El Personaje: Eduard Fernández, del escenario al Goya, en un suspiro
- por © NOTICINE.com
8-II-02
Por Angel L. Esteban
Normalmente cuando un solo intérprete se encuentra nominado en dos categorías diferentes dentro de una misma convocatoria de premios cinematográficos, de los que se celebran en los primeros meses de cada año en todos los rincones del mundo, suele ocurrir que por el reparto de votos e intenciones se acabe quedando sin ninguno de los dos. Les ha ocurrido a muchos. En esta edición de los Premios Goya sin embargo se ha producido una doble excepción, por un lado la sorprendente Paz Vega, que se hizo con el galardón a la mejor actriz revelación del cine español en 2001 por su papel en "Lucía y el sexo" aunque también estaba reconocida por su duro persoinaje de "Sólo mía"; y por otro lado, el carismático Eduard Fernández, que también fue destacado por el mafioso constructor de "Son de mar", ha sido finalmente reconocido como mejor actor, así sin apelativos, por su trabajo en "Fausto 5.0".
El caso de Eduard Fernández es especialmente notorio porque hace apenas tres años era un absoluto desconocido, un actor de formación teatral, que encontró su primera gran oportunidad cinematográfica de la mano de Mariano Barroso en ese retrato del paro y la desesperación que es "Los perros de Washington". Allí tuvo ocasión de dar rienda suelta a su talento para demostrar fuerza, presencia y sensibilidad al lado de pesos pesados de la pantalla como Pepe Sancho o Javier Bardem, con quien compartió protagonismo y estableció una amistad basada en la admiración mutua. El perro callejero con rostro humano al que dio vida en aquella ocasión le valió su primer reconocimiento por parte de los Goya como mejor actor revelación.
Nacido en Barcelona en 1964, Eduard Fernández es uno de esos intérpretes llamados de raza, de aquellos en los que se vislumbra, detrás de cada gesto, mirada y palabra, cada una de las tablas escénicas que ha pisado. Es de esos actores que presta generosamente su carisma a los protagonistas desde personajes de reparto, capaz de llenar con recursos propios los huecos del guión, con capacidad para lucirse con especial brillantez desde un segundo plano, engrandeciendo con su sobriedad y entrega la película en la que trabaja.
La cuna de Eduard Fernández como actor está en el Teatre Lliue, aunque también ha crecido al lado de Albert Boadella durante cuatro años en el Els Joglars. Pero es en el Lliure, después de haber trabajado como mimo en bares, bodas y bautizos, donde mejor ha podido desarrollarse, con intervenciones tan notables como la de "Roberto Zucco" de Bernard-Marie Koltès a las órdenes de Lluis Pasqual. A sus orígenes precisamente ha regresado recientemente con motivo del nuevo Teatre Lliure, donde ha estado trabajando a primeros de año en la obra "Suzuki I y II" de Alexei Xipenko, que estrenó en Barcelona el mismo día en que tuvo noticia de la doble nominación a los premios del cine español.
Sucesivos papeles en "Zapping" de Juan Manuel Chumilla y en "El portero" de Gonzalo Suárez le condujeron a su primer protagonista, el arriesgado Charli de "La voz de su amo" de Emilio Martínez-Lázaro, que le valió excelentes críticas y que le confirman como actor arriesgado, interesado en recrearse en los personajes más turbios, sufridores y peligrosos. Así es Sierra en "Son de mar" de Bigas Luna, verdugo del amor ingenuo y mediterráneo de Leonor Watling y Jordi Mollá, y así es también Santos, el moderno Mefistófeles de "Fausto 5.0", atractivo torturador de Miguel Ángel Solá en la versión cinematográfica del montaje teatral de La Fura Dels Baus.
Siete películas y dos premios Goya en tres años resumen la espectacular y prometedora carrera de Eduard Fernández, que piensa seguir alternando los escenarios con los platós, admirador de Marlon Brando y, como él, heredero de la escuela del método; un intérprete, como le describió el director teatral Lluis Pasqual, "que no parece un actor". Tal vez Fernando Trueba piense lo mismo, al haberle incluido en el reparto de su esperada nueva película, "El embrujo de Shangai".
