Homenaje: ¡A tu salud, Pastor!

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Pastor Vega
Pastor Vega
3-VI-05

Por Jon Apaolaza

La vida nos lleva por curiosos vericuetos para encontrar a personas a las que nunca olvidaremos. Con Pastor Vega hablé por primera vez no hace tantos años en el Festival de Cartagena de Indias (Colombia), y por culpa de una vidente. Seguro que él sonreiría al leer esto, porque bien podría ser el principio de una sinopsis de película, con ciertos toques de realismo mágico. Estando en Cuba había visto "Las profecías de Amanda" y -a través de una amiga- llegué a visitar a Marta, el verdadero nombre de la echadora de cartas que retrata en esta a la vez divertida y emotiva cinta. Esa fue la excusa para charlar meses después en un pasillo del hotel Caribe, primo hermano del Nacional de La Habana, donde le ví por última vez, en el Festival habanero de 2003.

Hoteles y festivales nos hicieron encontrarnos unas cuantas veces. Compartimos anécdotas y mojitos, comidas de paladar y desayunos delante del Pacífico. La fortuna nos hizo coincidir en el jurado del primer (y único, pero en eso no tuvimos nosotros nada que ver...) Festival de Mazatlán (México). Intercambiamos periodicamente mails sobre nuestros proyectos...

Pastor Vega tenía mucho del estereotipo del cubano, era jodedor y fiestero, pero emprendía con idéntica pasión sus trabajos. Le encantaba hablarlos, compartirlos. Con Daisy, la querida Daisy Granados, animaban cualquier reunión. Su bagaje de chismes y cuentos, anécdotas y recuerdos deberían poder plasmarse algún día en un libro.

Casi siempre vestido de blanco, para atraer el aché probablemente, Pastor poseía el poder de la seducción. Pese a su discreción, los éxitos con las damas que se le atribuían se ganaban la envidia de todos. En la reciente película de su amigo mexicano Gabriel Retes, "@Festivbercine.ron", tan llena de guiños privados, se le ve interpretando a un director de festival siempre rodeado de espectaculares señoritas.

Cuando me contaba historias de aquel certamen de La Habana que fundó y dirigió por una década, no podía reprimir la envidia y la nostalgia por no haberlos vivido. Eran tiempos más gloriosos en su país, antes del "período especial", y toda la ciudad era una gran fiesta en diciembre para recibir a los cineastas de América Latina y el mundo.

Pastor nunca renunció a sus principios, se bebió y se fumó cada minuto de vida, se la llevó de rumba y se acostó con ella. La muerte siempre es injusta porque nos priva de las personas queridas, pero cuando he conocido la noticia, no por esperada menos dolorosa, he imaginado que él será más feliz si brindamos en su honor, mejor que soltar unas lágrimas, y que si el cine latino pierde a uno de sus líderes, el cielo va a ser a partir de ahora un lugar mucho más divertido al que ir.