Crónica de Mar del Plata: El relato de los Otros

por © Martín Iparraguirre (Mar del Plata)-NOTICINE.com
'Arboles'
El inicio del 28 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata ratificó las expectativas al ofrecer, en su primer día, un sinnúmero de posibilidades a quienes se animaran a adentrarse en sus programas paralelos, más allá de sus competencias oficiales, que recién el domingo comenzaron a desplegarse con fuerza. El sábado fue un día para el placer: cine clásico latinoamericano (con la grandiosa “Salón México, de Emilio Fernández, en un apartado que ya comentaremos) convivió con el último vanguardismo proveniente de Europa, o el mejor cine oriental de género de varias épocas con los nuevos clásicos norteamericanos de la década de los 80 y el más reciente “mumblecore” (cine independiente joven de Estados Unidos).

Como suele suceder, la oferta impone entonces una fina selección donde siempre van a quedar joyas afuera: acaso una de las películas que generaba más expectativas –de la segunda categoría citada en la enumeración– era “Arboles”, del irredento colectivo español Los Hijos. Dueños de una poética sin duda singular y desafiante, los jóvenes ibéricos vuelven aquí a problematizar la herencia de sus antepasados aunque esta vez se enfoquen en un tema explícitamente político: el colonialismo en América.

La forma de abordarlo sigue siendo, empero, el tan mentado ensayo de “asociación libre” típico de este colectivo, aunque el film ostentará una mayor coherencia narrativa con respecto a sus inmediatos antecesores, sobre todo “Los materiales”. Los primeros planos son una incógnita: muestran, en blanco y negro, los rostros de dos jóvenes reaccionando a una conversación que no oímos, pues el sonido está ausente.

El paisaje cambiará drásticamente con la irrupción de un plano general de un bosque imponente, donde el sonido sí cobrará un protagonismo central, ya que transmitirá la experiencia precisa del ambiente que vemos. Estamos ya en la Guinea Ecuatorial, como pronto informará un cartel sobreimpreso, donde Los Hijos comenzarán a explorar en planos fijos la vida de una comunidad empobrecida, que poco a poco comenzará a relatarse a sí misma a partir del testimonio de una familia: en sus propios dialectos originales, los protagonistas narrarán  la historia de su pueblo relacionada al colonialismo español.

Sin una voz en off que articule las imágenes, los directores organizarán la narración a partir de capítulos que exploran estos relatos que pertenecen a otra concepción de la historia, que adopta la forma del mito transmitido de forma oral: escucharemos así la leyenda de un cura colonizador en perpetua búsqueda de un pueblo nómade, que cada vez que encontraba se trasladaba completamente mientras él dormía, u otro relato sobre la imposición de la cultura occidental en las colonias españolas, ya sea a través de la religión o la imposición de urbes que luego eran abandonadas por los indígenas.

La voz es la de los descendientes de aquellos pueblos sometidos, lo que sin duda cobra un significado político: Los Hijos buscan rescatar aquí los relatos segados por sus propios ancestros (de allí la inclusión de informes históricos de los colonizadores sobre la misión en América, donde se desnuda la explotación que escondía la evangelización).

Pero en algún momento llegará el capítulo de “La Nueva Ciudad – parte 2”, donde el film registrará sin más explicaciones y en un tono casi onírico la arquitectura de un condominio de departamentos que contrasta fuertemente con la geografía previa registrada: donde antes había una naturaleza apabullante aquí hay un gris omnipresente y deprimente. También se verán y escucharán a niños jugando, aunque lo harán tras una reja: el nuevo mundo semeja a una cárcel, donde la única belleza que encuentran está en la luz que atraviesa los muros que aprisionan a sus habitantes.

La última secuencia retomará los planos iniciales, aunque esta vez con sonido, donde escucharemos las voces de los protagonistas antes acallados: el hombre primero dialogará por teléfono con algún amigo o pariente que está desempleado, y aparentemente planea visitarlos por una temporada junto a su familia. El diálogo seguirá con un proyecto para una película que se parece a “Poltergeist”, donde una familia tiene que soportar la herencia de los crímenes contra los pueblos originarios al comprar una casa construida sobre un cementerio indígena: sin explicaciones, el film llegará a su fin. ¿Cuál es la relación entre los capítulos? ¿Se trata de mera provocación, como interpretan algunos? Si la propuesta es la “asociación libre”, ¿por qué no pensar que Los Hijos están problematizando la construcción de relatos sobre el colonialismo, contraponiendo la palabra de sus víctimas con la apropiación que realiza la propia cultura occidental a través del espectáculo encarnado en la industria cinematográfica? Quizás la interpretación no pueda ir más allá, algo que se podría interpretar como una debilidad insalvable de la propuesta de Los Hijos –pues está inscripta en la propia forma de la película, que también busca reflexionar sobre el propio dispositivo–, aunque sin duda los realizadores se ubican del lado de la balanza, e incorporan a la política como una dimensión más explícita de su cine, lo que a juicio del autor resulta un avance.

Por lo demás, el cine cordobés comenzó a desandar una senda que puede resultar histórica con el estreno de “Escuela de sordos”, de Ada Frontini, en la Competencia Argentina, que será acompañada por otros dos films locales en las otras instancias competitivas del festival. El destino está abierto a las sorpresas.