Crítica: "El premio", exorcizando el pasado

'El premio'


Por Hugo Lara Chávez

La argentina radicada en México Paula Markovitch había sobresalido en el cine mexicano como guionista de films como "Temporada de patos" y "Lake Tahoe", trabajando en mancuerna con el director Fernando Eimbcke. Finalmente decidió moverse a la realización para llevar a cabo "El premio" (2011), cuyo estreno mundial sucedió en el Festival de Berlín de 2011 ganando un Oso de Plata por su aportación artística y, posteriormente, triunfando en los festivales mexicanos de Guadalajara y Morelia, cosa curiosa, pues en ambos obtuvo el galardón como mejor cinta nacional a pesar de que su tema y locaciones son completamente argentinos. Otro dato llamativo es que en cada uno de estos foros se presentó una versión distinta, con variaciones significativas entre sí, como el desenlace.

"El premio" está centrada en Ceci Edelstein (Paula Galinelli Hertzog), una niña de siete años y su madre que viven solitarias en la orilla de una playa de un pequeño poblado de Argentina, durante los años del régimen militar. La pequeña bien a bien no comprende la situación de su madre, Lucía (Laura Agorreca), un personaje que está huyendo, paranoica y angustiada por la desaparición de su hombre, presumiblemente a manos de militares. Ceci acude al colegio donde llega la invitación para que los niños participen en un concurso sobre ensayos dedicados al ejército argentino. Casi por accidente, la niña lo gana y se ve de pronto conflictuada por el significado del premio y el dolor de su madre.

Parecen obvias las razones por las que Markovitch decidió dirigir "El premio". Es un film con elementos autobiográficos (Edelstein es el apellido materno de la directora), aunque diluidos en la historia que trata. Markovitch pertenece a una familia judía argentina que se estableció en México hace muchos años, durante la dictadura en aquel país sudamericano. También esta película está muy emparentada con otro argumento de Markovitch, "Elisa, antes del fin del mundo" (Juan Antonio de la Riva, 1996), que igualmente explora el mundo de los adultos a través de los ojos de una niña, en el contexto de la crisis económica en México de 1995.

"El premio" aprovecha el tono espontáneo y la textura del semi-documental. En este sentido, Markovitch se nota próxima al estilo de su antiguo colega, el ya citado Eimbcke, quien sabe potencializar el minimalismo de los ambientes  y las situaciones, así como dirigir a sus actores con sencillez, sin rebuscamientos. Markovitch especialmente se apoya en la sobresaliente actuación de Galinelli Hertzog, así como de sus compañeros de la escuela, de suerte que logra atrapar de ellos su frescura en el lenguaje y en sus actitudes. Así, hay momentos muy afortunados, como la escena en que la maestra reprende a sus pupilos, quienes sufren de un incontenible ataque de risa. Los niños son castigados porque se niegan a denunciar a la protagonista que cometió una falta, de modo que tienen que dar vueltas en el patio soportando las inclemencias del tiempo. La denuncia finalmente sucede.

Con un ritmo pausado, la película posee momentos de mucha belleza y lirismo. Las imágenes de un embravecido mar le confieren dramatismo a la tierna relación de la madre y su hija. Esto se subraya en secuencias como aquella en que la madre debe sacar el agua que se ha metido a la casa en una tormenta, mientras la niña juguetea en la estrecha vivienda.

Puede ser que al film le sobren algunas secuencias un tanto largas, pero "El premio" es un filme emotivo, de personajes entrañables, de sabor nostálgico y melancólico, que logra provocar con sutileza una reflexión sobre la idea del despojo y del dolor de la época de la represión militar en Suramérica.

"El premio", que esta semana se estrena en Mexico, es a todas luces una narración que le ha permitido a Markovitch exorcizar su pasado argentino, lejano y cercano a la vez.