Colaboración: Todos a Hollywood

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Cuarón, Del Toro e Iñárritu, mexicanos en Hollywood
Por Sergio Berrocal *  

Cuanto gusto da, hermano. Leo que cada vez son más los directores de cine mexicano que invaden Hollywood. Alegría sin fin da ver que por los menos unos cuantos mexicanos no tendrán que atravesar el muro de la vergüenza para trabajar en Estados Unidos como espaldas mojadas. Me parece formidable que Alejandro González Iñárritu haya podido con todos y conseguido que en la última hornada le dieran un Oscar, por fin, al inefable Leonardo di Caprio. Merecida estatuilla para un señor que sobrevivió al hundimiento del Titanic y a no sé qué osos en un bosque lleno de escarcha de todas las nieves del mundo. Hay que ser justos. Se lo merecía, como se lo merecen unas cuantas docenas de actores que en el mundo son.

Lo terrible es que, a este paso, pronto en México no quedarán como directores de cine con muchos años de rodaje más que Gabriel Retes, el impresionante Arturo Ripstein y alguno más, que me perdonen los ausentes. Pero como ahora los nombres de esos directores mexicanos hay que escribirlos en acento inglés…

Uno, que tiene imaginación para todo, hasta imagina que María Feliz, el Indio Fernández y Luis Buñuel abandonen sus ociosas vidas en algún lugar del universo para volver a trabajar y tratar de suplir a los ausentes.

Uno sigue imaginando que ahora que Cuba y Estados Unidos vuelven a ser amigos, los directores cubanos pronto pedirán un lugar en el cielo de Hollywood. Y, bueno, ya que imaginamos, es posible que los uruguayos, colombianos, paraguayos y bolivianos y cuantos salgan al paso sigan el mismo camino pero en avión y en primera clase con visados especiales.

Total, que después de haber invadido el mundo, y Latinoamérica de paso, el cine norteamericano será una salsa universal, donde brillarán españoles y hasta puertorriqueños.

Uno que piensa, y siempre mal porque me dijeron que es la única forma de acertar, llega a la desoladora conclusión de que en veinte años los cines latinoamericanos, si quieren seguir existiendo aunque sea de mentirijilla, no tendrán más remedio que pedir mano de obra hindú o paquistaní.

Pero la operación habrá sido exitosa, como se dice ahora. Estados Unidos habrá logrado liquidar al cine allende sus fronteras, se habrá desembarazado de competidores en esa industria vital para este país y, de paso, la incultura norteamericana podrá solazarse por el vasto mundo sin la menor resistencia.

Finalmente, para todos los que sueñan con que la meca del cine sigue siendo Estados Unidos, y que incluso disfrazan sus películas con títulos en inglés, será un alivio.

Y, de todos modos, ¿a quién le importará que siga la lenta conquista de la incultura norteamericana a través de la pantalla, empezada hacia 1945, al terminar la II Guerra Mundial, cuando el cine fabricado en ese país inició realmente su penetración en Europa y en el mundo?

Uno que piensa y no deja de pensar calcula que al mismo tiempo desaparecerán los propósitos más bien izquierdosos de quienes consideraron que el cine de los países del tercer mundo, especialmente América Latina, tenía una misión que cumplir.

Luis Buñuel en su época mexicana y tantos otros, el argentino Fernando Birri es uno de los históricos.

Esa misión era dar a conocer el alma y los miles de problemas de los pobres en salas solo aptas para blancos.

Así nació el Festival de La Habana, que hasta hace poco daba acogida a la producción cinematográfica latinoamericana que solo tenían un poco de cabida en sus países de origen y ya en plan serio en La Habana.

Incluso algunos de esos mexicanos que ahora conquistan Hollywood tuvieron sus flirteos y sus primeros aplausos en ese Festival de Cine latinoamericano de La Habana.

Pero ya parece que los yanquis se están ocupando del caso.

Hasta que la bandera norteamericana flotase en La Habana, ya saben que esto es historia reciente y todavía por acabar, los cineastas yanquis se paseaban de vez en cuando por La Habana en el mes de diciembre para echar un vistazo a ese cine que hacía delirar a los cubanos en las salas habaneras.

Ahora, por lo que me cuentan, el pasado mes de diciembre estuvieron metidos en el mismo Festival Latinoamericano, imagino que tomando posiciones para cuando crean llegado el momento de convertirlo en un escaparate más de sus propias producciones.

Ni se escandalicen ni echen las sirenas al vuelo. En grandes hitos cinematográficos como Cannes y Venecia, los productores norteamericanos desembarcan todos los años para publicitar sus películas de cara al mercado europeo.

Pues preparemos las trincheras y hagamos acopio de videos para ver en momentos de angustia.

Habrá que recurrir a la televisión para gozar de joyitas cinematográficas como "Full Monty", maravillosa vieja película cuyo director, Peter Cattaneo, no había tenido, pobrecito mío, la dicha de hacer algo más rentable, aunque sí que fue candidato a los Oscars.

Pero es una película europea que nada tiene que ver con el cazador o explorador que Di Caprio encarna en un bosque del que nunca habíamos oído hablar.

"Full Monty" habla de una realidad profundamente europea, el desempleo que desde hace años destruye a generaciones enteras de esperanza.

Imagínense qué panorama. Seis obreros sin trabajo, ingleses por más señas, encabezados por el actor Robert Carlyle, deciden montar un grupo musical para salir de la ruina y la desesperación.

Se presentan como esos boys que se despelotan para que señoras y señoritas se lo pasen bomba.

Lo increíble es que sin grandes espacios, sin osos que matar ni actores de Oscar, es "Full Monty" es una gran película.

Se me viene a la cabeza otra película deliciosa, pero claro, europea cien por cien, "Los lunes al sol" del español Fernando León de Aranoa, en la que Javier Bardem aparecía en un papel muy humano y divertido.

Luego llegaría también para él Hollywood y se convertiría en un personaje con el que no tomarías un café ni aun pagándolo él

Otro británico, Ken Loach, ha dado también grandes momentos de cine con las mismas temáticas sociales que antes había probado Luis Buñuel.

Películas que como tantas otras cumplen con la sensibilización social y la misión de divertir y emocionar, exactamente como era el cine en sus comienzos.

Pero ahora todos los cineastas quieren ser pretty woman en espera de que un Richard Gere multimillonario se les acerque y les firme un contrato.

(*): Sergio Berrocal ha dedicado gran parte de su carrera periodística al cine.

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