Colaboración: Erase la Revolución cubana
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Por Sergio Berrocal
De la zarandaja a la esperanza no hay más que un paso que cronistas de la prensa europea han saltado con alegría, relatando las hazañas de la primera película norteamericana que se rodó en Cuba desde la Revolución, cuando todavía no se había producido "el deshielo". Y las que se rodarán "tras el deshielo". Tienen los periodistas de esta Europa finiquitada todo el descaro para hablar de lo que no saben, aún peor de lo que ignoran y que, en definitiva, les importa un rayo con ginebra nacional.
Leo, porque es difícil no hacerlo, que ya se ha estrenado esa primera película titulada "Papá", y que trata de la estancia de Hemingway en Cuba.
Hablan también del rodaje en la misma Cuba ya deshelada, de cosas para las que seguramente Hollywood necesita escenarios exteriores baratos. Como cuando convirtieron a México en un gigantesco plató. Mon Dieu!.
Que Dios y los miembros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba me perdonen, ah, sí, porque Cuba sigue teniendo un PC, uno de los pocos del mundo, pese a que el señor Presidente Barack Obama estuvo en La Habana y que allí mismo flota la bandera que hasta poco hacía tan poca gracia a los cubanos.
Total, me dicen todos esos "especialistas del deshielo", que la industria cinematográfica cubana ya navega por aguas tranquilas y prometedoras gracias a los yanquis, tan odiados hace cuatro días y medio. E incluso me contaron, algunos con indignación, que en el pasado mes de abril, Estados Unidos estuvo bien representado en el Festival del Nuevo cine latinoamericano de La Habana.
Dan ganas de reír, de gritar, de comerse unas ostras con churros.
Pero lo que más me ha gustado en esta nueva fase de la historia de Cuba vista por los blancos es eso del deshielo.
Hace años, en mi primer viaje a Cuba, le dije a un funcionario cubano que me parecía surrealista el comunismo en un país caribeño. El hombre me espetó sin piedad y con mucho retintín: "Pero, hombre, ¿usted cree que el comunismo de la URSS (donde el frío suele ser extremo), puede asentarse en un país donde andamos todo el año bregando con los 30 grados centígrados en los termómetros?"
Lo de "deshielo" en el Caribe suena también a puro cachondeo.
Estas noticias me llegan cuando releo el libro que nadie debería de no haber leído si de verdad le importa algo Cuba, aunque sea a través de ese "deshielo" que me pone de los nervios.
El libro se titula "Crónica desde las entrañas" y lo ha escrito un periodista cubano, Manuel Juan Somoza (La Habana, 2012). Con auténtica estructura cinematográfica; es la mejor película sobre el acontecer cubano que todavía no hemos visto.
Antes de saber de este cubano, la biblia de Cuba era para mí, como para muchísimos otros, el libro que el norteamericano Tad Szulc escribió sobre Fidel Castro y sobre Cuba.
Pero "Crónica desde las entrañas" no tiene nada que ver con el relato aseptizado de Szulc (Fidel, "A Critical Portrait", Nueva York, 1986). El cubano es puro corazón, puro sentimiento que se diluye en el cuento de toda la historia de Cuba desde la Revolución empezada en 1959. Y contada por alguien que la vivió desde dentro, que la mamó, que la disfrutó, que la sufrió hasta extremos de pura paranoia. Porque finalmente, Cuba es a veces una enorme paranoia que todavía hoy comparten once millones de cubanos, empeñados en sobrevivir a ese famoso "deshielo".
La historia de Cuba, la historia de la Revolución, no ha puesto punto y final a sesenta años de lucha porque el señor Obama se haya dignado pisar La Habana después de haber contribuido, previamente, con su Premio Nobel de la Paz y todo, a que el estrangulamiento de la economía de la Isla se estrechara. Pero como ya se irá dentro de poco, ha querido hacer la paz de los bravos, la de tantas y tantas películas de indios en las que los de las plumas siempre salían perdiendo.
