La Habana 2006: La competencia arrecia

por © Frank Padrón (La Habana)- NOTICINE.com
Mariposa negra
Mariposa negra
El camino de San DiegoMariposa negra12-XII-06

Cuando ya la edición 28 del Festival cubano entra en su segunda y final semana, puede decirse que se ha visto prácticamente todo lo que opta por los corales en las diversas categorías, los cuales serán entregados el viernes 15 en la habitual ceremonia de clausura, que coronará con broche (al parecer) de oro mediante la exhibición de “Volver”, la galardonada cinta de Pedro Almodóvar.

Pasando balance, es sin dudas Brasil el que lleva la delantera no tanto cuantitativa (lo iguala en este aspecto, o quizá hasta supera, Argentina) sino en lo verdaderamente definitivo: la casi pareja calidad de lo que compite.

Es, sin embargo, un título de los coterráneos de Borges quien, a juicio de este crítico, posee todas las cualidades para ser el gran triunfador: me refiero a “El custodio”, de Rodrigo Moreno, que ya tuvo reconocimientos en Sundance, Berlín, Guadalajara y Ceará. La historia de ese hombre que vive prácticamente una vida ajena (la del ministro que cuida a tiempo casi completo) es focalizada por el joven director (participante en la realización compartida de “Mala época” y “El descanso”) con un virtuosismo estético que la convierte en la más cuidada y elaborada de las propuestas festivaleras, en lo cual rivaliza quizá con la local “La edad de la peseta”, de Pavel Giroud.

La cámara, generalmente en subjetiva desde el protagonista, diseña encuadres y ángulos que portan su evolutiva visión, que va de mecanicista y pragmática, como su oficio, hasta la concientización de la propia ruina que lo lleva a la decisión final; para ello se apoya además en una fotografía matizada, donde el claroscuro y la profundidad de campo abundan; el desempeño de Julio Chávez hace el resto: calculado pero a la vez espontáneo, certero y preciso, sería también un probable candidato al Coral de actuación masculina.

Del resto de Argentina sobresale “El camino de San Diego”, donde Carlos Sorín (“Bombón, el perro”) prosigue su poética del campesino patagónico: la sencillez y bondad naturales de esas gentes del interior que no sólo tienen sueños e ilusiones como cualquier urbano, sino que son capaces de llevar los mismos hasta el final, en este caso se trata del viaje (otra invariante “soriniana”) de un joven vecino de Misiones hasta la capital para llevar al accidentado Maradona una raíz tallada en la que cree descubrir un parecido indudable con el mítico deportista; aunque algunos lo ponen en duda, aunque el trayecto es largo y azaroso, el muchacho emprende el “peregrinaje”, lo cual permite a Sorín, una vez más, detenerse en el paisaje, sobre todo humano. Más de lo mismo, sin dudas, pero siempre este director nos sorprende con estos sensibles recorridos por el hombre que habita en las afueras de la gran urbe bonaerense.

Hablaba de Brasil, y en efecto, casi todas sus cartas de presentación son atendibles, con la excepción de “El mayor amor del mundo”, del veterano Carlos Diégues (“Tieta de Agreste”), porque la retrospectiva de un maduro astrofísico con enfermedad terminal que fuera adoptado en su niñez hacia la búsqueda de su madre biológica, carece de la fuerza y la consistencia que los primeros fotogramas prometían, y el prestigio de su director, uno de los imprescindibles del Cinema Novo y más allá de aquel significativo movimiento de los 60, hacían esperar. Lleno de torpezas y redundancias narrativas, de personajes innecesarios y de lugares comunes, “Cacá” Diégues decepciona.

No así Ricardo Elías, cuya pieza “Los doce trabajos” convence desde su sencillez formal y su pericia para introducirnos en el mundo de los mensajeros motorizados de Sao Paulo, mediante un joven negro que sale de un reformatorio y encuentra ese empleo: a través de sus recorridos, visitamos vidas y situaciones que desde su imaginación vívida seguimos con interés.

Menor en alcance, “Antonia”, de Tatá Amaral (“Un ceu de estrelas”), sigue a cuatro jóvenes negras cantantes de hip hop que en las afueras de la misma ciudad donde se enmarca el filme anterior, arrostran la hostilidad del medio para desarrollar su talento. El problema aquí es la pobreza del guión, que no aprovechó las posibilidades del sujeto y los personajes diseñando situaciones forzadas y aterrizando en previsibles soluciones, a pesar de lo cual, la cinta se deja ver gracias a las notables actuaciones, la ligereza narrativa y la rica banda sonora que siempre traen las películas brasileñas.

Descalificadas (imagino lo ha hecho ya el jurado que preside el argentino Tristán Bauer, director de “Iluminados por el fuego”) quedan las insufribles “El cielo dividido”, del mexicano Julián Hernández, pieza gay torpemente contada y larga por gusto, y una que no lo es menos a pesar de que la firma alguien tan prestigioso y consolidado como el peruano Francisco Lombardi (“Ojos que no ven”): “Mariposa negra”, en la misma onda policíaca de sus últimas cintas.

La participación local se ubica casi toda en el apartado de óperas primas, donde tiene grandes posibilidades “El Benny”, de Jorge Luis Sánchez, la bien recibida biopic sobre el ídolo cubano de la canción popular Benny Moré y que, reservas aparte, permitió a su director, anteriormente movido en el documental, un notable inicio en la ficción.

Bastante retórica, con un guión cargado de sentencias filosóficas que lo debilitan, “La pared”, de Alejandro Gil, sobre un joven que se autoencierra deseando enterrar su pasado, logra sin embargo una sólida ambientación y varias actuaciones destacadas; sin dudas la más polémica de las propuestas cubanas es “Mañana”, producción independiente de Alejandro Moya, en torno a una familia de clase media en Cuba que tiene un negocio de comidas por encargo, y que ha constituido ya, desde su premiére hace alrededor de un mes, un verdadero suceso de público.

Habrá que volver a ella, claro, pero por ahora digamos que se trata de un efectista abordaje de los problemas de supervivencia y de relaciones familiares en la realidad cubana actual, con un tratamiento superficial, más anecdótico que profundo sobre el tema, con un alardoso tratamiento morfológico que sólo oculta impericias narrativas y desaguisados de un montaje que imita torpemente las coexistencias temporales a lo “Amores perros” y “Crash”.

En la competencia oficial aparece también, del patio, “Páginas del diario de Mauricio”, del veterano Manuel Pérez (“El hombre de Maisinicú”), que ya ha obtenido varios reconocimientos locales e internacionales, aunque a este crítico le pareció (véase reseña en este mismo sitio) un insuficiente abordaje del llamado “período especial” cubano, desde una historia que tampoco se caracteriza por su limpieza narrativa.

El viernes como decía, se desvelará la incógnita, y un día antes se darán a conocer los premios colaterales, pero antes, claro, seguiremos dialogando.