Bruno Bichir estrena "El mural" y se sincera: "Los mexicanos somos como cangrejos en cubeta"
Bruno Bichir no puede esconder el entusiasmo que le despierta hablar de David Alfaro Siqueiros, el muralista mexicano que le toca interpretar en "El mural", película de Héctor Olivera que llega a las pantallas argentinas este jueves. El actor, que lleva uno de los apellidos más célebres de la escena artística mexicana, tampoco oculta que ponerse en los zapatos de tamaña figura es hasta la fecha su trabajo más movilizador, que lo dejó sin dormir dos meses, le generó taquicardias y le empujó a un proceso creativo muy complejo. Así lo contó a Cynthia García Calvo en esta entrevista exclusiva.
"Espero serle fiel a un hombre tan hermoso, vibrante, rabioso, lleno de amor y pasión por su arte y la sociedad", detalla Bichir en su breve visita a Buenos Aires con motivo del estreno local de esta coproducción argentino-mexicana, que llegará a tierra azteca en el mes de febrero.
"El mural" relata una historia de pasiones, secretos, tragedia y poder que se desarrollaron al compás de la creación de Ejercicio Plástico, un mural que Siqueiros realizó junto a un grupo de artistas rioplatenses en el sótano de la casa de Natalio Botana, millonario fundador del diario Crítica. Considerada una pieza clave de la plástica latinoamericana del siglo XX, luego de la muerte de Botana, la obra fue oculta bajo cal, más tarde fragmentada y repartida en contenedores que permanecieron por 16 años a la intemperie, en medio de una maraña de cuestiones judiciales; hasta que la expropiación por parte del gobierno dio inicio a un proceso de restauración que finaliza en breve para su exhibición al público.
La acción de la película transcurre en 1933, cuando Siqueiros (Bichir) llega a Buenos Aires para dar una conferencia en la Asociación Amigos del Arte. Tiene el deseo de pintar en La Boca un mural de temática revolucionaria. Pero el clima político de la época le impide lleva a cabo sus objetivos. A cambio, recibe la invitación de Botana (Luis Machín) de realizar una obra en el sótano de su quinta. Luego de plantearse si es correcto atender el pedido de un burgués, Siqueiros comienza a dar forma a su obra, mientras la llegada de su pareja, la poeta Blanca Luz Brum (Carla Peterson), altera el delicado equilibrio en la convivencia de la familia Botana, donde la esposa del millonario, Salvadora Medina Onrubia (Ana Celentano), es presa de sus contradicciones y secretos.
- ¿Cuál es su visión de David Alfaro Siqueiros, y a qué respondió tu deseo de interpretarlo?
Ciertamente tenía yo una ansiedad o deseo secreto por interpretar a David Alfaro Siqueiros, en algún momento dado de su vida y de la mía. Me parece un personaje fascinante, es un hombre de izquierda, un hombre congruente, un hombre que no claudicó nunca, un hombre consecuente, profundamente aguerrido y defensor de su propia concepción del arte público y social. Y todo eso a mí me empata, me atrae. Y su constante investigación de nuevas herramientas creativas y su visión de colaboración con sus compañeros creadores. Su sentido del humor. Comparto muchas cosas. Pero pensé que ya no iba a poder interpretarlo porque ya en algún momento dado a través del personaje también fascinante de Frida Kahlo, se ha tocado aleatoriamente la figura de Siqueiros en al menos dos películas importantes: la de Paul Leduc, donde Salvador Sánchez hace una interpretación soberbia de Siqueiros, y una triste –considero con todo respeto- y profundamente alejada visión de Antonio Banderas sobre el personaje en la película que desarrolló Salma (Hayek) y Julie Taymor. Pensé que simplemente no iba a tener oportunidad, tal vez en un cortometraje o en un docudrama. Pero no de esta manera.
- ¿Estaba al tanto de esta historia de Siqueiros en Buenos Aires?
