OPINIÓN: Un Taller de la Crítica...sin críticos
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22-III-05
Por Frank Padrón
Desde que en el ya lejano 1992 un grupo de doce críticos (entre los que se incluía el arriba firmante) viajó a Camaguey convocado por el Centro Provincial de Cine, allí, en un grupo que jocosamente fuera bautizado como “Los doce apóstoles”, todos los marzos, por la misma fecha y de manera interrumpida, se ha venido celebrando el Taller de la Crítica cinematográfica, que esencialmente mantiene sus propósitos: la reunión, confrontación e intercambio de mucha de la gente que ejerce esta profesión en el país (e incluso, alguna que otra vez hasta de otros) para analizar problemas relativos al mismo cine, a su relación con otras disciplinas y a la propia crítica.
Con éxito (y de ello hablaré de inmediato) se acaba de celebrar la decimotercera edición del evento, lo cual, en las circunstancias que vive el país, y donde todo, como es sabido, se dificulta (léase hospedaje, transporte, recursos para actividades, etc), debe entenderse como un doble acontecimiento. En verdad, el encuentro resultó una vez más, oportuna ventana por donde asomarse a temas importantes, complejos, y donde se estableció de nuevo el fructífero diálogo entre cineastas, público (numeroso) y especialistas.
Sin embargo, un inmenso lunar, por no decir mancha, empañó este taller, algo que ya viene confrontándose desde las últimas ediciones, y algo que precisamente, no tendría que ocurrir. Dicho de otro modo: pudiera pasar cualquier cosa, asumir el evento diversas dificultades materiales o de otro tipo menos esa a la que me refiero: la indiferencia casi total de quienes son protagonistas, esencia y razón de ser del mismo: los críticos de cine.
Y no es que casi todas las mesas estuvieran integradas por otros especialistas o críticos de otras disciplinas, porque en realidad, siempre el taller, en esa visión amplia y multidisciplinaria que lo ha caracterizado desde sus inicios, ha tenido esto en cuenta, sino porque la casi totalidad de los mejores críticos del país estuvieron ausentes, o siendo todavía más drásticos, la casi totalidad de esta disciplina en Cuba, al margen de las calidades, brilló por su ausencia.
Me pregunto entonces qué ocurre, y por qué el evento de la crítica, por la crítica, no convoca a sus cultores. Sinceramente, no creo que se trate del evento en sí: mejor atención en todo, no puede pedirse a los organizadores; el rigor en sus sesiones teóricas no falta, atractivo en las actividades colaterales, tampoco. ¿O será que nos hemos aburguesado y no queremos salir de casa? Se sabe, por otra parte, que no son pocas las actividades que tenemos que atender en nuestros respectivos trabajos, pero de cualquier manera, un taller de la crítica de cine sin críticos de cine, es una verdadera paradoja, algo simplemente inconcebible.
Debe replantearse el asunto la dirección del evento y volcarse, como ha hecho no pocas veces, a los colegas de provincia, donde, como es bien sabido, hay talento suficiente para garantizar un soporte adecuado en las sesiones y el resto de las actividades, tales como: presentación de films, de libros, charlas, etcétera.
Afortunadamente, y como decía a principio, la sustancia de este taller no se vio esencialmente afectada por tal circunstancia. Las mesas (“El cine en el Caribe”, “Una mirada al espectador” y “Dramaturgia y actuación en el cine cubano”) y otros espacios, contaron con expertos de la talla de los profesores María de los Angeles Pereira, Margarita Mateo, Luis Alvarez, Olga garcía Yero, los especialistas Mario Piedra, Roberto Smith, los cineastas Julio García Espinosa, Enrique Pineda Barnet, el actor Enrique Molina y otros tantos que, moderando o participando desde el público, lograron intervenciones jugosas y provocadoras.
Los muchos ciclos que complementaron tales sesiones (El Caribe Fílmico, Homenaje a la Cinemateca de Cuba, Ecos del Coral, El cine que no se ve...) contaron con el apoyo entusiasta del público local y los propios participantes, agradecidos ante ofertas muchas veces irrepetibles, lo cual se extendió al resto de las mismas: exposiciones, presentaciones especiales, venta de libros y revistas...
Pero, simplemente, duele ver que los “protagonistas de la película” son apenas un personaje referido, una entelequia que hace mirar con nostalgia aquellos años iniciales donde el ómnibus o el avión se dirigían a la hospitalaria ciudad de los tinajones, repletos de esos profesionales sin los cuales resultaba, claro está, inconcebible el Taller de la Crítica.
Esperemos que el próximo año reverdezcan estos laureles, y mientras tanto, felicitemos a Armando Pérez, Juan Antonio García, Reynaldo Pérez Labrada, Amelia Ferrá, Milagros Pedroarias, Frank Domínguez, y los muchos que, a veces frente a un sistema de audio, manejando un auto o en la oscura cabina de un cine, garantizaron la realización y (una vez más lo digo) rotundo éxito del XIII Taller de la Crítica Cinematográfica...pese a la inexplicable apatía de mis entrañables colegas.
