Crítica: "Un paraíso para los malditos", esperanzas en la noche

'Un paraiso para los malditos'


Por Edurne Sarriegui

"Un paraíso para los malditos" (2013), que esta semana llega a las salas, es el último trabajo de Alejandro Montiel, realizador y guionista argentino conocido por su obra "Extraños en la noche" (2011) donde mezcla comedia con suspenso. Se ve que al director le gusta la combinación de géneros porque aquí  transita por el policial y el drama y lo hace con soltura apoyado en recursos cinematográficos adecuados y en las buenas actuaciones de los tres protagonistas.

Marcial (Joaquín Furriel) es un asesino a sueldo que consigue un empleo como sereno en una fábrica situada en un barrio marginal. Utiliza su trabajo para preparar un crimen por encargo y vigilar a su víctima. En la primera parte de la trama es donde se desarrolla este policial negro en un clima de sordidez y oscuridad y con un protagonista callado, taciturno y poco expresivo. La noche, los escenarios desolados y la música inquietante dan un marco adecuado a la historia criminal. Sin embargo en ese ambiente opresivo inician su relación Marcial y Miriam, empleada de limpieza de la fábrica. Miriam (Maricel Álvarez) es madre soltera de una niña y continua sufriendo los abusos de su expareja a pesar de estar separada.

Cuando el protagonista ejecuta su crimen la narración da un giro hacia el drama al conocer al padre de su víctima, Román (Alejandro Urdapilleta), un anciano postrado, con demencia senil y en un estado de abandono. Marcial toma el lugar de su hijo muerto y se entabla una relación padre-hijo entre los dos hombres a la que incorporan a Miriam y su pequeña hija.

Esté será el pequeño paraíso de los malditos del título, los apartados y castigados a vivir una realidad de soledad, violencia y desamparo. En este paraíso los protagonistas viven un endeble mundo familiar que el anciano y perturbado Román trata de ordenar en su cabeza como el rompecabezas que tenazmente completa para entretenerse en su habitación.

Si bien el espectador desconoce por completo el pasado de Marcial y es muy poco lo que puede suponer de los otros personajes, el guion y las actuaciones otorgan a los tres una humanidad y unas características que los hacen creíbles.

El desenlace se ocupa de mostrar cuan frágil era ese paraíso marcado indeleblemente por la violencia y el delito, manteniendo nuestra atención despierta hasta el final.