Este pasaje de Siqueiros en Buenos Aires no está propiamente en el inconsciente colectivo de los mexicanos. De hecho, nuestro conocimiento, nuestro cariño por el personaje, está ligado a una etapa posterior, mucho más madura de Siqueiros, desde sus 45, 50 años en adelante. Y cuando vino a Buenos Aires tenía unos treinta y pico, y tuvo todas estas contradicciones y complejidades con su propio punto de vista sobre el arte, sobre la actividad social y política, y su vinculación con el poder, el amor, la pasión y sus preocupaciones personales. A mí me parece que este pasaje concreto de Siqueiros en Buenos Aires explica su férrea personalidad, que después en la Guerra Civil Española termina de ser profundamente congruente y de una pieza inamovible con toda esa experiencia que lo vulnera por un lado y lo convulsiona en todos los niveles. Tan es así que unos años después se va a esta batalla, esta defensa ideológica, moral, social de la República Española y deja la pintura de lado durante un tiempo muy considerable para un creador tan feroz, tan vital, tan apasionado de su propia capacidad creativa. Sólo así se explica. Es cómo el eslabón perdido de su vida. Este pasaje hace que todo encaje porque si no sería un hombre sobrenatural porque sería alguien que nunca dudó, nunca tropezó. Este pasaje lo muestra profundamente humano, ambiguo, dudoso, contradictorio, culposo, complejo.
- Justamente le quería preguntar cómo se aborda un personaje de estas características, que en su caso le interesa particularmente, ¿desde el mito o desde el hombre?
En lo que respecta a los mexicanos, es una figura muy difícil de llevar a hombros. Siempre mi acercamiento a cualquier personaje es a partir de su esencia anímica, de su fantasma, no necesariamente porque esté muerto o haya existido. Mi acercamiento a cualquier personaje es absolutamente sensorial en primera instancia, y así sucedió. Y después verme en grandes dificultades por despojar este pedestal, porque por lo menos yo tengo en altísima estima tanto su persona como su trabajo. Me abruma, me sobrepasa la figura de David Alfaro Siqueiros. Espero haber sido mínimamente congruente y fiel, justamente apostando a sus contradicciones y vulnerabilidad. Lo coral del guión me relajó muchísimo. No solamente me relajó saber que el peso dramático de la historia no recaía exclusivamente en Siqueiros, sino que se repartía el juego dramático en distintos puntos de vista, en distintas cosmovisiones y pasiones de varios personajes fascinantes. Pude dimensionar que se trataba de la vida de personas en un momento determinado y no de la vida iconográfica de un ser. Al leer el guión, fue despojado de la estampa, de la rotonda de los hombres ilustres, y se volvió humano.
- ¿Cómo fue el proceso creativo para llegar a ello?
Afortunadamente por internet ahora se puede encontrar material realmente preciado. Héctor me hizo llegar mucho material. Y tuve la oportunidad de que me abrieran la puerta de la Casa de Arte Pública Siqueiros en la Ciudad de México, y tuve acceso a archivos entrañables y material audiovisual. Lo vi caminar, sentarse, relacionarse con otras personas; y no me lo imaginaba así. A nivel popular, no tenemos toda esa información. De hecho, la información que tenemos es la de un hombre iracundo, con el seño fruncido, incendiario, a favor de las causas sociales, el proletariado, el campo mexicano y la lucha sindical. Empezar a encontrar esa parte fue fascinante. Y te confieso que hubo una liga muy cercana, una empatía muy fuerte, con mi padre. Vi a mi padre ahí. Mi padre es director de teatro, es de campo y de izquierda, y es un ser contradictorio. Es profundamente suave y delicado, y profundamente iracundo. Empecé a encontrar unos símiles absolutamente escalofriantes y felices. Así que hice un homenaje a tres bandas: al pueblo mexicano y toda la iconografía visual que nos brindaron los creadores, a Siqueiros y a mi padre.
