Crítica: "La novia del desierto", los extremos que se tocan
- por © NOTICINE.com
Por Edurne Sarriegui
Las argentinas Cecilia Atán y Valeria Pivato se estrenan como directoras y guionistas con "La novia del desierto". Después de pasar por varios festivales, entre ellos la sección Un Certain Regard de Cannes, se estrena en el país de las co-directoras. Este drama que se desarrolla en el desierto norteño de la provincia de San Juan, es una historia sencilla y bien contada que basa su potencia en grandes interpretaciones.
Teresa es chilena, ya pasó la cincuentena y casi toda su vida trabajó para una familia de Buenos Aires. Cuando cambia la situación económica de esa familia, obtiene la recomendación para trabajar en la casa de otra familia de San Juan. Durante el largo viaje, el autobús que le transporta sufre una avería y deben detenerse en un pequeño poblado -donde se venera a la Difunta Correa- hasta conseguir un nuevo vehículo.
Cabe aquí aclarar, para los que lo desconozcan, que la Difunta Correa es un personaje objeto de la devoción popular, particularmente en el norte argentino. Cuenta la historia que Deolinda Correa se lanzó al desierto con su pequeño hijo tratando de reunirse con su marido que había sido incorporado al ejército hacia 1840. Cuando se quedó sin agua y sin comida se tendió bajo un árbol y allí falleció pero su hijo sobrevivió milagrosamente mamando de los pechos de su madre muerta. Fue rescatado por unos arrieros que se encargaron de difundir el hecho y de levantar un sencillo santuario en el lugar. A esta santa sin altares, la devoción popular le atribuye intervención en muchos milagros y sus devotos peregrinan hasta allí para llevarle diferentes ofrendas.
Es allí que Teresa, la protagonista de la cinta, sufre el extravío del bolso con todas sus pertenencias durante una gran tormenta que se desata durante la espera. Para recuperarlo debe ponerse en contacto con el Gringo, un hombre de edad similar y vendedor ambulante que parece su antítesis. Mientras Teresa es silenciosa, tímida y pasó casi toda su vida en la misma casa, el Gringo es extrovertido, trashumante y parece conocer a todo el mundo en ese paraje alejado. A pesar de sus diferencias esas almas tienen puntos en común que irán encontrando a medida que se desplacen durante su búsqueda por la árida geografía.
La cinta no hubiera sido la misma sin el trabajo de dos grandes intérpretes como la chilena Paulina García y el argentino Claudio Rissi. Junto al desierto y el santuario de la Difunta Correa son protagonistas absolutos de esta historia sobre nuevas oportunidades y esperanza cuando parecía que todo estaba definido en su vida.
Las realizadoras utilizan el desierto, la tormenta y la leyenda para representar la soledad de los personajes y la habilidad de la vida para colarse por cualquier resquicio, como ocurrió con el hijo de la Difunta.
De producción argentina, chilena y guatemalteca, "La novia del desierto" es un relato sin artificios con protagonistas inusuales. Destacan en ella la sencillez del guion que se desarrolla con naturalidad y las actuaciones de García y Rissi. Las realizadoras hacen buen uso de eso y de las locaciones para lograr una narración sensible sobre segundas oportunidades.
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Las argentinas Cecilia Atán y Valeria Pivato se estrenan como directoras y guionistas con "La novia del desierto". Después de pasar por varios festivales, entre ellos la sección Un Certain Regard de Cannes, se estrena en el país de las co-directoras. Este drama que se desarrolla en el desierto norteño de la provincia de San Juan, es una historia sencilla y bien contada que basa su potencia en grandes interpretaciones.
Teresa es chilena, ya pasó la cincuentena y casi toda su vida trabajó para una familia de Buenos Aires. Cuando cambia la situación económica de esa familia, obtiene la recomendación para trabajar en la casa de otra familia de San Juan. Durante el largo viaje, el autobús que le transporta sufre una avería y deben detenerse en un pequeño poblado -donde se venera a la Difunta Correa- hasta conseguir un nuevo vehículo.
Cabe aquí aclarar, para los que lo desconozcan, que la Difunta Correa es un personaje objeto de la devoción popular, particularmente en el norte argentino. Cuenta la historia que Deolinda Correa se lanzó al desierto con su pequeño hijo tratando de reunirse con su marido que había sido incorporado al ejército hacia 1840. Cuando se quedó sin agua y sin comida se tendió bajo un árbol y allí falleció pero su hijo sobrevivió milagrosamente mamando de los pechos de su madre muerta. Fue rescatado por unos arrieros que se encargaron de difundir el hecho y de levantar un sencillo santuario en el lugar. A esta santa sin altares, la devoción popular le atribuye intervención en muchos milagros y sus devotos peregrinan hasta allí para llevarle diferentes ofrendas.
Es allí que Teresa, la protagonista de la cinta, sufre el extravío del bolso con todas sus pertenencias durante una gran tormenta que se desata durante la espera. Para recuperarlo debe ponerse en contacto con el Gringo, un hombre de edad similar y vendedor ambulante que parece su antítesis. Mientras Teresa es silenciosa, tímida y pasó casi toda su vida en la misma casa, el Gringo es extrovertido, trashumante y parece conocer a todo el mundo en ese paraje alejado. A pesar de sus diferencias esas almas tienen puntos en común que irán encontrando a medida que se desplacen durante su búsqueda por la árida geografía.
La cinta no hubiera sido la misma sin el trabajo de dos grandes intérpretes como la chilena Paulina García y el argentino Claudio Rissi. Junto al desierto y el santuario de la Difunta Correa son protagonistas absolutos de esta historia sobre nuevas oportunidades y esperanza cuando parecía que todo estaba definido en su vida.
Las realizadoras utilizan el desierto, la tormenta y la leyenda para representar la soledad de los personajes y la habilidad de la vida para colarse por cualquier resquicio, como ocurrió con el hijo de la Difunta.
De producción argentina, chilena y guatemalteca, "La novia del desierto" es un relato sin artificios con protagonistas inusuales. Destacan en ella la sencillez del guion que se desarrolla con naturalidad y las actuaciones de García y Rissi. Las realizadoras hacen buen uso de eso y de las locaciones para lograr una narración sensible sobre segundas oportunidades.
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