza y desesperanza.

"Nadie quiere la noche / Nobody Wants the Night" es una historia de supervivencia, de aventuras al limite, de superación y sobre todo de adaptación.

Nadie quiere la noche, ni su silencio,ni su oscuridad, ni su eternidad inacabable, una noche que puede seguir a esa aún más larga y más oscura, de la que uno tiene el pánico de no volver a despertarse jamás.

En definitiva estamos ante un bellísimo trabajo de su directora Isabel Coixet, que sin duda merece estar en los próximos premios Goya en muchos de sus apartados.

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