- La historia se desarrolla en paralelo a la realización de ejercicio plástico, que actualmente se está restaurando para que finalmente pueda exhibirse al público, ¿qué considera que aportará ese mural a la obra de Siqueiros?
En mi cabeza, en mi corazón, estoy convencido que una vez que se reinaugure su mural en la Argentina, la percepción de la importancia creadora de Siqueiros dará un vuelco insospechado en su trayectoria en el mundo. Curiosamente un trabajo que no necesariamente se vincula a su postura social o política, que es un mero ejercicio plástico como él mismo lo denomina. Y que es brutal, me parece.
- Ya tuvo oportunidad de ver la película, ¿qué piensa del resultado?
Estoy contento con el resultado. Creo que hay muchos puntos de aprecio cinematográfico. Considero que la puesta en escena; el montaje; la dirección propiamente dicha de Héctor es sutil, sobria, en un medio tono muy inquietante; que toda la película es congruente y homogénea. Creo que mis compañeros actores están soberbios: Luis Machín, Sergio Boris, Ana Celentano, la mismísima Carla (Peterson) hace un trabajo precioso. Y la fotografía, la música, la ambientación, el diseño de producción…Creo que es una película que tiene tanto para gozarse que será una pena que sea desdeñada por cualquier causa. Y lo menciono porque nuestra cinematografía latinoamericana está pasando por momentos siempre difíciles. Por eso es tan cuestionable celebrar estás cosas de revoluciones, por lo menos a título personal, en México lo que menos somos es ser independientes. Nos cuesta tanto nuestra independencia, nuestra autonomía, nuestro derecho al trabajo, a las libertades creativas. Nada más hablando de cine, seguimos bajo la bota y el yugo imperialista de los Estados Unidos. Es terrible. Por eso es que defiendo tanto, sobre todo con una película donde las cosas están en su lugar.
- ¿En México se tiende a criticar más lo que es propio?
Sí, constantemente. Creo que es un mal latinoamericano. Tenemos un dicho que nos causa risa, pero es una risa absolutamente amarga: Los mexicanos son como los cangrejos en la cubeta, no es necesario taparlos para que se salgan, porque el que se quiere salir es arrastrado por los otros cangrejos dentro. Yo creo que eso pasa en Latinoamérica. Creo que tenemos muchos traumas, muchos complejos. Y aún así, confieso que celebro el desparpajo y el poco pudor, por lo menos cultural, que tiene el pueblo argentino, como el español. Creo que son dos pueblos profundamente francos y que no tienen ningún tapujo en contar lo que tienen que contar, pese a quien le pese. Y nosotros como mexicanos tenemos esa triste y siempre reflexiva visión del choque cultural que tenemos con España. Nos ha vuelto muy complejo. Tenemos arraigada la conquista. Por más que digamos que no fue una conquista, que fue un choque de culturas, fue una conquista. Nosotros decimos mucho ¡mande! cuando alguien nos habla, eso es profundamente extraño. Yo tengo la costumbre de decir ¡a sus ordenes!, lo cual en otros países causa risa y sorpresa. Tenemos muy entrelazado a nuestro código genético ese sometimiento de 500 años. Y el indio mexicano que es un ser hermosísimo, sabio y muy sensible, pues tuvo ese contacto feroz con la brutalidad y lo violento que fue la llegada del ejército español. Además llegaron puros asesinos y la escoria. Y por otro lado, la iglesia con todo su armamento ideológico. Somos una complejidad muy ruda y eso se refleja por momentos.
- ¿Cómo se traslada eso al cine?
