Crítica: "Boca de pozo", no tan profundo como el petroleo

'Boca de pozo'


Por Edurne Sarriegui

Llega esta semana a las salas argentinas "Boca de pozo" (2014), la segunda obra del realizador local Simón Franco, tras la laureada "Tiempos menos modernos" (2011). Como en su anterior trabajo, aquí el realizador es también coguionista, esta vez junto a Luis Zorraquín y Salvador Roselli. En contradicción con la profundidad de la materia prima, "Boca de pozo" resulta un drama sin demasiada hondura que deja bastante indiferente al espectador.

Muestra el film argentino la vida rutinaria y el trabajo duro de Lucho (Pablo Cedrón), un trabajador del petróleo en el sur argentino y su desplazamiento a la ciudad en los días de descanso. Con dinero en el bolsillo pero adicto a las drogas, acosado por múltiples deudas de juego y asiduo usuario de prostitución, permanece desvinculado de su familia compuesta por una esposa embarazada que reclama atención, un pequeño hijo y una madre preocupada por su permanencia en el trabajo.  

El film muestra al protagonista sin juzgarlo pero no consigue despertar  interés  ya que no genera tensión dramática alguna y en ciertos momentos puede llegar a resultar tedioso. La actuación contenida de Cedrón no alcanza para amar u odiar al personaje, que tampoco encuentra contrapunto en ninguno de los caracteres secundarios, apenas esbozados y sin ninguna complejidad.

Filmada en 2013 en Comodoro Rivadavia, en el corazón de la Patagonia, "Boca de pozo" pierde la oportunidad de mostrar una historia con un poco más de fuerza acerca de un mundo poco retratado en el cine argentino y ni siquiera se detiene en la singularidad del paisaje.

Tal vez lo más creativo del film sea su afiche que muestra claramente y de un vistazo la situación del protagonista  hundido en las profundidades, simétricamente opuesto a la torre del pozo donde trabaja.

Sigue nuestras últimas noticias por TWITTER