Santiago Loza habla sobre el estreno berlinés de "Malambo: el hombre bueno", su película más rítmica

por © Jon Apaolaza (Berlín)-NOTICINE.com
Santiago Loza
Reconoce el argentino Santiago Loza, uno de los nombres más conocidos e internacionales del cine de autor austral, que "Malambo: el hombre bueno", su nuevo film, recién estrenado en la Berlinale, ha removido su estilo más o menos contemplativo al ritmo de la música de esta danza autóctona del país repleta de signos distintivos y de un fascinante insólito espíritu competitivo, en el que el triunfo máximo es justamente el final. NOTICINE.com habló con Loza en exclusiva.
 
- Una cinta experimental que hizo en Francia, un documental, una serie de TV... Y ahora un musical. Cada vez diversifica más su carrera. ¿Qué tiene "Malambo, el hombre bueno" de especial?
Es una película que narra la travesía que hace un malambista, que es un bailarín de una danza folklórica argentina, desde su preparación hasta un campeonato. "Malambo" también es una suerte de fábulas o de cuentos sobre el aprendizaje y la transmisión de conocimiento, y sobre un cuerpo que trata de pasar un límite. "Malambo" trata un poco sobre esos tópicos.

- ¿Cómo aterrizó usted en ese campo?
Llego a la historia, o comienza a interesarme, porque, primero, me resultaba muy ajeno, aunque es extremadamente popular, pero era un mundo con el cual yo tenía prejuicios. Me parecía que estaba vinculado a cierto nacionalismo estricto, machismo (el malambo solamente lo practican los hombres), y siempre me generaba cierto rechazo. Sin embargo, por una charla con el productor de la película se me ocurrió empezar a trabajar mis propios prejuicios asistiendo y observando clases de entrenamiento, yendo a lugares de malambo, y en ese trayecto descubrí que era una práctica que se acercaba al "box" o a otro tipo de entrenamientos donde ciertas personas ponen a prueba su cuerpo para lograr un minuto de éxtasis, de plenitud física. Yo no soy alguien que tenga mucha preparación física, por lo que para mí descubrir ese mundo y tratar de entenderlo fue el esfuerzo de la película.

- ¿Qué le llamó más la atención de ese ambiente malambista?
Me sorprendió el hecho de que ellos trabajan muchos años por lograr ser campeones, pero el campeón no puede volver a presentarse a una competencia. El mismo logro del malambista es, a la vez, su desaparición, su extinción. Esa idea me parecía muy poética, muy poderosa, además de lo que es el movimiento del malambo. Lo que me pasó con el malambo es que, primero, me parecía sumamente cinematográfico, y ahí decidí que había una película que trabajaba sobre el movimiento, sobre el golpe, sobre la repetición y la insistencia. Tenía algo que me conmovía mucho.

- Su protagonista es un malambista real. ¿Cómo dio con él?
En uno de los entrenamientos a los cuales yo asistía y observaba, vi a Gaspar Joffre, un bailarín que no era tan joven como otros, que tenía ciertas dolencias físicas y, a la vez, cierta timidez, ya que era alguien no muy sociable o demostrativo, y a mí eso me llamaba la atención. Había algo en su dolor físico que le hacía vulnerable y frágil, y eso que me conmovía, me invitaba a armarlo como protagonista. La película toma ciertos elementos de su vida, pero lo ficcionaliza. Él es alguien que es malambista, que es bailarín y, por lo tanto, no tiene interés en actuar, pero actuó para la película.

- Trabajar con actores no profesionales tiene sus riesgos...
A mí me gusta el resultado de la película. Para "Malambo" no podía haber un actor que quisiera el papel, porque hay muchos momentos de la cinta que son danzados extremadamente bien y él (Gaspar Joffre) es un malambista. Nunca se me ocurrió la idea de trabajar con un doble de cuerpo, pues me parecía que ese mismo cuerpo no solamente danza, sino que tiene ciertas marcas en otras zonas que hacían parte del personaje. En la película hay una mezcla de actores con no actores. Yo traté de igual manera a unos y a otros, y los actores fueron muy colaborativos con la gente que no tenía formación. Entendían claramente cuál era el cuento que se contaba, entonces no era algo complicado.

- Su película es un musical, imagino que ello le ha obligado a renovar su estilo de realización.
La película tenía claras referencias un cine pop, popular, porque tiene que ver con el entrenamiento, con un entrenador que entrena a un discípulo, y hay ciertos guiños a ese tipo de cine. Para mí era un desafío, pero al mismo tiempo suponía mucho disfrute. Yo tiendo a ser más contemplativo y el mismo ritmo del malambo exigía otro tipo de relato. Claramente, la película, por más que tiene ciertos momentos de contemplación e imágenes muy bellas, está en pos de una competencia y de algo que va a suceder, por lo que, quizás, el cuento es mucho más claro que en otros largometrajes.

- ¿Cómo ha sentido la respuesta del público y los medios aquí en Berlín?
Hubo dos funciones y, al menos en la primera, la gente disfrutó la película. Para muchos esta danza tradicional era algo nuevo y, sobre todo, había mucha empatía con el personaje, por lo que el malambo dejó de ser un objeto extraño para hacerse empático. Ha sido, hasta ahora, una muy linda recepción, muy gratificante. Comparado con otros festivales, lo que tiene Berlín (además de la ciudad, que es tan interesante, extraña y diversa, tan cálida y fría al mismo tiempo) es el público. Yo siento que otros festivales grandes, que son muy lindos y excitantes para cualquier director, tienen profesionales, mucha crítica y programadores, pero no público de las ciudades. Me parece que Berlín es un festival que es totalmente disfrutado por el público local. Eso es increíble, hay estudiantes, señoras, jóvenes, niños… Es un festival muy vivo donde la gente de la ciudad es muy partícipe y para mí es un público increíble que se arriesga a ver propuestas que son insólitas. Por eso me parece muy interesante Berlín.

- ¿Y si le premiaran?
No sé si hay muchos premios para la categoría Panorama, creo que hay algunos, pero para mí estar participando es un premio. Si ganara sería un extra, pero ya es un premio estar acá, es muy lindo.

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