Ciclo sobre thrillers: Emociones fuertes durante todo agosto en el cine Chaplin
- por © Frank Padrón (Cuba)-NOTICINE.com
1-VIII-07
Tras un vasto y pormenorizado recorrido por el llamado “cine negro”, durante julio, la Cinemateca de Cuba propone para todo agosto continuar aferrados a la luneta de su sala Chaplin y con un nudo en la garganta durante el metraje de los films. Ahora será “El thriller en todos sus estilos” en las tres tandas habituales de la céntrica sala sita en la calle 23 entre 10 y 12, el Vedado.
Pero, ¿a qué se le llama thriller, cómo pudiera traducirse al español ese anglicismo que remite a un tipo específico de cine?. Algún diccionario angloespañol lo asocia con lo “espeluznante” o lo “emocionante” pero esto resulta demasiado amplio.
Veamos qué nos dice el especialista valenciano Santiago Juan-Navarro, quien en un libro sobre el cineasta Alejandro Amenábar (“Los otros”) escribe: “Más que un género, el thriller es un metagénero que engloba a otros géneros bajo su manto. Esto explicaría la inclusión dentro de este término de productos muy dispares caracterizados por el exceso a todos los niveles: exceso de sentimientos, especialmente de miedo, suspense, acción, vértigo y movimiento”.
Siguiendo esta definición a todas luces convincente, el programador de Cinemateca Antonio Mazón ha basado su selección en el mismo criterio abarcador e integrador, que no limita la tendencia, como hacen algunos, a la intriga, el policíaco y el terror, sino que en ella incluye todo lo que sacude a ese espectador un tanto masoquista, como quiera que disfruta comiéndose las uñas, asustado o espectante ante los rumbos que toman las historias.
En tal sentido, el Chaplin ofrece en agosto nada menos que 60 títulos de los más diversos, producidos en países como Estados Unidos, Francia, Francia-Argelia, Australia, España, Argentina, Alemania y Corea del Sur, la mayoría estrenos en esa sala y que abarcan gamas genéricas tan variopintas (aunque a veces muy relacionadas) como acción, policíaco, misterio y suspenso, política, ciencia ficción y fenómenos sobrenaturales, en fin, todo y lo mucho que se ampara bajo el lexema thriller , por otra parte, realizado en diversas épocas.
De este modo, es posible encontrar en el ciclo desde un clásico del “mago del suspense”, Mr. Hitchcock, como “Psicosis”(1960) hasta la reciente “El aura” (2005), del argentino Fabián Bielinski, dentro de eso que se ha dado en llamar “thriller sicológico”. Y en esa línea del asesinato y el enigma, nombres respetables del terror como el norteamericano John Carpenter (“Christine”, 1983) partiendo de un autor reverenciado en este tipo de literatura, Stephen King, en quien, a propósito, se basara también el canadiense David Cronenberg, alguien como es sabido, más inclinado hacia lo paranormal o las mutaciones sicosomáticas, en su notable “Zona muerta” (1983).
La aventura policíaca estará representada por algunas partes de la famosa “Arma letal” (Richard Donner), lo cual entronca también con otras parcelas como el erotismo (“Algo salvaje”, de Jonathan Denme, 1986) , la ciencia ficción (la saga de la australiana “Mad Max”, que lanzara a Mel Gibson a planos estelares) o la comedia (con aquellas inolvidables “48 horas” que marcara el debut de Eddie Murphy en 1982, o su continuidad mediante “Un detective suelto en Hollywood”, dos años después).
Hay un par de pequeños sub-ciclos, uno dedicado al español Alejandro Amenábar, quien desde Europa, concretamente España, ofrece otras maneras de acercarse a estos asuntos, siempre desde un componente profundamente sicológico, a veces freudiano, con esmerado diseño de personajes e historias (se apreciarán sus cintas “Tesis”, de 1995, “Abre los ojos”, dos años después, y claro, el supersuceso “Los otros”, de 2001).
El segundo lo cubre un renovador de la tendencia genérica: el norteamericano Quentin Tarantino, el cual dio a la violencia un cariz de interiorización sico-sociológica y cultural, mediante tratamientos morfológicos también de vanguardia; varios de sus films más famosos (de “Pulp Ficcion” a “Kill Bill”) pueden revisitarse aquí.
