Colaboración: Julio Medem se pasa de cervezas con "El pelotari y La fallera"

por © NOTICINE.com
Asier Etxeandia y Miriam Giovanelli
Por Sergio R. Tena     

España es un país con una variada y gran cultura gastronómica, patrimonial, paisajística, lingüística y un largo etcétera de bondades y virtudes, y a Julio Medem no se le ocurre otra cosa que volver a recurrir al tópico manido y casposo de la diferencia entre autonomías, hasta ahora exitoso, para "El pelotari y La fallera", su cortometraje promocional de una marca de cerveza, en concreto Amstel. Si se pretende llenar las salas y hacer que la gente se ría de sí misma y de sus vecinos autonómicos, como pasa en "Ocho apellidos vascos", de acuerdo, tiene un pase, la gente va al cine a divertirse y no tiene más implicación con el producto que pasar un rato, más allá de que le guste o no la película no tendrán que volver a verla. Otra cosa muy diferente es cuando lo que quieres intentar es vender cervezas y conseguir un "engagement", eso es otro cantar, y a la dupla que forman Medem y Amstel sólo se les ocurre hacer "esto".

El cortometraje juega con la realidad y la ficción, tejiendo una trama donde protagonistas y personajes toman las riendas de la historia, saltando entre las dos realidades, las de los actores haciendo de actores, y la de los personajes que interpretan dentro del guion. Ambos actores están ensayando para interpretar el cortometraje de Medem, surgiendo una historia de amor entre ellos mientras repasan el texto momentos antes de empezar a rodar.

Unai (Asier Etxeandia), un cocinero vasco y defensor de la cocina tradicional, vive un amor de verano con Mar (Miriam Giovanelli), una chef valenciana apasionada de las texturas, sabores, con ganas de experimentar y cuyo sueño es abrir un restaurante donde pueda dar rienda suelta a su creatividad. En un acto romántico para volver a conquistarla, Unai vuelve a contactar con Mar, un año después, para contarle que le ha tocado una ruta gastronómica desde Bilbao hasta Valencia, invitándola a recorrer el camino junto a él para degustar los sabores del país. Obviamente, aunque la ruta es ficticia y no hay premio que valga de por medio, Mar acepta la invitación, sino Amstel y Medem no tendrían historia que contar.

Hasta aquí algo previsible, no se puede innovar siempre que se hace algo, aunque sí que se puede intentar hacerlo bien y con gusto, y eso es lo que no pasa con "El pelotari y La fallera". Sí, él es vasco y pelotari (jugador de pelota, un deporte tradicional en Euskadi), y ella fallera mayor (mayor representante de una comisión fallera en las fiestas populares de Valencia en España), bueno, un poco más de "Ocho apellidos vascos", el un pijo sevillano y ella una vasca bruta.

Sin embargo, no todo son estereotipos autonómicos, un machismo latente donde él se muestra seductor, y ella una damisela que muestra una frágil resistencia a los encantos del galán que la vuelve a conquistar con frases pretenciosas, intentando ser picantes y seductoras. Nada existe del erotismo de cintas de Medem como "Lucia y el sexo" o "Habitación en Roma", cosa de esperar porque no es el lugar, formato ni soporte para ello. Sin embargo, parece que desde Amstel no han querido obviar el sello del autor, introduciendo escenas donde, por ejemplo, Etxeandia, no su personaje Unai, toca descaradamente el trasero de su compañera mientras ensayan, o cuando él le pide a ella que le enseñe más pierna durante una escena en el coche que les lleva a través de la geografía española.

Aunque Medem ha querido maquillar el cortometraje con aires de cine clásico, escenas románticas y clichés, se descubre la intención de copiar o hacer algo similar a lo ya visto. Lo que vende hay que explotarlo hasta la saciedad y no arriesgar, es la definición de este proyecto, aunque, a menudo, es menos arriesgado lanzarse al vacío que volver a repetir lo ya hecho.

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