Por ejemplo, nos cuesta mucho hacer películas de alta calidad, de alto compromiso, que toquen temas genéricos del cine. Nos cuesta mucho hacer un thriller, una comedia franca, una comedia romántica, una película de terror. Nos cuesta mucho trabajo porque estamos profundamente pudorosos frente a nuestras artes y creemos que tenemos la obligación pseudo intelectual de contar historias profundas, complejas y oscuras, que hablen de los infiernos de nuestra sociedad y nuestras almas, y eso me parece glorioso porque yo mismo como creador lo hago, pero se nos olvida crear industria. Por pudor. Y cuando se hacen esos intentos no cumplen los estándares, quedan desveladas las intenciones económicas. Son polos opuestos. No podemos todavía hacer una gran comedia romántica que atasque las salas, se lleve todos los premios y que la gente salga feliz de verla, y que regrese y regrese, y la recomiende. Seguimos insistiendo. Todos tenemos esa preocupación. Pero nuestra idiosincrasia no nos lo permite.
- Ha actuado en varias películas latinoamericanas y "El mural" es una coproducción entre Argentina y México, ¿cómo ve la integración de los países latinoamericanos en la producción de cine?
Es ridículo que en ambos países estemos celebrando bicentenarios y no tengamos mercados comunes, vigorosos y decididos. Es incomprensible. Es vergonzoso que no tengamos un mercado cinematográfico común. ¿Cómo puede ser que antes exista un mercado europeo que un mercado latinoamericano? Nosotros que tenemos un idioma en común. Yo celebro mucho aquella película que se la estigmatizó en su momento, "Edipo Alcalde". Tuvo mucho problemas porque se decía si estaban en Colombia o en otro país, se preguntaban por qué hablaban español de Colombia o español de Cuba. En vez de celebrarse esa fortuna de involucrar cinco países latinoamericanos en una producción importante. Se criticaba el idioma. ¿A quién le importa? En España me preguntaban si podía hacer acento cubano. Sí, podría, pero si no fuera así, ¿qué importa? Hagamos historias, contemos historias de nuestros males y nuestras alegrías en Latinoamérica. Independientemente de hacer o no hacer películas en conjunto, no deberíamos dejar de lado el mercado común. Yo quiero ver las películas argentinas, cubanas, y quiero ver todas. No nada más las exitosas o las que ganan premios o las que podrían interesarle al pueblo mexicano. Yo creo que a todos nos interesaría saber de Perú, Uruguay, Nicaragua, El Salvador... Entenderíamos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Este es un continente joven, lleno de ideas y de arte.
"Espero serle fiel a un hombre tan hermoso, vibrante, rabioso, lleno de amor y pasión por su arte y la sociedad", detalla Bichir en su breve visita a Buenos Aires con motivo del estreno local de esta coproducción argentino-mexicana, que llegará a tierra azteca en el mes de febrero.
"El mural" relata una historia de pasiones, secretos, tragedia y poder que se desarrollaron al compás de la creación de Ejercicio Plástico, un mural que Siqueiros realizó junto a un grupo de artistas rioplatenses en el sótano de la casa de Natalio Botana, millonario fundador del diario Crítica. Considerada una pieza clave de la plástica latinoamericana del siglo XX, luego de la muerte de Botana, la obra fue oculta bajo cal, más tarde fragmentada y repartida en contenedores que permanecieron por 16 años a la intemperie, en medio de una maraña de cuestiones judiciales; hasta que la expropiación por parte del gobierno dio inicio a un proceso de restauración que finaliza en breve para su exhibición al público.
La acción de la película transcurre en 1933, cuando Siqueiros (Bichir) llega a Buenos Aires para dar una conferencia en la Asociación Amigos del Arte. Tiene el deseo de pintar en La Boca un mural de temática revolucionaria. Pero el clima político de la época le impide lleva a cabo sus objetivos. A cambio, recibe la invitación de Botana (Luis Machín) de realizar una obra en el sótano de su quinta. Luego de plantearse si es correcto atender el pedido de un burgués, Siqueiros comienza a dar forma a su obra, mientras la llegada de su pareja, la poeta Blanca Luz Brum (Carla Peterson), altera el delicado equilibrio en la convivencia de la familia Botana, donde la esposa del millonario, Salvadora Medina Onrubia (Ana Celentano), es presa de sus contradicciones y secretos.
