Safari fílmico en la Habana

por © Frank Padrón (Cuba)-NOTICINE.com
Mi blanco y yo
Mi blanco y yo
TasumaMi blanco y yo15-VI-05

La muestra itinerante "Africa se filma" (ficción y documentales de 2000 a 2003) que desde hace varios días tiene lugar en la sala Chaplin de la Cinemateca de Cuba, ha arrojado desiguales resultados. Tras la exitosa premiére ("Nha Fala", de Guinea Bissau), ya comentada en nuestro primer artículo, lo único verdaderamente impecable, o al menos contundente, ha sido "Madame Brouette", del senagalés Moussa-Sene Absa con un bien otorgado Oso de Plata en Berlín.

La historia de una esposa acusada de asesinar al marido, pone sobre el tapete aspectos cardinales de la sociedad contemporánea en el negro continente: el machismo, la corrupción policial, la situación difícil de la mujer, sobre todo divorciada, atada y condenada por leyes ancestrales e injustas, se abordan mediante un bien conducido flash back dentro de un sustancioso policíaco que reconstruye la historia inversamente. Nada nuevo, ya se sabe, pero el director Moussa-Sene Absa se las ingenia para armar un trayecto compacto, excelentemente editado, ambientado y actuado.

Sin embargo, ésta no es la suerte que corren dos títulos que se esperaban con cierta expectativa: "Abouna (Nuestro padre)", (propuesto por su país de origen, Chad, al Oscar extranjero), la historia de dos niños en busca del progenitor que abandona la casa; el periodista Mahamat-Salet Haroun lo dirigió, y acaso por ello, recuerda a veces un reportaje, pero que no logra cristalizar como producto fílmico. Interesante y bien plasmado resulta, por ejemplo, el reformatorio coránico (y pudiéramos rimar: tiránico) al que van a parar los adolescentes, y se tropieza uno con más de un momento cálido y sensible (el desenlace, con el sobreviviente cantando junto a una madre que al parecer, recupera la razón) pero la irregularidad signa la pieza.

Defecto que también aqueja "En espera de la felicidad", la cual nos deja esperando la "punta" hasta el final: varios son, a propósito, los que asoman, en vano, dentro de esta reflexión sobre el exilio (esa obsesión africana) de un jovencito, desde su natal Mauritania a Europa.

Realizada por Abderrahmane Sissako, la cinta deja ver una elaborada fotografía que se basa en la penumbra y ciertos contrastes entre interiores y espacios abiertos, así como una música (a lo Enya) que logra aplicar un toque de misterio a la historia; lamentablemente, estos elementos (y, digamos, unos desempeños acertados) no son suficientes para dar consistencia a una obra dispersa y desigual.

Mejor, sin dudas, resulta "Tasuma, el fuego", de Daniel Sanou Kollo, procedente de Burkina Faso, y que narra las peripecias de un excombatiente que realiza una inversión a favor de su aldea (un molino que mejora notablemente las condiciones de vida allí) pero al que, pese a múltiples esfuerzos e intentos, no llega la pensión que le corresponde. El director resuelve la diégesis fílmica entre el humor y la gravedad, a veces el absurdo, que muy bien va a la situación realmente kafkiana que describe la anécdota; es cierto que el final es harto previsible, y que el desenlace se extiende más de lo debido, pero la cinta logra interesar, en su acusación al conformismo, la burocracia y las relaciones desiguales con Francia, mientras estimula la solidaridad y el amor.

"Mi blanco y yo", de Pierre Yameogo, Premio del Público en el Festival FESPACO 2003, sigue la amistad entre dos jóvenes: un estudiante de leyes de Burkina Fasso y un francés, que se conocen trabajando en la vigilancia del garaje en un importante edificio en París donde descubren tráfico de drogas, algo que de algún modo, los involucra. Poco después de graduado el burkinés, ambos viajan juntos al país de Este.

Cinta que, de nuevo, focaliza las relaciones entre Europa y África a nivel de relaciones personales, recuerda aquel dicho: "El que mucho abarca, poco aprieta"; cierto que detenta un ritmo (sobre todo en la primera parte) de película de aventuras y suspense made in Hollywood, y que revela más de un aspecto interesante, que los personajes están bien trabajados y la historia corre con fluidez. No obstante, son demasiados los aspectos abordados y, por tanto, no se profundiza en ninguno. Un grupo de documentales sobre diversas realidades y pinceladas históricas de varias regiones africanas, completan este ciclo que ha mantenido, pese a sus altibajos, el interés del público por conocer ese mundo exótico (costumbres, música, modas, lugares...) y sin dudas, apasionante.