Hablamos con Sebastián Muñoz de "El príncipe", estreno en salas de España
- por © Mónica Uriel-NOTICINE.com
El drama carcelario chileno "El príncipe", premiado como mejor film de temática LGTB en la última Mostra de Venecia, se estrena esta semana en salas españolas, aunque permanece aún inédito en las chilenas, luego de su proyección en el Festival de Valdivia. NOTICINE.com habló en exclusiva con su coguionista y director, Sebastián Muñoz.
- ¿Qué le atrajo de la novela de Mario Cruz en la que se basa "El príncipe"?
Es una novela de ese escritor chileno, y fue escrita en el año 70, y ambientada también en esa época. Al leerla me sedujo la forma cruda del relato y la trayectoria dramática que tiene el protagonista que trata sobre qué hace un joven mientras en Chile estaban ocurriendo estos los cambios culturales sociales y políticos. Es un personaje que mira al frente sin darse cuenta de las cosas que están ocurriendo en el país, y eso me interesó desde un punto de vista distinto, de la juventud de la época. Son historias que no están relatadas desde dentro de la película sino desde fuera. Me parece súper importante que esa mirada también de un personaje que no tiene ni sueños ni debilidades y que está buscando su definición sexual. Dentro de esto, él mata a su mejor amigo por despecho, porque es un personaje muy narcisista, y a partir de esto llega a la cárcel, el lugar más terrible del mundo, pero él se transforma y crece como ser humano dentro de la cárcel.
- ¿Qué quería contar con esta película a unos jóvenes que poco tienen que ver con el de la historia, medio siglo después?
En primer lugar lo que me interesó es que en el espacio carcelario se transforma el personaje. Con los cuerpos masculinos que están encerrados ahí, se transforma, habla de que el ser humano siempre tiene la necesidad de buscar el amor, el afecto, más allá del género. Eso me llamo mucho la atención porque no se habla de la homosexualidad específicamente, sino de la necesidad del ser humano de tener a otro, al que sea que tenga al lado que lo acoja y quiera. La película realmente habla de los afectos y eso fue lo que más me gustó porque desde una manera es como el pie de partida o sea me exige a mí en este espacio cerrado que los personajes no tengan otra alternativa de poder solamente por la necesidad que tienen.
- ¿Cómo fue el trabajo con esos actores?
Fue un rodaje precioso porque todo el equipo técnico en general son profesionales. En concreto el director de arte lleva trabajando 20 años en el cine y todo el equipo con el que trabajé fueron buenos profesionales y amigos. Los actores también. Yo estuve 9 años trabajando para hacer la película, y durante esos 9 años hicimos una relación de amistad, con algunos de ellos tengo una relación anterior al cine, nos conocimos en la universidad, nos hicimos amigos, etc. Entonces todos los actores que estaban ahí nos conocíamos desde hace mucho tiempo, por eso fue muy fácil para mí olvidar la puesta en escena porque llegábamos con un planteamiento de cámara y demás, pero ahí mismo ensayábamos y todo fluyó de una forma muy natural, fuimos a una cárcel real entonces los espacios eran muy pequeños pero supimos darle ritmo e identidad al mismo espacio.
- En su elenco tiene al gran Alfredo Castro, el más prestigioso intérprete chileno de su generación...
Increíble, uno prende la cámara y Alfredo tiene una atmósfera en sí mismo, una emotividad increíble. Pasa de ser el personaje rudo de la cárcel a ser un personaje poético, cierto, sensible sobre los aspectos del protagonista entonces el recorrido entre el príncipe y Alfredo es la razón más importante, porque de alguna forma también se convierte en una relación de padre e hijo cruzada por el deseo, que es un poco como el pilar ese que tiene la película.
- ¿Qué le supuso debutar precisamente en la Mostra de Venecia y además con premio?
Mucha emoción y mucha satisfacción de saber que la mirada que uno tiene como latinoamericano puede ser una apertura para el mundo. Me parece que Venecia era una plataforma cinematográfica increíble, no solamente para mí sino que yo pienso en los jóvenes que vienen detrás de mí. A los latinoamericanos que estudian o trabajan en cine hay que mostrarles la importancia de la claridad en un discurso político, que realmente es lo que necesita el planeta, una mirada clara sobre la sociedad, hablar de los problemas reales y sobre todo en el caso del príncipe hablar de los afectos entre hombres más allá del tema de la homosexualidad, porque dentro de la cárcel los hombres tienen mujeres y es la necesidad ante la soledad de estos seres humanos que están encerrados lo que hace abrir sus corazones. Eso me parece muy interesante y la temática se pudo plantear en Venecia. La Mostra fue un habitáculo gigante para que esta película se difundiera y los jóvenes también, que están indecisos con su sexualidad tengan la valentía para poder ser libres.