Meterse en "Crónica desde las entrañas" es tan difícil como necesario. Porque pese a una escritura alegre y de auténtico guión cinematográfico, el de un periodista con más experiencia que años, Manuel Juan Somoza te revuelca en todas las alegrías y en todas las porquerías de una Revolución abortada.
La fallida zafra de los diez millones de toneladas de azúcar (1970) en busca de la independencia económica y también la independencia mental es uno de los momentos más duros, que el autor cuenta en primera persona porque la ha vivido y no oído como todos nosotros, pecadores europeos victoriosos.
Y la mierda siempre huele, a veces muy mal, aunque sea la de un bebé al que vas a adorar durante tres vidas.
No se puede contar este libro, porque no es una biografía multitudinaria, ni siquiera una historia para no dormir. Es la suma de los sufrimientos y alegrías del autor, que cuenta la Revolución desde dentro, desde fuera, desde Yugoslavia, adonde uno de los protagonistas va en misión oficial. Desde las guerras que a los europeos nos parecieron tan románticas allá por Angola, por África. Y, sobre todo, desde el corazón. Porque la historia de la Revolución contada a su manera por este periodista cubano es la crónica de un inmenso amor, de la rabia del desamor, de la esperanza, de la desesperación.
Cuando lo he releído a la luz de algunas experiencias sobre Cuba, o al menos así lo creía yo, me he dado cuenta de que nunca he sabido nada, nunca he aprendido nada sobre ese país que está a sólo ocho mil kilómetros de Europa. Porque, en realidad, nunca se llega a él.
La relectura de "Crónica desde las entrañas" me ha dejado aturdido. Me ha avergonzado. Me ha hecho mirar hacia La Habana con otros ojos. Que ya no son los míos.
Entre lo que aprendes leyendo este libro y lo que creías saber, hay tanta distancia como entre lo que creías saber sobre el sexo antes de oír hablar del Informe Hite.
En estos tiempos en que según cronistas analfabetos hay "deshielo" en Cuba, leer "Crónica desde las entrañas" es como tomarse un güisqui en el mediodía de una primavera. Emborracha y te hace pensar.
Y lo que piensas quizá no te guste.
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De la zarandaja a la esperanza no hay más que un paso que cronistas de la prensa europea han saltado con alegría, relatando las hazañas de la primera película norteamericana que se rodó en Cuba desde la Revolución, cuando todavía no se había producido "el deshielo". Y las que se rodarán "tras el deshielo". Tienen los periodistas de esta Europa finiquitada todo el descaro para hablar de lo que no saben, aún peor de lo que ignoran y que, en definitiva, les importa un rayo con ginebra nacional.
Leo, porque es difícil no hacerlo, que ya se ha estrenado esa primera película titulada "Papá", y que trata de la estancia de Hemingway en Cuba.
Hablan también del rodaje en la misma Cuba ya deshelada, de cosas para las que seguramente Hollywood necesita escenarios exteriores baratos. Como cuando convirtieron a México en un gigantesco plató. Mon Dieu!.
Que Dios y los miembros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba me perdonen, ah, sí, porque Cuba sigue teniendo un PC, uno de los pocos del mundo, pese a que el señor Presidente Barack Obama estuvo en La Habana y que allí mismo flota la bandera que hasta poco hacía tan poca gracia a los cubanos.
Total, me dicen todos esos "especialistas del deshielo", que la industria cinematográfica cubana ya navega por aguas tranquilas y prometedoras gracias a los yanquis, tan odiados hace cuatro días y medio. E incluso me contaron, algunos con indignación, que en el pasado mes de abril, Estados Unidos estuvo bien representado en el Festival del Nuevo cine latinoamericano de La Habana.
Dan ganas de reír, de gritar, de comerse unas ostras con churros.
Pero lo que más me ha gustado en esta nueva fase de la historia de Cuba vista por los blancos es eso del deshielo.
Hace años, en mi primer viaje a Cuba, le dije a un funcionario cubano que me parecía surrealista el comunismo en un país caribeño. El hombre me espetó sin piedad y con mucho retintín: "Pero, hombre, ¿usted cree que el comunismo de la URSS (donde el frío suele ser extremo), puede asentarse en un país donde andamos todo el año bregando con los 30 grados centígrados en los termómetros?"
