Crítica: "Mariel espera", demasiado fría y personal para interesar
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Por Edurne Sarriegui
Después de "Una familia Gay" (2013) y "Las chicas del tercero" (2014), el argentino Maximiliano Pelosi estrena su tercer trabajo. "Mariel espera" (2017), que de esa cinta se trata, es un drama que tiene como protagonista casi absoluta a una mujer profesional joven que ve truncados sus deseos de ser madre.
Mariel (Juana Viale) es una joven y exitosa arquitecta interiorista, felizmente casada –o por lo menos eso se encarga de repetir constantemente- con Santiago (Diego Gentile). Juntos esperan ilusionados la llegada de su primer hijo mientras planean su mudanza a la casa propia. Reconocida en su trabajo, entusiasmada con los cambios que quiere hacer en su nuevo hogar para recibir al hijo tan esperado y mimada por su marido, éste parece ser el mejor momento en la vida de Mariel.
La felicidad se desmorona cuando, durante un control médico de rutina, reciben la noticia de que su hijo ha muerto en el vientre de su madre. Devastada, debe convivir con la muerte de la criatura en su interior y esperar que la naturaleza siga su curso hasta que su cuerpo lo expulse. Ésta es la espera de Mariel. No la esperanzada con la vida como culminación, sino la convivencia forzada con una muerte terrible de asumir y difícil de superar.
Todo el relato gira en torno a Mariel, a su tristeza y a su dolor, dejando muy poco lugar para los demás personajes que solo cumplen el papel de acompañar el transitar de la madre en duelo. Incluso los sentimientos del padre y marido quedan relegados y su actuación reducida a la de acompañante de la protagonista única y absoluta.
Los actores hacen lo que pueden con personajes poco definidos. Incluso el protagónico carece de profundidad y Juana Viale, siempre fría y distante, muestra una única expresión a lo largo de toda la cinta.
De este modo, el guion de Pelosi plantea un tema doloroso y difícil en el que el cine en pocas ocasiones se detiene. Pero se queda en eso, no pasa del planteo. Expone la situación, la emoción intensa que supone para la madre frustrada la pérdida del hijo y poco más. Con algunas escenas desagradables ilustra la espera de Mariel para que el embrión se desprenda.
Y en esa espera, Mariel desespera. Y nosotros también.
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Después de "Una familia Gay" (2013) y "Las chicas del tercero" (2014), el argentino Maximiliano Pelosi estrena su tercer trabajo. "Mariel espera" (2017), que de esa cinta se trata, es un drama que tiene como protagonista casi absoluta a una mujer profesional joven que ve truncados sus deseos de ser madre.
Mariel (Juana Viale) es una joven y exitosa arquitecta interiorista, felizmente casada –o por lo menos eso se encarga de repetir constantemente- con Santiago (Diego Gentile). Juntos esperan ilusionados la llegada de su primer hijo mientras planean su mudanza a la casa propia. Reconocida en su trabajo, entusiasmada con los cambios que quiere hacer en su nuevo hogar para recibir al hijo tan esperado y mimada por su marido, éste parece ser el mejor momento en la vida de Mariel.
La felicidad se desmorona cuando, durante un control médico de rutina, reciben la noticia de que su hijo ha muerto en el vientre de su madre. Devastada, debe convivir con la muerte de la criatura en su interior y esperar que la naturaleza siga su curso hasta que su cuerpo lo expulse. Ésta es la espera de Mariel. No la esperanzada con la vida como culminación, sino la convivencia forzada con una muerte terrible de asumir y difícil de superar.
Todo el relato gira en torno a Mariel, a su tristeza y a su dolor, dejando muy poco lugar para los demás personajes que solo cumplen el papel de acompañar el transitar de la madre en duelo. Incluso los sentimientos del padre y marido quedan relegados y su actuación reducida a la de acompañante de la protagonista única y absoluta.
Los actores hacen lo que pueden con personajes poco definidos. Incluso el protagónico carece de profundidad y Juana Viale, siempre fría y distante, muestra una única expresión a lo largo de toda la cinta.
De este modo, el guion de Pelosi plantea un tema doloroso y difícil en el que el cine en pocas ocasiones se detiene. Pero se queda en eso, no pasa del planteo. Expone la situación, la emoción intensa que supone para la madre frustrada la pérdida del hijo y poco más. Con algunas escenas desagradables ilustra la espera de Mariel para que el embrión se desprenda.
Y en esa espera, Mariel desespera. Y nosotros también.
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