Por Frank Padrón
Desde que en el ya lejano 1992 un grupo de doce críticos (entre los que se incluía el arriba firmante) viajó a Camaguey convocado por el Centro Provincial de Cine, allí, en un grupo que jocosamente fuera bautizado como “Los doce apóstoles”, todos los marzos, por la misma fecha y de manera interrumpida, se ha venido celebrando el Taller de la Crítica cinematográfica, que esencialmente mantiene sus propósitos: la reunión, confrontación e intercambio de mucha de la gente que ejerce esta profesión en el país (e incluso, alguna que otra vez hasta de otros) para analizar problemas relativos al mismo cine, a su relación con otras disciplinas y a la propia crítica.
Con éxito (y de ello hablaré de inmediato) se acaba de celebrar la decimotercera edición del evento, lo cual, en las circunstancias que vive el país, y donde todo, como es sabido, se dificulta (léase hospedaje, transporte, recursos para actividades, etc), debe entenderse como un doble acontecimiento. En verdad, el encuentro resultó una vez más, oportuna ventana por donde asomarse a temas importantes, complejos, y donde se estableció de nuevo el fructífero diálogo entre cineastas, público (numeroso) y especialistas.
Sin embargo, un inmenso lunar, por no decir mancha, empañó este taller, algo que ya viene confrontándose desde las últimas ediciones, y algo que precisamente, no tendría que ocurrir. Dicho de otro modo: pudiera pasar cualquier cosa, asumir el evento diversas dificultades materiales o de otro tipo menos esa a la que me refiero: la indiferencia casi total de quienes son protagonistas, esencia y razón de ser del mismo: los críticos de cine.
Y no es que casi todas las mesas estuvieran integradas por otros especialistas o críticos de otras disciplinas, porque en realidad, siempre el taller, en esa visión amplia y multidisciplinaria que lo ha caracterizado desde sus inicios, ha tenido esto en cuenta, sino porque la casi totalidad de los mejores críticos del país estuvieron ausentes, o siendo todavía más drásticos, la casi totalidad de esta disciplina en Cuba, al margen de las calidades, brilló por su ausencia.
Me pregunto entonces qué ocurre, y por qué el evento de la crítica, por la crítica, no convoca a sus cultores. Sinceramente, no creo que se trate del evento en sí: mejor atención en todo, no puede pedirse a los organizadores; el rigor en sus sesiones teóricas no falta, atractivo en las actividades colaterales, tampoco. ¿O será que nos hemos aburguesado y no queremos salir de casa? Se sabe, por otra parte, que no son pocas las actividades que tenemos que atender en nuestros respectivos trabajos, pero de cualquier manera, un taller de la crítica de cine sin críticos de cine, es una verdadera paradoja, algo simplemente inconcebible.
Debe replantearse el asunto la dirección del evento y volcarse, como ha hecho no pocas veces, a los colegas de provincia, donde, como es bien sabido, hay talento suficiente para garantizar un soporte adecuado en las sesiones y el resto de las actividades, tales como: presentación de films, de libros, charlas, etcétera.
Afortunadamente, y como decía a principio, la sustancia de este taller no se vio esencialmente afectada por tal circunstancia. Las mesas (“El cine en el Caribe”, “Una mirada al espectador” y “Dramaturgia y actuación en el cine cubano”) y otros espacios, contaron con expertos de la talla de los profesores María de los Angeles Pereira, Margarita Mateo, Luis Alvarez, Olga garcía Yero, los especialistas Mario Piedra, Roberto Smith, los cineastas Julio García Espinosa, Enrique Pineda Barnet, el actor Enrique Molina y otros tantos que, moderando o participando desde el público, lograron intervenciones jugosas y provocadoras.
Los muchos ciclos que complementaron tales sesiones (El Caribe Fílmico, Homenaje a la Cinemateca de Cuba, Ecos del Coral, El cine que no se ve...) contaron con el apoyo entusiasta del público local y los propios participantes, agradecidos ante ofertas muchas veces irrepetibles, lo cual se extendió al resto de las mismas: exposiciones, presentaciones especiales, venta de libros y revistas...
Pero, simplemente, duele ver que los “protagonistas de la película” son apenas un personaje referido, una entelequia que hace mirar con nostalgia aquellos años iniciales donde el ómnibus o el avión se dirigían a la hospitalaria ciudad de los tinajones, repletos de esos profesionales sin los cuales resultaba, claro está, inconcebible el Taller de la Crítica.
Esperemos que el próximo año reverdezcan estos laureles, y mientras tanto, felicitemos a Armando Pérez, Juan Antonio García, Reynaldo Pérez Labrada, Amelia Ferrá, Milagros Pedroarias, Frank Domínguez, y los muchos que, a veces frente a un sistema de audio, manejando un auto o en la oscura cabina de un cine, garantizaron la realización y (una vez más lo digo) rotundo éxito del XIII Taller de la Crítica Cinematográfica...pese a la inexplicable apatía de mis entrañables colegas.