"Los muertos van deprisa", una comedia berlanguiana a la gallega
Neus Asensi, Chete Lera, Manuel Manquiña, Ernesto Chao, María Castro y Antonio Duran "Morris" son los protagonistas de "Los muertos van deprisa", una producción gallega dirigida por el especialista en animación Ángel de la Cruz que no hizo honor a su título. Cuando en noviembre de 2006 se empezó a rodar, faltó el dinero, hubo un plante del equipo que le costó el puesto de presidente de la Academia Galega do Audiovisual a su productor, Manolo Gómez, y la película se suspendió durante año y medio. Ahora por fin se estrena en España.
Dos veces ganador del Goya por sus realizaciones gallegas de animación, "El bosque animado" y "El sueño de una noche de San Juan", De la Cruz respira hoy tranquilo ante la perspectiva de lanzar por fín al público su primera cinta de imagen real, tras un parto con demasiadas cesáreas que se prolongó dos años más de lo previsto, incluído un cambio de productora. "Los muertos van deprisa" es una comedia coral sobre una camionera que acude a buscar marisco a un pueblo de la costa gallega para quedar atascada con su camión en un puente impidiendo el paso al cementerio el día que van a enterrar al patrón mayor de la cofradía de mariscadores.
"Gonzalo Torrente Ballester -comenta De la Cruz, guionista además de director- decía que Galicia no es un país, sino un estado de ánimo. Yo creo, además, que Galicia es un estado de ánimo mágico, un estado de ánimo encallado en la zona más occidental de Europa, es decir, nuestro lejano oeste. Es el estado de ánimo de unas gentes humildes, honestas y generosas, pero también apegadas a extrañas tradiciones, algo testarudas y celosas de su idiosincrasia. Como remedo de un western atlántico, la Galicia costera, retratada con un estilo visual marinero y algo folk, es un protagonista más del largometraje".
"Los muertos van deprisa" es, para su autor, una historia "en clave de ironía típicamente gallega (la retranca), una historia de resentimientos enquistados, como los percebes en las rocas, pero también de reconciliación y celebración, como en esas fiestas gastronómicas de la Galicia más festiva, en donde se da buena cuenta de esos percebes. Es la historia de hombres y mujeres exteriormente duros y con carácter, pero tiernos y blandos por dentro. Es una fábula que ensalza el amor —o su sublimación— y la amistad, enmarcados en el contexto de una trama de enredo provocada por el "prematuro" fallecimiento del octogenario Cándido (verdadero protagonista virtual de la historia) y rodeado todo por una atmósfera irreal —casi surrealista— del culto a la muerte del patriarca en vísperas de la festividad del pueblo".
Dos veces ganador del Goya por sus realizaciones gallegas de animación, "El bosque animado" y "El sueño de una noche de San Juan", De la Cruz respira hoy tranquilo ante la perspectiva de lanzar por fín al público su primera cinta de imagen real, tras un parto con demasiadas cesáreas que se prolongó dos años más de lo previsto, incluído un cambio de productora. "Los muertos van deprisa" es una comedia coral sobre una camionera que acude a buscar marisco a un pueblo de la costa gallega para quedar atascada con su camión en un puente impidiendo el paso al cementerio el día que van a enterrar al patrón mayor de la cofradía de mariscadores.
"Gonzalo Torrente Ballester -comenta De la Cruz, guionista además de director- decía que Galicia no es un país, sino un estado de ánimo. Yo creo, además, que Galicia es un estado de ánimo mágico, un estado de ánimo encallado en la zona más occidental de Europa, es decir, nuestro lejano oeste. Es el estado de ánimo de unas gentes humildes, honestas y generosas, pero también apegadas a extrañas tradiciones, algo testarudas y celosas de su idiosincrasia. Como remedo de un western atlántico, la Galicia costera, retratada con un estilo visual marinero y algo folk, es un protagonista más del largometraje".
"Los muertos van deprisa" es, para su autor, una historia "en clave de ironía típicamente gallega (la retranca), una historia de resentimientos enquistados, como los percebes en las rocas, pero también de reconciliación y celebración, como en esas fiestas gastronómicas de la Galicia más festiva, en donde se da buena cuenta de esos percebes. Es la historia de hombres y mujeres exteriormente duros y con carácter, pero tiernos y blandos por dentro. Es una fábula que ensalza el amor —o su sublimación— y la amistad, enmarcados en el contexto de una trama de enredo provocada por el "prematuro" fallecimiento del octogenario Cándido (verdadero protagonista virtual de la historia) y rodeado todo por una atmósfera irreal —casi surrealista— del culto a la muerte del patriarca en vísperas de la festividad del pueblo".