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- ¿Qué le atrajo de la novela de Mario Cruz en la que se basa "El príncipe"?
Es una novela de ese escritor chileno, y fue escrita en el año 70, y ambientada también en esa época. Al leerla me sedujo la forma cruda del relato y la trayectoria dramática que tiene el protagonista que trata sobre qué hace un joven mientras en Chile estaban ocurriendo estos los cambios culturales sociales y políticos. Es un personaje que mira al frente sin darse cuenta de las cosas que están ocurriendo en el país, y eso me interesó desde un punto de vista distinto, de la juventud de la época. Son historias que no están relatadas desde dentro de la película sino desde fuera. Me parece súper importante que esa mirada también de un personaje que no tiene ni sueños ni debilidades y que está buscando su definición sexual. Dentro de esto, él mata a su mejor amigo por despecho, porque es un personaje muy narcisista, y a partir de esto llega a la cárcel, el lugar más terrible del mundo, pero él se transforma y crece como ser humano dentro de la cárcel.
- ¿Qué quería contar con esta película a unos jóvenes que poco tienen que ver con el de la historia, medio siglo después?
En primer lugar lo que me interesó es que en el espacio carcelario se transforma el personaje. Con los cuerpos masculinos que están encerrados ahí, se transforma, habla de que el ser humano siempre tiene la necesidad de buscar el amor, el afecto, más allá del género. Eso me llamo mucho la atención porque no se habla de la homosexualidad específicamente, sino de la necesidad del ser humano de tener a otro, al que sea que tenga al lado que lo acoja y quiera. La película realmente habla de los afectos y eso fue lo que más me gustó porque desde una manera es como el pie de partida o sea me exige a mí en este espacio cerrado que los personajes no tengan otra alternativa de poder solamente por la necesidad que tienen.
- ¿Cómo fue el trabajo con esos actores?
Fue un rodaje precioso porque todo el equipo técnico en general son profesionales. En concreto el director de arte lleva trabajando 20 años en el cine y todo el equipo con el que trabajé fueron buenos profesionales y amigos. Los actores también. Yo estuve 9 años trabajando para hacer la película, y durante esos 9 años hicimos una relación de amistad, con algunos de ellos tengo una relación anterior al cine, nos conocimos en la universidad, nos hicimos amigos, etc. Entonces todos los actores que estaban ahí nos conocíamos desde hace mucho tiempo, por eso fue muy fácil para mí olvidar la puesta en escena porque llegábamos con un planteamiento de cámara y demás, pero ahí mismo ensayábamos y todo fluyó de una forma muy natural, fuimos a una cárcel real entonces los espacios eran muy pequeños pero supimos darle ritmo e identidad al mismo espacio.
- En su elenco tiene al gran Alfredo Castro, el más prestigioso intérprete chileno de su generación...
Increíble, uno prende la cámara y Alfredo tiene una atmósfera en sí mismo, una emotividad increíble. Pasa de ser el personaje rudo de la cárcel a ser un personaje poético, cierto, sensible sobre los aspectos del protagonista entonces el recorrido entre el príncipe y Alfredo es la razón más importante, porque de alguna forma también se convierte en una relación de padre e hijo cruzada por el deseo, que es un poco como el pilar ese que tiene la película.
- ¿Qué le supuso debutar precisamente en la Mostra de Venecia y además con premio?
Mucha emoción y mucha satisfacción de saber que la mirada que uno tiene como latinoamericano puede ser una apertura para el mundo. Me parece que Venecia era una plataforma cinematográfica increíble, no solamente para mí sino que yo pienso en los jóvenes que vienen detrás de mí. A los latinoamericanos que estudian o trabajan en cine hay que mostrarles la importancia de la claridad en un discurso político, que realmente es lo que necesita el planeta, una mirada clara sobre la sociedad, hablar de los problemas reales y sobre todo en el caso del príncipe hablar de los afectos entre hombres más allá del tema de la homosexualidad, porque dentro de la cárcel los hombres tienen mujeres y es la necesidad ante la soledad de estos seres humanos que están encerrados lo que hace abrir sus corazones. Eso me parece muy interesante y la temática se pudo plantear en Venecia. La Mostra fue un habitáculo gigante para que esta película se difundiera y los jóvenes también, que están indecisos con su sexualidad tengan la valentía para poder ser libres.
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