- ¿Cuál es su visión de David Alfaro Siqueiros, y a qué respondió tu deseo de interpretarlo?
Ciertamente tenía yo una ansiedad o deseo secreto por interpretar a David Alfaro Siqueiros, en algún momento dado de su vida y de la mía. Me parece un personaje fascinante, es un hombre de izquierda, un hombre congruente, un hombre que no claudicó nunca, un hombre consecuente, profundamente aguerrido y defensor de su propia concepción del arte público y social. Y todo eso a mí me empata, me atrae. Y su constante investigación de nuevas herramientas creativas y su visión de colaboración con sus compañeros creadores. Su sentido del humor. Comparto muchas cosas. Pero pensé que ya no iba a poder interpretarlo porque ya en algún momento dado a través del personaje también fascinante de Frida Kahlo, se ha tocado aleatoriamente la figura de Siqueiros en al menos dos películas importantes: la de Paul Leduc, donde Salvador Sánchez hace una interpretación soberbia de Siqueiros, y una triste –considero con todo respeto- y profundamente alejada visión de Antonio Banderas sobre el personaje en la película que desarrolló Salma (Hayek) y Julie Taymor. Pensé que simplemente no iba a tener oportunidad, tal vez en un cortometraje o en un docudrama. Pero no de esta manera.
- ¿Estaba al tanto de esta historia de Siqueiros en Buenos Aires?
Este pasaje de Siqueiros en Buenos Aires no está propiamente en el inconsciente colectivo de los mexicanos. De hecho, nuestro conocimiento, nuestro cariño por el personaje, está ligado a una etapa posterior, mucho más madura de Siqueiros, desde sus 45, 50 años en adelante. Y cuando vino a Buenos Aires tenía unos treinta y pico, y tuvo todas estas contradicciones y complejidades con su propio punto de vista sobre el arte, sobre la actividad social y política, y su vinculación con el poder, el amor, la pasión y sus preocupaciones personales. A mí me parece que este pasaje concreto de Siqueiros en Buenos Aires explica su férrea personalidad, que después en la Guerra Civil Española termina de ser profundamente congruente y de una pieza inamovible con toda esa experiencia que lo vulnera por un lado y lo convulsiona en todos los niveles. Tan es así que unos años después se va a esta batalla, esta defensa ideológica, moral, social de la República Española y deja la pintura de lado durante un tiempo muy considerable para un creador tan feroz, tan vital, tan apasionado de su propia capacidad creativa. Sólo así se explica. Es cómo el eslabón perdido de su vida. Este pasaje hace que todo encaje porque si no sería un hombre sobrenatural porque sería alguien que nunca dudó, nunca tropezó. Este pasaje lo muestra profundamente humano, ambiguo, dudoso, contradictorio, culposo, complejo.
- Justamente le quería preguntar cómo se aborda un personaje de estas características, que en su caso le interesa particularmente, ¿desde el mito o desde el hombre?
En lo que respecta a los mexicanos, es una figura muy difícil de llevar a hombros. Siempre mi acercamiento a cualquier personaje es a partir de su esencia anímica, de su fantasma, no necesariamente porque esté muerto o haya existido. Mi acercamiento a cualquier personaje es absolutamente sensorial en primera instancia, y así sucedió. Y después verme en grandes dificultades por despojar este pedestal, porque por lo menos yo tengo en altísima estima tanto su persona como su trabajo. Me abruma, me sobrepasa la figura de David Alfaro Siqueiros. Espero haber sido mínimamente congruente y fiel, justamente apostando a sus contradicciones y vulnerabilidad. Lo coral del guión me relajó muchísimo. No solamente me relajó saber que el peso dramático de la historia no recaía exclusivamente en Siqueiros, sino que se repartía el juego dramático en distintos puntos de vista, en distintas cosmovisiones y pasiones de varios personajes fascinantes. Pude dimensionar que se trataba de la vida de personas en un momento determinado y no de la vida iconográfica de un ser. Al leer el guión, fue despojado de la estampa, de la rotonda de los hombres ilustres, y se volvió humano.
