Colaboración: Cuba, érase una vez…

por © NOTICINE.com
El malecón habanero
Por Sergio Berrocal    

"Dos años después de la reapertura de la embajada estadounidense en La Habana el acercamiento entre ambas naciones se enfría. El cambio interno se vislumbra como el único progreso posible para la isla", ha comentado en forma de esquela el diario español El Mundo.

Son las diez de un verano cualquiera en una playa cualquiera de un Mediterráneo cualquiera. Habría que remar mucho para llegar al Caribe y echar anclas en la isla de Cuba. Ahora llegan allí hasta esos monstruosos trasatlánticos en los que se amontonan miles de personas para nadie sabe qué.

Si bajan a tierra, algunos lo harán, porque para los extranjeros Cuba sigue teniendo un tufillo de escándalo, tufillo a roja tierra que lleva más de cincuenta años proclamando lo que quiere ser y diciendo alto y fuerte lo que se niega a ser, será el descubrimiento de una gente acogedora.

Beberán, comerán esos turistas y volverán a marcharse sin percatarse que allí se sigue luchando por la independencia frente a Estados Unidos, porque los norteamericanos siguen queriendo imponer sus cuatros y muchas más voluntades. El nuevo Presidente Donald Trump se ha encargado de hacerlo saber.

Pero la Isla vive a su aire, o al menos esa es la impresión que se tiene cuando se entra en ella a través de su prensa, reflejo de una situación. Condenada hace poco a un solo órgano de prensa, Granma, órgano oficial del Partido Comunista Cubano, hoy hay decenas de periódicos digitales y un sinfín de opiniones, con lo cual la confusión es aún mayor.

El Comandante ya no manda parar porque ya no está pero su hermano, Raúl Castro, dice que Cuba nunca renunciará a su esencia revolucionaria.

Pero, ¿cómo se conjuga esta pretensión de seguir como hasta ahora cuando Estados Unidos tiene la sartén por el mango? Trump puede acabar cuando le de la gana con el floreciente turismo que se conoce ahora y que ha dado al parecer una bocanada de aire a la economía.

Sigue la lucha en Cuba contra el Imperio, al menos sobre el papel. El debate también. Qué habría que hacer, qué se puede hacer. Lo único claro es que hay una vieja guardia, tanto en el poder todavía como entre los cubanos de a pie que no quieren capitular, que se declaran dispuestos a seguir dando guerra. Pero, ¿qué guerra? ¿Contra quién?

Voces amigas insisten en que si ellos tuvieran todavía edad y posibilidades eso no se iba a quedar así. Pero ya parece muy difícil. Los dados han sido echados, salvo que han caído mal y nadie sabe qué va a pasar.

Los locales, las viandas, todo cuanto consumen los turistas que hoy llegan a Cuba como nunca, por mar y aire, hasta que Trump decida lo contrario, han hecho dispararse al parecer algunos precios y todo el que vive en Cuba tiene que afrontar las consecuencias de la carestía. ¿Hasta cuándo?

Hasta ahora, Donald Trump no ha prestado mucha atención a Cuba, salvo para decir con toda la brutalidad de que es capaz que nada de amigos para siempre. Porque el hombre cuida a su electorado y amigachos constituido por los cubanos de Miami, los que sueñan con volver a Cuba a saco, sin contemplaciones e imponer un régimen a su gusto. Pero olvidan que la gente que gobierna por el momento en La Habana está cimentada por más de medio siglo de ejercicio del poder. Creen que con la muerte de Fidel Castro se ha levantado la veda. Pero su hermano, Raúl, les ha salido respondón y no parece dispuesto a abandonar el Palacio de la Revolución para que los emigrantes se instalen.

Pero cuando Trump se canse de amenazar con intervenir en Venezuela, con intervenir en Corea del Norte, con intervenir en donde sea…

Un compañero de larga trayectoria periodística en Cuba y que toda su vida ha sido observador de primera línea del acontecer diario me apostilla desde un rincón de La Habana que dentro de Cuba hay muchas contradicciones a la hora de saber qué hacer. "Hay quienes moriremos soñando con el ideal y luchando por ser consecuentes con la historia y su justeza", apostilla.

Miami también ha olvidado que si los que siguen en el poder en Cuba tienen cierta edad, no es un fenómeno nuevo y el país ha seguido adelante. Con Fidel la media de edad de la gente que le rodeaba no era precisamente la de mozalbetes.

Tampoco habría que echar por alto que Trump, al que los cubanos resistentes consideran el principal obstáculo para poder seguir adelante con sus sueños de socialismo, tiene 71 años, unos pocos menos que Raúl Castro (86). Y la gente que rodea al Presidente de los Estados Unidos tiene ideas muy confusas sobre lo que debería ser una transición en Cuba.

En cuanto a la Unión Europea, su posición sobre Cuba ha sido siempre ambigua pero es difícil creer que apoyaría un golpe de estado dado desde la Casa Blanca, por sinuoso y "justificado" que pudiera estar ese movimiento.

Y si todavía no han entendido nada de lo que puede pasar en Cuba, agreguen al rompecabezas esta frase del primer mandatario cubano. Raúl Castro: "Seguiremos avanzando en el camino escogido soberanamente por nuestro pueblo".

Y creíamos que el General Charles de Gaulle, el gran Presidente que Francia tuvo jamás, era enigmático cuando hablaba…

A la hora de cerrar este artículo me llega la reflexión que una turista española que confía sus primeras impresiones sobre La Habana en su blog de viaje; "Hay gente muy guapa: mulatas de cuerpos esculturales, trigueños de ojos verdes, niños preciosos de todos los colores y también mendigos y tullidos pidiendo unas monedas. Da la sensación de estar al borde de convertirse en una parque temático para turistas…".

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