Por Angel L. Esteban
Normalmente cuando un solo intérprete se encuentra nominado en dos categorías diferentes dentro de una misma convocatoria de premios cinematográficos, de los que se celebran en los primeros meses de cada año en todos los rincones del mundo, suele ocurrir que por el reparto de votos e intenciones se acabe quedando sin ninguno de los dos. Les ha ocurrido a muchos. En esta edición de los Premios Goya sin embargo se ha producido una doble excepción, por un lado la sorprendente Paz Vega, que se hizo con el galardón a la mejor actriz revelación del cine español en 2001 por su papel en "Lucía y el sexo" aunque también estaba reconocida por su duro persoinaje de "Sólo mía"; y por otro lado, el carismático Eduard Fernández, que también fue destacado por el mafioso constructor de "Son de mar", ha sido finalmente reconocido como mejor actor, así sin apelativos, por su trabajo en "Fausto 5.0".
El caso de Eduard Fernández es especialmente notorio porque hace apenas tres años era un absoluto desconocido, un actor de formación teatral, que encontró su primera gran oportunidad cinematográfica de la mano de Mariano Barroso en ese retrato del paro y la desesperación que es "Los perros de Washington". Allí tuvo ocasión de dar rienda suelta a su talento para demostrar fuerza, presencia y sensibilidad al lado de pesos pesados de la pantalla como Pepe Sancho o Javier Bardem, con quien compartió protagonismo y estableció una amistad basada en la admiración mutua. El perro callejero con rostro humano al que dio vida en aquella ocasión le valió su primer reconocimiento por parte de los Goya como mejor actor revelación.
Nacido en Barcelona en 1964, Eduard Fernández es uno de esos intérpretes llamados de raza, de aquellos en los que se vislumbra, detrás de cada gesto, mirada y palabra, cada una de las tablas escénicas que ha pisado. Es de esos actores que presta generosamente su carisma a los protagonistas desde personajes de reparto, capaz de llenar con recursos propios los huecos del guión, con capacidad para lucirse con especial brillantez desde un segundo plano, engrandeciendo con su sobriedad y entrega la película en la que trabaja.
La cuna de Eduard Fernández como actor está en el Teatre Lliue, aunque también ha crecido al lado de Albert Boadella durante cuatro años en el Els Joglars. Pero es en el Lliure, después de haber trabajado como mimo en bares, bodas y bautizos, donde mejor ha podido desarrollarse, con intervenciones tan notables como la de "Roberto Zucco" de Bernard-Marie Koltès a las órdenes de Lluis Pasqual. A sus orígenes precisamente ha regresado recientemente con motivo del nuevo Teatre Lliure, donde ha estado trabajando a primeros de año en la obra "Suzuki I y II" de Alexei Xipenko, que estrenó en Barcelona el mismo día en que tuvo noticia de la doble nominación a los premios del cine español.
Sucesivos papeles en "Zapping" de Juan Manuel Chumilla y en "El portero" de Gonzalo Suárez le condujeron a su primer protagonista, el arriesgado Charli de "La voz de su amo" de Emilio Martínez-Lázaro, que le valió excelentes críticas y que le confirman como actor arriesgado, interesado en recrearse en los personajes más turbios, sufridores y peligrosos. Así es Sierra en "Son de mar" de Bigas Luna, verdugo del amor ingenuo y mediterráneo de Leonor Watling y Jordi Mollá, y así es también Santos, el moderno Mefistófeles de "Fausto 5.0", atractivo torturador de Miguel Ángel Solá en la versión cinematográfica del montaje teatral de La Fura Dels Baus.
Siete películas y dos premios Goya en tres años resumen la espectacular y prometedora carrera de Eduard Fernández, que piensa seguir alternando los escenarios con los platós, admirador de Marlon Brando y, como él, heredero de la escuela del método; un intérprete, como le describió el director teatral Lluis Pasqual, "que no parece un actor". Tal vez Fernando Trueba piense lo mismo, al haberle incluido en el reparto de su esperada nueva película, "El embrujo de Shangai".