Asimismo compartirán pantalla verdaderos imprescindibles, esos títulos “sonados” a lo largo de la historia de las más diferentes líneas: un inolvidable largometraje del mejor cine político (como “Z”, realizado por el griego Costa Gavras en 1969), el oscarizado “El silencio de los corderos” (Demme, 1991), el exitoso “Los intocables” (1987), de Brian De Palma, o ese celuloide que chorrea sangre, crimen y crueldad de principio a fin (“Asesinos natos”, Oliver Stone, 1994; “Cujo, el perro asesino”, Lewis Teague, 1983; “Instinto básico”, Paul Verhoeven, 1992 ) hay otro más reposado que incluye desde el feminismo de “Thelma y Louise” ( Ridley Scott ,1991) hasta propuestas escatológicas que se burlan de la TV comercial en el sarcasmo del español Alex de la Iglesia (“El día de la bestia”, 1995).
Como tampoco podían faltar otros clásicos del terror, digamos, “El exorcista”, de William Friedkin ,1973, ahora en “el corte del director” ; “Terciopelo azul” (1986) de otro maestro del género, David Lynch o “Atracción fatal”, que rodara Adrian Lyne un año después, y hablando de renombrados directores, también está Spielberg, representado aquí por “Tiburón”, de 1976 (quizá no se consiguió copia de otro imprescindible: “El resplandor”, de Stanley Kubrick (1980).
Por último, como decíamos a principio, la mayoritaria presencia norteamericana, no eclipsa enfoques de otros países, que amén de los reseñados incluye Francia (“El perfecto asesino”, Luc Besson, 1994), Alemania (con esa deliciosa aventura además estilística que es “Corre, Lola, corre”, de Tom Tykwer , 1998), Argentina (además de Bielinski están Marcelo Piñeyro con su notable policíaco “Caballos salvajes”, 1995 y el Adrián Caetano de “Un oso rojo”, de 2002) o el maestro chino-hongkongiano John Woo (aunque aquí con una de sus incursiones en Estados Unidos). Quizá se eche de menos una mayor presencia del inescamoteable aporte asiático a este tipo de films (se hubiera preferido, por ejemplo, “El aro” original que el remake, que fue el programado).
Hay mucho más, claro, pero el espacio arrecia. Ciclo ampliamente representativo, amplio y riguroso, resulta una cita obligada no sólo para quienes gusten de emociones fuertes mediante la pantalla, sino también para aquellos que deseen aprender un poco más con esta zona importantísima del cine siempre.
Tras un vasto y pormenorizado recorrido por el llamado “cine negro”, durante julio, la Cinemateca de Cuba propone para todo agosto continuar aferrados a la luneta de su sala Chaplin y con un nudo en la garganta durante el metraje de los films. Ahora será “El thriller en todos sus estilos” en las tres tandas habituales de la céntrica sala sita en la calle 23 entre 10 y 12, el Vedado.
Pero, ¿a qué se le llama thriller, cómo pudiera traducirse al español ese anglicismo que remite a un tipo específico de cine?. Algún diccionario angloespañol lo asocia con lo “espeluznante” o lo “emocionante” pero esto resulta demasiado amplio.
Veamos qué nos dice el especialista valenciano Santiago Juan-Navarro, quien en un libro sobre el cineasta Alejandro Amenábar (“Los otros”) escribe: “Más que un género, el thriller es un metagénero que engloba a otros géneros bajo su manto. Esto explicaría la inclusión dentro de este término de productos muy dispares caracterizados por el exceso a todos los niveles: exceso de sentimientos, especialmente de miedo, suspense, acción, vértigo y movimiento”.
Siguiendo esta definición a todas luces convincente, el programador de Cinemateca Antonio Mazón ha basado su selección en el mismo criterio abarcador e integrador, que no limita la tendencia, como hacen algunos, a la intriga, el policíaco y el terror, sino que en ella incluye todo lo que sacude a ese espectador un tanto masoquista, como quiera que disfruta comiéndose las uñas, asustado o espectante ante los rumbos que toman las historias.
En tal sentido, el Chaplin ofrece en agosto nada menos que 60 títulos de los más diversos, producidos en países como Estados Unidos, Francia, Francia-Argelia, Australia, España, Argentina, Alemania y Corea del Sur, la mayoría estrenos en esa sala y que abarcan gamas genéricas tan variopintas (aunque a veces muy relacionadas) como acción, policíaco, misterio y suspenso, política, ciencia ficción y fenómenos sobrenaturales, en fin, todo y lo mucho que se ampara bajo el lexema thriller , por otra parte, realizado en diversas épocas.