- ¿Cómo fue el proceso creativo para llegar a ello?
Afortunadamente por internet ahora se puede encontrar material realmente preciado. Héctor me hizo llegar mucho material. Y tuve la oportunidad de que me abrieran la puerta de la Casa de Arte Pública Siqueiros en la Ciudad de México, y tuve acceso a archivos entrañables y material audiovisual. Lo vi caminar, sentarse, relacionarse con otras personas; y no me lo imaginaba así. A nivel popular, no tenemos toda esa información. De hecho, la información que tenemos es la de un hombre iracundo, con el seño fruncido, incendiario, a favor de las causas sociales, el proletariado, el campo mexicano y la lucha sindical. Empezar a encontrar esa parte fue fascinante. Y te confieso que hubo una liga muy cercana, una empatía muy fuerte, con mi padre. Vi a mi padre ahí. Mi padre es director de teatro, es de campo y de izquierda, y es un ser contradictorio. Es profundamente suave y delicado, y profundamente iracundo. Empecé a encontrar unos símiles absolutamente escalofriantes y felices. Así que hice un homenaje a tres bandas: al pueblo mexicano y toda la iconografía visual que nos brindaron los creadores, a Siqueiros y a mi padre.
- La historia se desarrolla en paralelo a la realización de ejercicio plástico, que actualmente se está restaurando para que finalmente pueda exhibirse al público, ¿qué considera que aportará ese mural a la obra de Siqueiros?
En mi cabeza, en mi corazón, estoy convencido que una vez que se reinaugure su mural en la Argentina, la percepción de la importancia creadora de Siqueiros dará un vuelco insospechado en su trayectoria en el mundo. Curiosamente un trabajo que no necesariamente se vincula a su postura social o política, que es un mero ejercicio plástico como él mismo lo denomina. Y que es brutal, me parece.
- Ya tuvo oportunidad de ver la película, ¿qué piensa del resultado?
Estoy contento con el resultado. Creo que hay muchos puntos de aprecio cinematográfico. Considero que la puesta en escena; el montaje; la dirección propiamente dicha de Héctor es sutil, sobria, en un medio tono muy inquietante; que toda la película es congruente y homogénea. Creo que mis compañeros actores están soberbios: Luis Machín, Sergio Boris, Ana Celentano, la mismísima Carla (Peterson) hace un trabajo precioso. Y la fotografía, la música, la ambientación, el diseño de producción…Creo que es una película que tiene tanto para gozarse que será una pena que sea desdeñada por cualquier causa. Y lo menciono porque nuestra cinematografía latinoamericana está pasando por momentos siempre difíciles. Por eso es tan cuestionable celebrar estás cosas de revoluciones, por lo menos a título personal, en México lo que menos somos es ser independientes. Nos cuesta tanto nuestra independencia, nuestra autonomía, nuestro derecho al trabajo, a las libertades creativas. Nada más hablando de cine, seguimos bajo la bota y el yugo imperialista de los Estados Unidos. Es terrible. Por eso es que defiendo tanto, sobre todo con una película donde las cosas están en su lugar.
- ¿En México se tiende a criticar más lo que es propio?
