Colaboración: La bella Anna y el escribidor

por © NOTICINE.com
Sánchez Dragó y Grau
Por Sergio Berrocal     

Cuando vas y compras un libro titulado enigmáticamente “Sangri-la el elixir de la eterna juventud”, lo haces convencido de que el autor, Fernando Sánchez Dragó, te ha tendido una encerrona con pinta de farmacia de barrio ajado para finalmente contarte sus últimas proezas eróticas. Lo cierto, y la pura verdad, es que el hombre posee un currículo que pese o tal vez a causa de sus ochenta años, vividos a 200 millas por hora, es lo que se denominaría en castizo francés “un baiseur”, un follador, aunque él es, además y quizá a causa de ello, el romanticismo hecho letra de molde.

Resulta que el escritor es más listo que tú, que todos nosotros, meros lectores, y que si la portada de este penúltimo libro suyo es una foto de tarros farmacéuticos antiguos, que solo encontré un día aciago en La Habana, el contenido es eso, pura farmacia.

Porque cuando ya lo ha escrito todo, cuando crees que ya te ha contado de muchas formas su amor por la práctica del sexo feliz, prolongado, para toda la vida, ha decidido revelarnos cuáles son sus trucos para mantenerse como un verraco capaz de dar envidia y hacer sonrojar a cualquier jovenzuelo que pasa media vida en el gimnasio.

Las más de 350 páginas del libro contienen un casi sinfín de indicaciones sobre remedios más o menos naturales que contienen la fórmula magistral del propio Dragó para mantenerse en forma casi o toda la vida. Y cuando digo en forma quiere decir sin que el pabellón se te venga por los suelos en el momento menos deseado.

Todo lo necesario para conservar la salud y poder salir siempre airoso de los retos amorosos más abracadabrantes. Así, su propio elixir, que ya está comercializado, se compone de sesenta y ocho pastillas que deben de tomarse a diario. Quizá sea un poco más de lo que cualquier cristiano ingiere cuando ya se ha cortado la coleta pero los resultados que nos promete valen la pena, según cuenta.

Las principales pildoritas no tienen nada de mágicas pero a Dragó le ha permitido tener un hijo hace un ratito, cosa de cuatro años, con una bella y joven esposa japonesa. Y de verdad que no son cuentos, ni chinos ni japoneses.

Dragó ha sido su propia rata de laboratorio, aunque es cierto que parte de sus experimentos nos hubiese gustado a cualquier mortal.

Además de haber ensayado todo lo que recomienda demuestra de la forma más absoluta y sacrificada que cualquiera puede llegar a sus ochenta años de edad con el potencial sexual cantando la Marsellesa o el himno del Sevilla, a gusto del consumidor.

Y todas sus proezas están más que certificadas por una escritora que es además, y por lo visto, así lo afirma él, aunque de mucha rabia aceptarlo, su amante con sólo 47 años de edad. Hagan la cuenta con los que él lleva ya andado y verán que esas pastillas merecerían un buen trago.

Esa señora es la escritora Anna Grau, bella, con una personalidad arrolladora, yo diría que excesivamente arrolladora, y que es, además, una escritora de postín.

Les aconsejo que antes de meterse en la farmacopea de Sánchez Dragó y antes de empezar a ingerir sus remedios lean algunas de las cositas que Anna Grau cuenta en este mismo libro, aunque ni siquiera hayan puesto su firma en la portada. Editores descastados.

Con el prometedor título de “Desayunos de infarto con Dragó (el retorno de la Taquimeca)” cuenta cosas que dan pura rabia.

Para justifica su enamoramiento por un hombre de ochenta años, tenía 79 cuando lo “descubrió”, ella, muy amablemente, explica que siempre le han atraído los hombres mucho mayores porque “me dan sabiduría y profundidad estratégica”. Dios mío, con frases como ésta cualquiera puede acudir a la próxima convocatoria del Premio Nobel de Literatura. Si se lo dieron al Bob Dylan ese por unas cancioncillas de protesta…

“Soy la primera cuarentona que se mete en la boca de este lobo”, confiesa después de revelarnos que su actual amante (Dragó, claro, siempre Dragó) las prefería “de veintipocos como mucho”. Hasta que la conoció a ella.

“¿Me creerá alguien si digo que antes de conocer a FSD yo tenía el sexo muy abajo en mi lista de prioridades…?” Pues no sé, hija, no sé.

Y ya llegan en el relato de Anna los fuegos artificiales, auténtica final gloriosa de verbena de pueblo andaluz: “De verdad que abrazarse a Dragó es como meter la cabeza en uno de esos chalecos explosivos del ISIS. Te ves arrastrada por un torbellino de energía endiablada y de inteligencia imprevisible, sexo, montañas rusas de emociones, sexo, peterpanismo irredento, sexo… ¿He mencionado ya que todo esto incluye siempre y en cualquier circunstancia, a todas horas, sexo, sexo y más sexo?...”

Lean todo esto sin mala uva en el cerebro, sin esa envidia que todo macho bien parido tiene que tener porque si no la vida no merecería la pena. Lean lo que dice Anna Grau considerando que es una mujer de cuerpo entero, miren sus fotos de pie, sentada, de perfil o de frente. Pero que además tiene la cabeza más que amueblada como dicen en España.

Hacer el amor con una intelectual, con alguien que sabe leer y escribir es realmente complicado porque te pilla en cuanto que no has puesto la coma que ella esperaba en la línea que ella quería. Pero que dos intelectuales se metan en una cama o se tiren por los suelos para practicar lo que yo creía que era prioritariamente la recompensa de los pobres por ser pobres y a veces cuasi analfabetos…

Miren ustedes potenciales lectores, yo les recomiendo el libro con todo el dolor de mi alma, con toda la envidia de mis higadillos, porque no hay derecho a ser tan completito como parece ser el autor.

Él cuenta que tuvo más mujeres que el sultán de Jahoré pero ahora que nos trae a su odalisca, aunque no sea turca sino catalana (porque el diccionario de la Real Academia pretende que para ser odalisca hay que tener nacionalidad turca) ya es demasiado.

Lean, lean y péguense con la cabeza en la pared. Pero antes échenle un vistazo a Anna. Y terminarán como yo leyendo sus libros. Perra vida, que hubiese dicho Mastroianni en “La dolce vita”, cuando comprueba que la existencia es realmente una puñetera mierda.


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