Lo de "deshielo" en el Caribe suena también a puro cachondeo.
Estas noticias me llegan cuando releo el libro que nadie debería de no haber leído si de verdad le importa algo Cuba, aunque sea a través de ese "deshielo" que me pone de los nervios.
El libro se titula "Crónica desde las entrañas" y lo ha escrito un periodista cubano, Manuel Juan Somoza (La Habana, 2012). Con auténtica estructura cinematográfica; es la mejor película sobre el acontecer cubano que todavía no hemos visto.
Antes de saber de este cubano, la biblia de Cuba era para mí, como para muchísimos otros, el libro que el norteamericano Tad Szulc escribió sobre Fidel Castro y sobre Cuba.
Pero "Crónica desde las entrañas" no tiene nada que ver con el relato aseptizado de Szulc (Fidel, "A Critical Portrait", Nueva York, 1986). El cubano es puro corazón, puro sentimiento que se diluye en el cuento de toda la historia de Cuba desde la Revolución empezada en 1959. Y contada por alguien que la vivió desde dentro, que la mamó, que la disfrutó, que la sufrió hasta extremos de pura paranoia. Porque finalmente, Cuba es a veces una enorme paranoia que todavía hoy comparten once millones de cubanos, empeñados en sobrevivir a ese famoso "deshielo".
La historia de Cuba, la historia de la Revolución, no ha puesto punto y final a sesenta años de lucha porque el señor Obama se haya dignado pisar La Habana después de haber contribuido, previamente, con su Premio Nobel de la Paz y todo, a que el estrangulamiento de la economía de la Isla se estrechara. Pero como ya se irá dentro de poco, ha querido hacer la paz de los bravos, la de tantas y tantas películas de indios en las que los de las plumas siempre salían perdiendo.
Meterse en "Crónica desde las entrañas" es tan difícil como necesario. Porque pese a una escritura alegre y de auténtico guión cinematográfico, el de un periodista con más experiencia que años, Manuel Juan Somoza te revuelca en todas las alegrías y en todas las porquerías de una Revolución abortada.
La fallida zafra de los diez millones de toneladas de azúcar (1970) en busca de la independencia económica y también la independencia mental es uno de los momentos más duros, que el autor cuenta en primera persona porque la ha vivido y no oído como todos nosotros, pecadores europeos victoriosos.
Y la mierda siempre huele, a veces muy mal, aunque sea la de un bebé al que vas a adorar durante tres vidas.
No se puede contar este libro, porque no es una biografía multitudinaria, ni siquiera una historia para no dormir. Es la suma de los sufrimientos y alegrías del autor, que cuenta la Revolución desde dentro, desde fuera, desde Yugoslavia, adonde uno de los protagonistas va en misión oficial. Desde las guerras que a los europeos nos parecieron tan románticas allá por Angola, por África. Y, sobre todo, desde el corazón. Porque la historia de la Revolución contada a su manera por este periodista cubano es la crónica de un inmenso amor, de la rabia del desamor, de la esperanza, de la desesperación.
Cuando lo he releído a la luz de algunas experiencias sobre Cuba, o al menos así lo creía yo, me he dado cuenta de que nunca he sabido nada, nunca he aprendido nada sobre ese país que está a sólo ocho mil kilómetros de Europa. Porque, en realidad, nunca se llega a él.
La relectura de "Crónica desde las entrañas" me ha dejado aturdido. Me ha avergonzado. Me ha hecho mirar hacia La Habana con otros ojos. Que ya no son los míos.
Entre lo que aprendes leyendo este libro y lo que creías saber, hay tanta distancia como entre lo que creías saber sobre el sexo antes de oír hablar del Informe Hite.
En estos tiempos en que según cronistas analfabetos hay "deshielo" en Cuba, leer "Crónica desde las entrañas" es como tomarse un güisqui en el mediodía de una primavera. Emborracha y te hace pensar.
Y lo que piensas quizá no te guste.
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