De este modo, es posible encontrar en el ciclo desde un clásico del “mago del suspense”, Mr. Hitchcock, como “Psicosis”(1960) hasta la reciente “El aura” (2005), del argentino Fabián Bielinski, dentro de eso que se ha dado en llamar “thriller sicológico”. Y en esa línea del asesinato y el enigma, nombres respetables del terror como el norteamericano John Carpenter (“Christine”, 1983) partiendo de un autor reverenciado en este tipo de literatura, Stephen King, en quien, a propósito, se basara también el canadiense David Cronenberg, alguien como es sabido, más inclinado hacia lo paranormal o las mutaciones sicosomáticas, en su notable “Zona muerta” (1983).
La aventura policíaca estará representada por algunas partes de la famosa “Arma letal” (Richard Donner), lo cual entronca también con otras parcelas como el erotismo (“Algo salvaje”, de Jonathan Denme, 1986) , la ciencia ficción (la saga de la australiana “Mad Max”, que lanzara a Mel Gibson a planos estelares) o la comedia (con aquellas inolvidables “48 horas” que marcara el debut de Eddie Murphy en 1982, o su continuidad mediante “Un detective suelto en Hollywood”, dos años después).
Hay un par de pequeños sub-ciclos, uno dedicado al español Alejandro Amenábar, quien desde Europa, concretamente España, ofrece otras maneras de acercarse a estos asuntos, siempre desde un componente profundamente sicológico, a veces freudiano, con esmerado diseño de personajes e historias (se apreciarán sus cintas “Tesis”, de 1995, “Abre los ojos”, dos años después, y claro, el supersuceso “Los otros”, de 2001).
El segundo lo cubre un renovador de la tendencia genérica: el norteamericano Quentin Tarantino, el cual dio a la violencia un cariz de interiorización sico-sociológica y cultural, mediante tratamientos morfológicos también de vanguardia; varios de sus films más famosos (de “Pulp Ficcion” a “Kill Bill”) pueden revisitarse aquí.
Asimismo compartirán pantalla verdaderos imprescindibles, esos títulos “sonados” a lo largo de la historia de las más diferentes líneas: un inolvidable largometraje del mejor cine político (como “Z”, realizado por el griego Costa Gavras en 1969), el oscarizado “El silencio de los corderos” (Demme, 1991), el exitoso “Los intocables” (1987), de Brian De Palma, o ese celuloide que chorrea sangre, crimen y crueldad de principio a fin (“Asesinos natos”, Oliver Stone, 1994; “Cujo, el perro asesino”, Lewis Teague, 1983; “Instinto básico”, Paul Verhoeven, 1992 ) hay otro más reposado que incluye desde el feminismo de “Thelma y Louise” ( Ridley Scott ,1991) hasta propuestas escatológicas que se burlan de la TV comercial en el sarcasmo del español Alex de la Iglesia (“El día de la bestia”, 1995).
Como tampoco podían faltar otros clásicos del terror, digamos, “El exorcista”, de William Friedkin ,1973, ahora en “el corte del director” ; “Terciopelo azul” (1986) de otro maestro del género, David Lynch o “Atracción fatal”, que rodara Adrian Lyne un año después, y hablando de renombrados directores, también está Spielberg, representado aquí por “Tiburón”, de 1976 (quizá no se consiguió copia de otro imprescindible: “El resplandor”, de Stanley Kubrick (1980).
Por último, como decíamos a principio, la mayoritaria presencia norteamericana, no eclipsa enfoques de otros países, que amén de los reseñados incluye Francia (“El perfecto asesino”, Luc Besson, 1994), Alemania (con esa deliciosa aventura además estilística que es “Corre, Lola, corre”, de Tom Tykwer , 1998), Argentina (además de Bielinski están Marcelo Piñeyro con su notable policíaco “Caballos salvajes”, 1995 y el Adrián Caetano de “Un oso rojo”, de 2002) o el maestro chino-hongkongiano John Woo (aunque aquí con una de sus incursiones en Estados Unidos). Quizá se eche de menos una mayor presencia del inescamoteable aporte asiático a este tipo de films (se hubiera preferido, por ejemplo, “El aro” original que el remake, que fue el programado).
Hay mucho más, claro, pero el espacio arrecia. Ciclo ampliamente representativo, amplio y riguroso, resulta una cita obligada no sólo para quienes gusten de emociones fuertes mediante la pantalla, sino también para aquellos que deseen aprender un poco más con esta zona importantísima del cine siempre.