Sí, constantemente. Creo que es un mal latinoamericano. Tenemos un dicho que nos causa risa, pero es una risa absolutamente amarga: Los mexicanos son como los cangrejos en la cubeta, no es necesario taparlos para que se salgan, porque el que se quiere salir es arrastrado por los otros cangrejos dentro. Yo creo que eso pasa en Latinoamérica. Creo que tenemos muchos traumas, muchos complejos. Y aún así, confieso que celebro el desparpajo y el poco pudor, por lo menos cultural, que tiene el pueblo argentino, como el español. Creo que son dos pueblos profundamente francos y que no tienen ningún tapujo en contar lo que tienen que contar, pese a quien le pese. Y nosotros como mexicanos tenemos esa triste y siempre reflexiva visión del choque cultural que tenemos con España. Nos ha vuelto muy complejo. Tenemos arraigada la conquista. Por más que digamos que no fue una conquista, que fue un choque de culturas, fue una conquista. Nosotros decimos mucho ¡mande! cuando alguien nos habla, eso es profundamente extraño. Yo tengo la costumbre de decir ¡a sus ordenes!, lo cual en otros países causa risa y sorpresa. Tenemos muy entrelazado a nuestro código genético ese sometimiento de 500 años. Y el indio mexicano que es un ser hermosísimo, sabio y muy sensible, pues tuvo ese contacto feroz con la brutalidad y lo violento que fue la llegada del ejército español. Además llegaron puros asesinos y la escoria. Y por otro lado, la iglesia con todo su armamento ideológico. Somos una complejidad muy ruda y eso se refleja por momentos.
- ¿Cómo se traslada eso al cine?
Por ejemplo, nos cuesta mucho hacer películas de alta calidad, de alto compromiso, que toquen temas genéricos del cine. Nos cuesta mucho hacer un thriller, una comedia franca, una comedia romántica, una película de terror. Nos cuesta mucho trabajo porque estamos profundamente pudorosos frente a nuestras artes y creemos que tenemos la obligación pseudo intelectual de contar historias profundas, complejas y oscuras, que hablen de los infiernos de nuestra sociedad y nuestras almas, y eso me parece glorioso porque yo mismo como creador lo hago, pero se nos olvida crear industria. Por pudor. Y cuando se hacen esos intentos no cumplen los estándares, quedan desveladas las intenciones económicas. Son polos opuestos. No podemos todavía hacer una gran comedia romántica que atasque las salas, se lleve todos los premios y que la gente salga feliz de verla, y que regrese y regrese, y la recomiende. Seguimos insistiendo. Todos tenemos esa preocupación. Pero nuestra idiosincrasia no nos lo permite.
- Ha actuado en varias películas latinoamericanas y "El mural" es una coproducción entre Argentina y México, ¿cómo ve la integración de los países latinoamericanos en la producción de cine?
Es ridículo que en ambos países estemos celebrando bicentenarios y no tengamos mercados comunes, vigorosos y decididos. Es incomprensible. Es vergonzoso que no tengamos un mercado cinematográfico común. ¿Cómo puede ser que antes exista un mercado europeo que un mercado latinoamericano? Nosotros que tenemos un idioma en común. Yo celebro mucho aquella película que se la estigmatizó en su momento, "Edipo Alcalde". Tuvo mucho problemas porque se decía si estaban en Colombia o en otro país, se preguntaban por qué hablaban español de Colombia o español de Cuba. En vez de celebrarse esa fortuna de involucrar cinco países latinoamericanos en una producción importante. Se criticaba el idioma. ¿A quién le importa? En España me preguntaban si podía hacer acento cubano. Sí, podría, pero si no fuera así, ¿qué importa? Hagamos historias, contemos historias de nuestros males y nuestras alegrías en Latinoamérica. Independientemente de hacer o no hacer películas en conjunto, no deberíamos dejar de lado el mercado común. Yo quiero ver las películas argentinas, cubanas, y quiero ver todas. No nada más las exitosas o las que ganan premios o las que podrían interesarle al pueblo mexicano. Yo creo que a todos nos interesaría saber de Perú, Uruguay, Nicaragua, El Salvador... Entenderíamos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Este es un continente joven, lleno de ideas y de arte.